Istvan periodistaLas Tunas.- Gabriel García Márquez decía que “el periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja de que siempre gana la máquina y la desventaja de que no se permite tirar la toalla”. No era casualidad que el “Gabo” pensara así, pues, con toda una vida dedicada a desandar los laberintos reporteriles, sabía muy bien que, aunque aciertes mil veces, si fallas un tiro, el público no lo perdona, pero sabía también que es imposible abandonar esa lucha eterna por ganar la confianza de quien te lee.

No es fácil, nunca lo ha sido, ser periodista. Para dedicarte a este trabajo no basta con dominar las herramientas y los lenguajes más innovadores, o ser una persona muy introducida en la vorágine de la noticia. Para ser un buen periodista primero debes ser una buena persona, tienes que ser invariablemente honesto y poseer suficiente conocimiento y memoria histórica para saber (o descubrir) de dónde viene el origen de cada problema.

Para ejercer el llamado “mejor oficio del mundo” debes mantener el vicio de los ojos muy abiertos y pensar siempre en la utilidad de las historias que decides contar. Antes de publicar cualquier material hay que preguntarse si esa información es de interés público y qué aportarás con él, porque la función social de nuestro trabajo es su misión más valiosa.

Resulta indispensable, además, convertir en propios los objetivos por los que generaciones de periodistas en todo el mundo, mujeres y hombres, han luchado durante siglos: el derecho a la información y la comunicación, el rigor metodológico para investigar los hechos, la pasión por el arte de cuestionar y la habilidad de orfebre para saber explicar.

En nuestro país, a pesar del respaldo institucional, el reto es mayúsculo, porque como advirtió el decano de la prensa cubana, Julio García Luis, “se puede cambiar el periodismo sin cambiar el socialismo, pero no se puede cambiar el socialismo sin cambiar el periodismo”. De ahí que, en medio de una gran hostilidad mediática, en la que se pretenden posicionar medios privados con una agenda oportunista, es indispensable que el sistema de prensa revolucionario sea cada día más transparente, más abierto. Para lograrlo debemos ser audaces.

La prensa en un país como el nuestro, y sigo citando a García Luis, no puede ignorar que la vida de nuestra Isla ha dado un vuelco extraordinario. Hay un pluralismo de intereses creciente, expectativas no satisfechas, hay una parte de las generaciones jóvenes que se tornan por momentos dolorosamente impermeables al discurso tradicional, hay canales alternativos de información cada vez más socorridos, hay actitudes de cansancio y pérdida de esperanzas.

Sin embargo, los medios de comunicación siempre tienen un papel clave en situaciones de crisis, y ahora resultan cruciales, porque nuestra gente necesita más que nunca información contrastada y verídica: un gran reto y al mismo tiempo una oportunidad para ejercer un periodismo responsable. Es el momento ideal para mostrar que nuestro trabajo es un bien de servicio al público, capaz de contribuir a la formación de audiencias críticas y bien informadas, de propiciar la cohesión en vez de polarizar, y de demostrar que puede ser un contrapeso sólido frente a la fragmentación que abunda en las redes sociales.

Para ello es preciso mantener, y en algunos casos recuperar, la confianza de los públicos. Sin embargo, no se mantiene por sí misma, hay que cuidarla con prácticas basadas en el respeto y la sensibilidad, porque una vez perdida es difícil restaurarla. La esperanza es muy necesaria hoy, pero debe estar soportada en datos y hechos, no en optimismos vacíos.

Ya sabemos que nuestra labor no es perfecta. Cada jornada resulta una batalla contra el secretismo, los silencios informativos, el triunfalismo y cualquier distorsión de los procesos comunicativos que perjudique la autoridad social de la profesión, pero su futuro depende de nuestra capacidad de perseverar, de ser éticos y oportunos, no ante el espectáculo de un clic, sino ante la necesidad de información sobre lo socialmente importante.

¿Una rendija de confianza? Me gusta pensar en un oficio que brinca las escaramuzas con amor, rectifica sus errores con humildad, emprende y da fuerza a esa regla de oro de la comunicación que es escuchar a todos. Así, poco a poco, llegaremos más cerca del corazón de esa audiencia que nos desvelamos por conquistar, y, sobre todo, no estaremos desaprovechando el privilegio que tenemos en nuestras manos de poder cambiar algo cada día.

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