Barbarita 1

Las Tunas.- Incuestionablemente le gustan las flores. Me inclino por las exóticas. Al lado de la ventana, en la jardinera frente a su apartamento, un cactus de espinas largas y llamativas flores blancas recuerda que esta planta simboliza el equilibrio energético y atrae buena suerte, según el Feng Shui. En su portal balcón crece, en un macetero, la llamada corona de Cristo de color rojo, también con ese atractivo misterioso que la envuelve.

Habla pausada, pero la fuerza de su voz y sus razones destacan entre el gesto y esa femineidad suave que distingue a Giselda Bárbara Mir Sanabria, Baby o Barbarita para todos. Una mujer en la que lo natural es exigirse a sí misma para, después, pedirles entrega y casi perfección a los demás. No siempre es bien querida por ello y uno que otro desencuentro la persigue. Aun así, no se da el lujo de que escape la justicia y lo correcto ande cojo por ahí.

Abril, mayo o el día de más bajo perfil es una mezcla compacta y profunda de sentimientos para ella, una entrega de tenaz sacrificio. La jubilación reciente constituye una fortaleza. Sus alumnos y compañeros de la Universidad saben del conocimiento y la pertenencia, de sus valores.

La labor de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y la Federación de Mujeres Cubanas ahora, con apremio, necesitan de las manos abiertas de sus líderes. Y la primavera nunca deja de ser de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), que le reconoció sus entregas incondicionales con numerosos certificados a través de los años de ejemplar militancia, entre los cuales resalta el Sello Laureado de la UJC.

Cada momento puede ser un amasijo de trabajo, alegrías y tristezas constantes. Jamás olvida la pérdida de su hijo mayor, un joven oficial del Ministerio del Interior, quien, con 28 años de edad, en una guardia de servicio, fue víctima de un homicidio por imprudencia. Los días de Girón, de uniformes verde olivo, de encuentros casuales en la calle con jóvenes como él aprietan más fuerte los nudos alrededor de la garganta, más cuando la sacude la reciente muerte de su esposo.

Empero, otra vez, Baby rearma sus cristales rotos y es como aquella niña, quien nació el 5 de diciembre de 1958 en el municipio de Amancio, amante de la playa y de sus maestras. O la que disfrutaba de las reuniones familiares, correteaba alegre por el círculo infantil Roberto García Blanco y fue lucero del carnaval infantil.

Recuerdos que dibujan una sonrisa en su rostro y lo iluminan, para desdibujar esa huella de nostalgia que parece acompañarla siempre, pero que desmiente su férrea voluntad de mantener activo, como presidenta por largos años, su CDR 4, de la Zona 268, en el Consejo Popular 18, de esta ciudad.

-Tesoros que guardas en tu memoria  

“Mi Enseñanza Primaria. Nunca olvidaré la Escuela 13, Comandante Fajardo, donde cursé parte de esta enseñanza y, luego, en la 5. Siempre amé a mis maestras. Por un llamado de Fidel que pedía la formación de maestros, al concluir el sexto grado, fui a estudiar magisterio al Caney de las Mercedes, en la provincia Granma”.

Otra vez queda quieta, pensativa, como si fuera hasta allá, a la histórica ciudad, cuna del himno de Bayamo, donde también apostó por dar lo mejor de sí para formarse como educadora y convertirse en una mujer hecha y derecha. Regresa triunfante a su “Amancio” del cariño y acuñador de sueños y metas, de realización.

“Trabajé como maestra primaria en la Escuela 13 y fui directora del Movimiento Juvenil en la ‘Arsenio Yero’. Regresar a ‘Amancio’ fue algo hermoso para mí, sobre todo, cuando un tiempo después por solicitud del Gobierno y la dirección de Educación, me trasladaron para dirigir el círculo infantil Roberto García Blanco. Fue un orgullo trabajar allí, donde me crie”.

-El día después…

Metas es una palabra constante desde pequeña. Cada día era un nuevo reto para el mañana.

“Seguí estudiando y me gradué de licenciada en Educación en 1989, en la especialidad de Historia y Ciencias Sociales. Nos mudamos a esta ciudad y laboré en diferentes centros. En todos, cumplir con responsabilidad y amor mis tareas fue siempre algo sagrado y constante.

“Fui subdirectora por varios años de la escuela de oficios Ramón López Peña, al tiempo que impartía clases de la asignatura Fundamento de los Conocimientos Políticos. Desde 1996 hasta el 2001, fecha en que paso al Politécnico de la Salud, soy profesora de la disciplina de Estudios Sociopolíticos. En esta etapa pasé un curso de actualización política en la escuela superior del Partido Ñico López.

“A partir de este momento me desempeñé de jefa del Equipo Municipal de Opinión del Pueblo en el Partido a esa instancia. Aquí estuve más de 20 años de mi vida. En el 2001, cuando dejé el Politécnico, fui a trabajar a la Delegación del Citma como asesora en Política de Cuadros y, en el 2007, me traslado a la Universidad Vladímir I. Lenin.

“Esta labor es intensa y muy gratificante. Comienzo como profesora educativa en la residencia estudiantil. Posteriormente, ocupo la responsabilidad de subdirectora para el trabajo educativo”.

Y entre tantas tareas que no permiten un después, Barbarita -como la llama la mayoría- estudia y se supera, alcanza los títulos de profesora auxiliar y máster en Dirección.

No es de extrañar entonces que muchísimos diplomas, certificados, sellos y medallas devuelvan, desde lo moral, esa entrega infinita de la educadora y militante del Partido ejemplar, a la mujer sin tiempo, a la madre y abuela maga, a la federada y cederista perenne y la revolucionaria de cepa, a pesar de que su alma ande en esa lucha constante por acorralar la tristeza que le traen ausencias insuperables, como la pérdida de su hijo y, hace muy poco, la de su compañero de vida.

La mesa de su modesto apartamento nos muestra los momentos que le iluminaron los ojos en instantes muy duros, en los que solo la voluntad del compromiso y el ser ella, por encima de todo, la echaron a andar… Siento que hablan de eso sus tantos estímulos, en los cuales destacan el de Vanguardia Provincial de Educación y la “Rafael María de Mendive”.

-Hasta luego bonito 

No es dada a la vanagloria, sí a la sinceridad. Tampoco gusta hablar de sí misma. No hace falta. Los hechos lo dicen todo, aunque el pecho necesita lavarse de las lágrimas que guarda. Quizás por ello el abril de flores y la primavera la sacudan. Dos seres muy queridos se fueron entre la lluvia y los colores reverdecidos de la temporada.
Empero, la existencia siempre trae esperanzas y hace que los tonos grises blancos eclipsen al negro. A ella la vida la premió con este sortilegio y, recientemente, una enorme alegría y el abrazo colectivo espantan la nostalgia… llora de otra manera.

“Decidí descansar…”

Calla. Fija la mirada en un punto indefinido del pedazo de cielo que se deja ver por el espacio de la puerta de la sala. Dos bonitos y elocuentes cuadros reconocen los esfuerzos de sus últimos años de trabajo. Uno habla de sus más de 30 como cuadro en la Universidad de Las Tunas y, el otro, por los 15 dedicados a la formación de los jóvenes en la residencia estudiantil.

Justo la primavera quiso compensarla y entregarle el abrazo y los besos de los cientos de universitarios tuneros a quienes educó desde el amor leal de la Pedagogía, les mimó en los trances cotidianos que necesitan apoyo espiritual más que regaños y les mostró el camino salvador de las esencias martianas.

Igual va ahí el respeto y cariño de sus compañeros de la gran casa de altos estudios, quienes transmitían el sentir de una comunidad que la vio crecerse como Quijote en etapas de serios problemas familiares, los cuales nunca la alejaron de sus obligaciones. O la admiración por su actitud durante el tiempo en que su hijo Idemaro, el joven cirujano que la llena de orgullo y vitalidad, cumplió misión en Venezuela y le tocó ser timonel de todo, sin dejar de cumplir con sus tareas medulares.

Y es que Barbarita es sencillamente una mujer de mayúscula. La mano recta tendida. La ternura en silencios y voces. Un pedacito de los sueños bravíos de su natal Amancio y ese coraje infinito que gravita sobre su isla grande y el terruño que un día bonito la acogió para bien… “Las Tunas querida”. Es, sin falseada metáfora, la flor blanca, especial, que nace entre las espinas del cactus que adorna su ventana como el más puro de los lirios.

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