El 5 de diciembre se cumplieron tres años de la muerte de Faure Chomón Mediavilla, quien fuera durante una década secretario del Partido en la provincia. Así lo recuerda la destacada intelectual cubana, en este testimonio inédito para un libro que sobre el admirado líder escribe el investigador tunero Frank Arteaga Pupo
Las Tunas.- En 1956, Faure y yo transitábamos mundos diferentes. Yo era una joven de "sociedad", sin ninguna experiencia, pero enamorada de José Luis Gómez Wangüemert, hombre aplomado que supo llevarme de la mano para caminar las realidades de mi país, sumido en una dictadura implacable. Por entonces, Faure ya era un gran combatiente, popular por su bravura y muy temido por sus adversarios.
Por Wangüemert conocí a Emilio. Recuerdo que fui a llevarles mi salario porque necesitaban dinero para el alquiler de un apartamento y cuando José Luis nos presentó, quedé choqueada por su seriedad. Dirigiéndose a él, Emilio comentó: "¿De dónde sacaste a esta muchachita?". Y ahí comenzó mi primer enfrentamiento a uno de los tantos interrogatorios que me hizo mi jefe, el comandante Faure Chomón, nombre real que pude conocer después del ataque al Palacio Presidencial.
Lea más: Una década con Faure
Era muy recto, valiente, culto, con un profundo conocimiento del pensamiento martiano, adorador de la historia de nuestras luchas de independencia. Fue uno de los que me guio en momentos difíciles, que aportó a mi vida firmeza y me inculcó fiereza ante lo desconocido. Nuestra relación de amistad fue de mucho respeto, era muy caballeroso e increíblemente cariñoso con sus compañeras. Siempre nos acompañó y jamás dejó de preocuparse por nuestros problemas y los de la familia.
Nunca olvidó el sacrificio y la abnegación femenina en las luchas insurreccionales. Recuerdo que, en 1958, con motivo de los sucesos del 9 de abril, el Directorio Revolucionario lanzó un manifiesto, firmado por él, que en su séptimo llamado a la unidad expresó: "La mujer cubana, que ha sido heroica en este proceso y que ha sufrido tan directamente los horrores de la dictadura deberá estar representada por las Mujeres Oposicionistas Unidas y el Frente Cívico de Mujeres Martianas".
Recuerdo que en los años 60, siendo yo directora del Museo de Bellas Artes, Faure me sorprendió compitiendo en la motoneta por Malecón con mis hijas a cuestas e inmediatamente me detuvo y decomisó la motocicleta, porque decía que me iba a matar de tanto correr. Ese gesto protector, como muchos, siempre se lo agradecí.
Cuando fue nombrado secretario del Partido en la entonces Victoria de las Tunas, vino al Museo Numismático, que yo dirigía, a pedirme orientación y apoyo cultural en su nueva tarea. Muchos fueron los viajes que hice a la provincia. No olvido que vivía en un vagón de tren y para colmo, en el patio trasero había una jaula con un león… nunca entendí qué hacía ahí ese animal y la escena realmente me impresionó.
Lea más: La Universidad, protagonista ayer y hoy
En Las Tunas desarrolló un amplio programa sociocultural, llevó exposiciones de grandes artistas plásticos, músicos de la talla de Adolfo Guzmán, consolidó la Jornada Cucalambeana, fundó peñas, museos, galerías, escuela de arte y, con su poder de convencimiento, persuadió a mi prima, la destacada escultora Rita Longa Aróstegui para construir la Fuente de las Antillas. Este bello y majestuoso monumento es uno de los atractivos que representa a la localidad como Capital de la Escultura Cubana.
Faure Chomón Mediavilla fue un hombre honrado, íntegro y amable. Hasta el último instante de su vida trabajó incansablemente. En cierta ocasión vino a casa para concluir un escrito que estaba haciendo y en un receso, nos sentamos a almorzar. Esa noche yo no había dormido bien y le dije que siguiera trabajando que iba a dormir mediodía. Aunque reír no era su fuerte, asomó una sonrisa, me miró, tomó de la mano y, sin más, dijo: "Natalia, no te olvides que yo soy tu jefe". Ya no está físicamente, pero hasta hoy y por siempre, Faure seguirá siendo Emilio, mi jefe.
