Che Guevara1

Las Tunas.- "Octubre es un mes de remembranzas", pensé hace unos días cuando despedíamos septiembre del calendario. Pensar en grandes hombres siempre conjuga sentimientos; y una trata de extraer de sus vidas las esencias para descifrar el presente, entenderlos en su contexto y dibujar lecciones para el futuro.

Este 8 de octubre, cuando ya el décimo mes discurre, pienso en el Che Guevara, en su maravillosa vida, en sus sueños, ideales; en sus luchas y realizaciones, y en cómo asumir hoy su legado, humano en esencia. Me sucede que siempre que lo pienso regreso al relato infinito de su travesía por "nuestra mayúscula América" y lo veo, otra vez, veinteañero, escribiendo a su madre desde México y casi con los pies en el yate Granma:

"¿Y ahora qué? Ahora viene lo bravo, vieja; lo que nunca he rehuido y siempre me ha gustado. (…) los signos son buenos. Auguran victoria. Pero si se equivocaran, que al fin hasta los dioses se equivocan, creo que podré decir como un poeta que no conocés: 'Solo llevaré bajo tierra la pesadumbre de un canto inconcluso'. Para evitar patetismos pre mortem, esta carta saldrá cuando las papas quemen de verdad y entonces sabrás que tu hijo, en un soleado país americano, se puteará a sí mismo por no haber estudiado algo de cirugía para ayudar a un herido y puteará al Gobierno mexicano que no le dejó perfeccionar su ya respetable puntería para voltear muñecos con más soltura. Y la lucha será de espaldas a la pared, como en los himnos, hasta vencer o morir".

En su estancia en México y antes, en su recorrido por América Latina no le faltaron sus cuadernos y su cámara fotográfica, no obstante el "poco equipaje, piernas fuertes y estómago de faquir", como le diría en una carta a Celia de la Serna. Esa travesía física lo será también en lo intelectual y espiritual, es admirable ver cómo se va conformando un pensamiento y un especial sentido hacia la raíz de los pueblos americanos, hacia su destino que era entonces una búsqueda incesante, desde afuera y hacia dentro.

"América será el teatro de mis aventuras con carácter mucho más importante que lo que hubiera creído: realmente, creo haber llegado a comprenderla y me siento americano con un carácter distintivo de cualquier otro pueblo de la tierra", había escrito en otra misiva a su progenitora, tiempo antes, cuando su andar ya vislumbraba estampa quijotesca. En ese bregar conoció de las turbulencias políticas de la época, el estado miserable de las comunidades originarias en sus propias tierras, y cómo el imperialismo extendía sus tentáculos por todo el continente.

Siempre que regreso a los viajes del joven Ernesto por nuestra América, una admiración y cierta envidia me circunda, ¡cómo quisiera un día tener esa experiencia! ¡Cómo precisa nuestra juventud de ese andar infinito al interior de nuestros pueblos! ¿Cuánto del Che de la Revolución Cubana nació allí? Leer lo escrito por el "furibundo Serna" resulta una experiencia única, es acercarse a la juventud, a la aventura, a la formación trepidante de un hombre nuevo.

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