Heydi Yaimé

Puerto Padre, Las Tunas.- Con la llegada de nuevos miembros a la familia surge la más sensible de las disputas: ¿qué dirá primero, mamá o papá? Incluso, algunos abuelos y tíos se aventuran por sus apelativos. Sin embargo, los padres de Heidy Milagro Mayo Morell debieron esperar por tan ansiado momento, dada la no percepción de sonidos por parte de su bebé.

“Cuando la niña tenía 7 meses de nacida nos dimos cuenta de que no oía. Un golpe terrible. Hasta ese momento, le hacíamos gracia y respondía. En el policlínico, la defectóloga verificó la no audición al sonar juguetes a su espalda, sin reacción alguna. Lo siguiente fue hacerle una prueba en Holguín. De ahí fuimos a Las Tunas, al Centro Auditivo, donde le tomaron las muestras para los aparatos. Luego supimos que era una candidata ejemplar para someterse a la operación del implante coclear. Cuando cumplió 2 años de edad la llevamos a la consulta en el hospital pediátrico Borrás-Marfán, en La Habana. Tenía todas las pruebas hechas, pero llegó la covid y demoró el proceso”, con la crudeza de un nudo en la garganta, Yamilé Morell Lafita, madre de la pequeña, comenta el inicio del camino hacia un mayor bienestar de Heidy.

El diagnóstico en la mesa, las decisiones provenientes del alma y la esperanza de mejorar la calidad de vida de esa diminuta persona que había encontrado la luz desde su vientre; los términos médicos, frívolos, aterradores, resultaron insuficientes para sembrar las dudas en Yamilé.

“Todas las operaciones son difíciles, pero debía asumir el riesgo con mi hija por si cuando creciera me preguntara; ¿por qué no lo hiciste? Hay experiencias de otros niños que han vuelto a escuchar y ya son jóvenes con una vida realizada. En la consulta, que es cada tres meses en La Habana, va progresando, pues deben subirle el volumen al equipo. Poco a poco, un paso a la vez”.

De acuerdo con investigaciones científicas, el olfato constituye el sentido con mayor capacidad de rememorar sucesos del pasado. Justo en la nariz desenfunda el olor a hospital, al unísono, los días y pesares, aunque las buenas atenciones siempre destacaron, de aquellos instantes donde dejaba en manos de especialistas una parte de ella durante “seis horas de operación. Heidy se portó bien. Lo relacionado con la anestesia y demás fue perfecto. Yo estuve a su lado todo el tiempo, antes de entrar al salón y después que despertó”.

Con los moñitos la tecnología pasa desapercibida. La infante, detrás de la oreja, encuentra las puertas abiertas para descubrir los susurros del mundo exterior.

“Ha aceptado bien el implante. Se pone el equipo, lo pide por la mañana para ir a la escuela porque a ella le encanta el aula. Con los niños se relaciona, disfruta y comunica sin problemas. Aunque está hablando poco, ya escribe y aprendió a decir papá, mamá, pipi y pan, lo cual es un gran avance. Al principio lloraba porque no entendíamos lo que quería decir. Eran horas dando gritos y hasta yo también lo hacía al no poder ayudarla. Una desesperación terrible”, la gratitud asalta el rostro de una mamá que, a la vista del amor, transforma el auricular en la tiara de una princesa.

Heidy, con esa naturalidad indescriptible, desborda alegría con la complicidad de su contraparte, Meilin. Sobran las palabras, las miradas delatan la confabulación de las pioneras, quienes sin tener conciencia de ello, disfrutan del mayor tesoro posible: la amistad.

“El primer día que la vi fue en prescolar y comencé a ayudarla. Empecé con las señas para que me entendiera. Siempre ha sido inteligente y me siento contenta cuando aprende”, cuenta Meilin, mientras unas tijeras simuladas por dedos, le “cortan” el cabello. Del otro lado, Heidy, sonriente, invita a la felicidad a través de juegos.

Heidy

Para la licenciada Yaquelín Carralero Cruz, maestra de Enseñanza Primaria en el centro educacional Osmare Toledo Bermúdez, “ha sido muy complejo porque es la primera vez que me enfrento a un alumno con estas condiciones, lo que trae consigo mucha autopreparación, además de necesitar ayuda de la logopeda y psicopedagoga.

“Hemos encaminado el trabajo para que se desarrolle y adquiera conocimientos, que es lo esencial. Nunca quiere quedarse detrás, busca estar a la par con el resto. Al realizar de manera correcta algún ejercicio, sin mandarlos, sus compañeritos la aplauden y felicitan, eso habla de la aceptación del grupo”.
Al igual que esta villazulina, en Cuba, entre 70 y 80 niños necesitan anualmente de esa intervención quirúrgica en aras de obtener la rehabilitación lingüística e integración social. A lo largo de 25 años, el Sistema de Salud en la Isla no ha escatimado recursos para bordar en sonidos la fortuna de pequeños con grandes sueños. Ángeles de batas blancas consuman el milagro.

Escribir un comentario

Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Código de seguridad
Refescar