profesora

Las Tunas.- En el rincón tranquilo de una cátedra, rodeada de libros y recuerdos que cuentan historias propias, se encuentra una figura imponente y llena de sabiduría: la profesora Alina Romagosa García, mujer cuyos ojos brillan con la pasión que la acompaña durante más de 30 años en el ámbito de la docencia.

Ella siempre lo tuvo claro, había nacido para estar al frente de un gran número de alumnos y formarlos hacia el futuro.

"Desde muy pequeña supe que quería ser maestra. Cuando cursaba la Secundaria Básica, tuve la oportunidad de elegir una carrera pedagógica en Santiago de Cuba. Inicialmente, deseaba enseñar Física, mas, por distintas circunstancias y tambien embullo de mis compañeras, me fui por Química. Tenía 15 años de edad, pero hasta el día de hoy me siento orgullosa de ser profesora de esa asignatura", así relató mientras una sonrisa adornaba su rostro recordando aquellos años.

Alina se preparó, estudió con ahínco y se convirtió en una experta en su campo. Sin embargo, su camino no estuvo exento de obstáculos. "Trabajar en un centro interno es de los desafíos más difíciles que tuve que enfrentar, pues en aquel tiempo nos tocaba hacer guardia y yo tenía niños pequeños, y mi familia es de la provincia de Granma, pero cuando realmente se quiere algo, se supera todo lo que venga por delante".

Y es que ella cree fervientemente en el mejoramiento humano, y está segura de que el primer paso para que un alumno se sienta motivado es ser un ejemplo. Aunque el título de profesora nos evoca la imagen de alguien encargado de impartir conocimientos, Alina demuestra que su rol trasciende mucho más allá de lo pedagógico.

"No podemos limitarnos a enseñar contenidos académicos, debemos conocer a nuestros estudiantes a profundidad, inculcar valores, entender sus necesidades y ser capaces de brindarles apoyo en todos los aspectos de su vida. Si somos meros impartidores de clases y no vemos más lejos y en profundidad de la realidad escolar de cada estudiante, en vano estamos trabajando", lo dijo y parecía estar dando una lección a sus compañeros de profesión.

Cuando le pregunté qué significaba el instituto preuniversitario vocacional de ciencias exactas (Ipvce) Luis Urquiza Jorge para ella, no pudo evitar alegrarse: "Para mí, lo más grande. Si bien mis primeros pasos como educadora fueron en la antigua Formadora de Maestros, esta institución se convirtió en mi segunda casa".

Esta pasión hace 11 años se vio oscurecida, pues por problemas personales tuvo que retirarse y presentar la jubilación, pero no tardó ni una semana para que la escuela ya viera en falta la educación y el carácter de Alina; por eso decidieron llamarla y pedirle reincorporarse.

Trato de preguntar: ¿Si tuviera la oportunidad de elegir otra profesión o de comenzar de nuevo... ?, pero no me dejó siquiera terminar la pregunta y respondió sin dudar: "Sí, volvería a ser profesora mil veces porque sé que sin maestros no habría médicos, ingenieros, ni ninguna otra profesión. Somos la base, las raíces de cualquier profesional. Y cada vez que un antiguo alumno me saluda y me reconoce en la calle, siento una satisfacción tan grande y me llena de regocijo saber que dejé mi huella en sus vidas cuando veo la alegría y el orgullo con que el que dicen: 'Mira, la profe Alina'".

Alina no solo vive este evangelio, sino que siempre se esfuerza por dar lo mejor de sí. Ella reconoce que en el aprendizaje hay que reinventarse a diario, pues lidiar con más de 30 estudiantes con realidades diferentes exige dedicación, como dijera el escritor británico C.S. Lewis: "La tarea del educador moderno no es cortar selvas, sino regar desiertos".

 

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