Las Tunas.- Han pasado 13 años de la muerte de Alexis Pérez Sánchez (el Gordo), colega y amigo de los buenos que dejó de existir repentinamente, cuando la madurez profesional lo convertía en uno de los mejores exponentes de los periodistas tuneros, siempre con el criterio al hombro, siempre polémico.
A pesar del tiempo todavía es difícil, en extremo, aceptar que Alexis ya no está, que no me llame, que no nos veamos en la Casa de la Prensa, o en la Radio. En el programa de debate Primer día, por ejemplo, fueron varios años discutiendo temas peliagudos, y cuando comenzábamos a hacer la prueba de mesa sobre el debate de turno, formábamos nuestras buenas discusiones, porque él era de los que defendían sus criterios hasta el final.
A finales de julio y principio de agosto del 2010 pasamos días aciagos. Alexis había tenido un dolor en el pecho y lo ingresaron en la sala de Terapia Intensiva del servicio de Cardiología del Hospital General Docente Ernesto Guevara. A los tres días lo pasaron para Intermedia y fui a verlo. Allí conversamos largo rato de la vida, pero sobre todo de nuestra apasionante profesión. En sus ansias estaba el regresar lo más rápidamente posible al programa radial, al periodismo; él era de los que ejercían el criterio todos los días.
Dos días después, pensando que le habían dado de alta, lo llamé a la casa y el hijo me dijo que estaba en Intensiva porque había sufrido un infarto, pero aun así, en estado grave, tuve la certeza de que no iba a morir. En efecto, rebasó su dolencia y nuevamente en la sala de Intermedia me comunicaron que lo llevarían al Cardiocentro de la ciudad de Santa Clara. Como no pude ir a verlo el día antes lo llamé por teléfono y con mucho optimismo me contó que estaba bien, tranquilo, confiado, que lo llevarían para hacerle una coronografía, ver la conducta por seguir y de paso limpiarle una de las válvulas del corazón. "Sé que voy a ir y a regresar bien porque mis dos pequeños nietos son mi vida y me inspiran a vivir", me dijo. Entonces le di ánimo y le contesté que me iba con él, a lo que me respondió: "Y yo a ti te llevo en el corazón".
Tres o cuatro días después llamé a Elbita, su esposa, para preguntarle si le habían hecho la prueba y con alegría me dijo que todo había salido bien, que regresaba ese mismo sábado por la tarde; y cuando lo llamé por la noche estaba contento y quedamos de vernos al otro día.
El domingo siguiente, después de terminar Primer día, fui a su casa. Luego del abrazo lo primero que me preguntó fue por el tema tratado, por los detalles. Hablamos por un buen rato, me contó de la esmerada atención en el Cardiocentro santaclareño, de la excelencia de la medicina cubana, del alta recibida, de su vida normal después de un descanso y de regresar al programa lo más rápidamente posible, lo que en verdad nos hacía una falta tremenda.
Durante la semana platicamos dos o tres veces. El viernes por la noche, el Gordo andaba por Facebook, y al ver unas fotos que su amigo Yaciel Peña había publicado de la pequeña y preciosa hija de Yaimara Cruz, otra de nuestras panelistas, Alexis le escribió a Yaimara lo que quizás fuera lo último que hizo en la red social: "Linda, muy linda... Debes prepararla para Primer día. Beso a las dos..." ¡Era obsesión lo que tenía con ese programa, pues se sentía realizado denunciando lo mal hecho!
Yo me fui a la cama después de ver una película y extrañamente me desperté por la madrugada, sin precisar la hora, cuando generalmente duermo la noche entera, pero volví a tomar el sueño y el teléfono sonó aún de noche.
Como estaba de vacaciones y era sábado no había puesto el despertador automático. Al despertarme, enseguida pensé en eso, tenía la costumbre de que cuando sonaba el teléfono a las 5:30 de la mañana descolgaba el auricular y lo colgaba inmediatamente, por lo que me di cuenta de que era una llamada, y una llamada por la madrugada casi siempre supone una mala noticia. Contesté con el corazón en la mano, y conocí la voz de Gerardo González Quesada, el entonces jefe de Información del semanario 26, quien me preguntó: "Migue, ¿estás despierto?", para decirme a rajatabla: "Alexis acaba de fallecer".
Fue como si me hubiesen dado corriente en el cuerpo. ¿Cómo era posible si Alexis estaba bien? No, no era verdad, tenía que haber una equivocación, pero Gerardo me confirmó que por lo que escuchó había tenido un ataque cardíaco y todavía estaba en el hospital.
Eran las 5:00 de la mañana, y enseguida llegaron otras llamadas de amigos para confirmar la cruda realidad: el Gordo se había despedido de la vida sin avisar y después supimos que fue por una descompensación súbita de la diabetes que le provocó el paro cardíaco.
Así, de esa manera absurda, triste, cruel, Alexis se nos iba, con sus 58 años de entusiasmo y entereza, en medio de tantos planes, de tantos sueños, de tantas metas personales y profesionales.
Así, se fue mi amigo de más de 20 años, con quien discutía en lo profesional y algunas veces en lo personal, pero a quien me unía una hermandad inquebrantable, porque el carismático Gordo era irremediablemente bueno, servicial, amigo leal.
Y termino este triste relato con lo mismo que dije aquella mañana del domingo 14 de agosto del 2010 en Primer día, a modo de un pequeño homenaje del colectivo, cuando su cuerpo sin vida aún estaba en la funeraria: "No porque te hayas ido tu voz se apagará; por el contrario, siempre estará con nosotros en las discusiones francas, en el debate sobre los temas que preocupan a la población".
