Estrella Arcos Luque

Las Tunas.- Para Estrella Marina Arcos Luque no existe la derrota. Lo afirma desde la determinación que dan sus años, dedicados, en su mayoría, a la obra de la Revolución y al amor incondicional a sus dos hijos, el orgullo de su existencia.

Dice que lo aprendió de niña, allá en el bohío de guano y piso de tierra donde nació y en el que su padre, a quien considera responsable primero de su amor a la Patria y a la lectura, le hablaba de la unidad como esencia de victoria y le inculcó que es la cultura el camino para avanzar, siempre.

Estrella tiene una memoria prodigiosa que luce en la conversación constantemente, de una manera muy natural. Ella la cuida porque se sabe poseedora de un gran don, por eso escribe de sus vivencias y llena cuartillas y más cuartillas de recuerdos mientras se informa por cuanta vía le es posible: "Trato de estar al día en todos los triunfos de mis hijos y de mi Patria". 

Tiene en el recuerdo, como una fotografía, la mañana aquella del Primero de Enero de 1959 y cómo su papá compuso una décima a lápiz, en una hoja de papel, porque sabía que llegaba un tiempo de luz, transformación, armonía.

Con su padre fue a los carnavales de la libertad, allá en Holguín, y también a la primera celebración del Día Internacional de los Trabajadores en Revolución. La familia llegó a Las Tunas el 10 de octubre de 1962, para que él administrara el tejar Libertad, y aquí han sido semilla y razón.

Vio a su madre crecerse desde el amor por todos sus hijos; incluso, cuando la muerte de uno de ellos, Alberto, caído en el combate de La Gallina, la dejó rota, y supo robustecerse en el orgullo más intenso, ese que nadie le pudo arrebatar.

Estrella se fue a Minas de Frío y se hizo maestra Makarenko. Ahora sonríe mientras recuerda que le dieron el carné de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) el 31 de julio de 1966, en la cima del Pico Turquino; un día memorable, como tantos otros en el andar de su vida.

Fue profesora de la Escuela del Partido. Tiene varias medallas que luce siempre con gallardía. Gusta de hurgar en la historia local y, muy especialmente, en todo lo que tiene que ver con su familia y la entrega ilimitada de sus vidas. Declama poesías hermosas, algunas salidas de su propio ingenio, y es lectora furibunda de cuanto sienta que la puede hacer entender mejor estos tiempos complejos que exigen todo el amor posible para Cuba.

Su historia, me dijo, "no tiene nada de extraordinaria"; por eso me habló varias veces de su hermano muerto, de sus hijos obreros, de las tantas cosas que le rodean y ella considera mayores a sí misma, a sus empeños.

Pero Estrella es una madre cubana; parte de la generación que creció con la Revolución y se ha sacrificado como pocas por la obra colectiva.

Su voz es también un homenaje a quienes, como ella, han alfabetizado, se han formado desde el sacrificio personal y todavía andan entre nosotros, diciendo que sí es posible un país mejor y luciendo las canas que son la entrega de sus vidas.

Conocerla recuerda a Martí: "Haga hombres, quien quiera hacer pueblos". 

 

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