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Las Tunas.- Cuando te preguntan si estás dispuesto a ir a un centro de aislamiento para atender a personas sospechosas de padecer la Covid-19, solo tienes dos opciones: negarte o dar el paso al frente. Leobany Suárez Pupo, estudiante de segundo año de Licenciatura en Educación Geografía, no olvida el lunes que recibió una llamada telefónica que lo convocaba a integrar la brigada de valientes, en el primer hospital de campaña habilitado en la Universidad de Las Tunas.

“Me llamó la secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas, Yuniela Comendador, para preguntarme si estaba dispuesto, y yo solo hice dos preguntas: ¿cuándo? y ¿cómo? Ella me dijo que fuera a la Universidad, porque teníamos un contacto con la rectora. Cogí la bicicleta y le dije a mi mamá que tenía que ir a una reunión. No le comenté más nada”.

¿Qué te impulsó a tomar esa decisión?
“Cada persona tiene en sus manos la elección de poner en práctica el valor más sublime que existe: humanismo. Y no hay mejor momento para hacerlo que en estos tiempos de tempestad, muerte y horror. Decidí dejar atrás la seguridad y las comodidades de mi hogar, para sembrar un poco de amor y esperanza en el centro de aislamiento de la Universidad de Las Tunas”.

¿Cuál fue la reacción de tu familia?
“Cuando llegué a mi casa y le conté a mis padres, me preguntaron que si estaba seguro de mi decisión. Yo les dije que sí. Mi mamá me ayudó a recoger para que todo estuviera listo y mi papá me repitió varias veces que me cuidara mucho. Dos días después de aquella reunión con la rectora ya estaba junto a mis compañeros en el campus Lenin. Llegué nervioso, ansioso. Es muy difícil verse allí por primera vez”.

De tu experiencia en el hospital de campaña, ¿qué momentos recuerdas con más satisfacción?
“No olvido el día en el que le alcancé una mesa y una silla a un anciano discapacitado para facilitarle la alimentación, ni las tantas veces que llevé puntual, a una madre, el agua caliente y la papilla para su bebé. Pero el momento de mayor orgullo es cuando terminas tu labor en el centro y los pacientes te aplauden. Hay que vivirlo para saber lo que se siente”.

¿Cómo te contactaron la segunda vez?
“No. La segunda y la tercera vez yo me ofrecí ir voluntario. El conocimiento de las medidas de protección y seguridad hacen que el proceso sea menos complejo. Aun así el trabajo allí es fuerte, son 10 días de mucho sacrificio, pero siempre hay tiempo para una sonrisa. Nos convertimos en una verdadera familia”.

¿En qué medida el cumplimiento de esta extraordinaria tarea ha cambiado a Leobany?
“El día a día en el centro de aislamiento, tratando de hacerlo cada vez mejor para propiciar tranquilidad y bienestar a los pacientes, todo ese esfuerzo me hizo crecer mucho. Hoy me miro al espejo y veo a un verdadero valiente que no se detuvo ante el temor al contagio. Me siento satisfecho porque he aportado mi granito de arena en esta batalla tan difícil.

“He estado en el campus Lenin en tres rotaciones distintas y eso ha hecho de mí un mejor ser humano. Le doy gracias a mis padres por apoyar siempre mis decisiones y a mi Universidad por contar conmigo. El día en que necesiten de mí otra vez, sin dudas, allí estaré”.

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