Captura documental Apocoop
Jobabo, Las Tunas.- Bajo el sol del mediodía, y con el rostro y el cuerpo bañados de sudor, es difícil pensar en soluciones para resolver este o aquel problema. Pero, si algo tiene claro Raúl Espinosa Cañete es que su futuro está ahí, sobre esas tierras.

Son casi 10 hectáreas que estaban en desuso y las asumió en usufructo porque- como ingeniero agrónomo- es un convencido de lo mucho que puede parir el suelo cuando se le cuida y se le maneja de manera adecuada.

A la sombra de un árbol o mientras descansa en su hogar hace cálculos, planifica la rotación de los cultivos y diseña sus estrategias para incrementar los rendimientos, a pesar de que faltan muchos recursos y la sequía lo afecta seriamente.

"Yo tengo muchas cosas por hacer y lo primero es sacar a la tierra todo el provecho que se pueda. Sé que hay dificultades con los recursos; pero por eso mi empeño es mayor y dedico más tiempo a estas tareas, siempre tratando de solucionar los problemas.

"Lo más difícil es la sequía. Prácticamente estamos sin agua porque las reservas del pozo están muy deterioradas y eso nos obliga a regular la turbina, para que hale solo al 50 por ciento de su capacidad y eso va en contra de los cultivos.

"Tenemos la idea de hacer otro, lo que ha sido imposible. Sé que actualmente cobran mucho dinero por abrirlo; pero, todavía no hemos conseguido quién lo haga".
Raúl acumula suficiente experiencia en los cuidados a la tierra; sin embargo, asegura que "uno no se lo sabe todo y cada día se aprende algo nuevo". Así lo comprueba en el diplomado del Proyecto de Apoyo a la Intercooperación Agropecuaria, Apocoop.

"Apocoop ha sido algo muy novedoso y en el curso he aprendido cosas que desconocíamos, leyes que existían y no se estaban aplicando, alternativas para la atención a los cultivos, medidas para la conservación de los suelos…

"Aquí trato de llevar esos conocimientos a la práctica. También me he propuesto transmitírselos a los demás campesinos de la cooperativa de créditos y servicios Osvaldo Figueredo, del municipio de Jobabo, y especialmente a los de la zona de Martinillo, donde están mis tierras". 

Junto a su familia, ha hecho lo impensable por mejorar los suelos y, por consiguiente, las siembras de plátano, tomate, cebolla, fruta bomba y pepino. Entre todos logran que las semillas germinen y ese verde que nace se convierte en esperanzas de buenos frutos.

No es para menos porque en su quehacer cotidiano está el homenaje a su mamá. La finca La Eva lleva su nombre y por eso todos se empeñan para que funcione como un reloj, sobre todo que las plantas crezcan sanas y que los productos lleguen al pueblo.

"Estamos desarrollándola con mucho amor, con la confianza de que las cosechas serán abundantes. Aquí se aplica la ciencia y la técnica y un resultado concreto es que recogí unos siete sacos de ajonjolí; extraje el aceite para la alimentación humana y usé la torta para los animales.

"Me siento un cooperativista con potencialidades para seguir produciendo. Solo me limita el agua; pero, tengo a mi familia, un caballo y una yunta de bueyes. Con eso saldremos adelante". 

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