nacho1Nacho agradece la atención tanto a él, como con su familia.

Las Tunas.- Quizás para muchas personas en Cuba el pasado 11 de julio rayó definitivamente en lo “singular”, pero Nacho tiene la fecha atravesada en la mente, como preludio de lo que serían los días venideros: una trampa entre el miedo, la zozobra y, sobre todo, la impotencia… Esa tarde fue remitido al centro de aislamiento Los Cocos, donde estuvo recluido por más de 10 días en franca pelea contra la Covid-19, aunque ese no fue, y por mucho, el flanco de donde vinieron sus mayores angustias.

“Recuerdo que en la mañana sentí un dolor fuerte en la espalda. Me puse a pensar qué había estado yo haciendo, pero un rato después dejé de prestarle atención hasta que se me coló un malestar, como un pinchazo, detrás de los ojos, en una parte imprecisa de la cabeza. Con eso no pude lidiar y fui rápido al policlínico Gustavo Aldereguía. El test de antígeno se coloreó enseguida en mi contra y por primera vez me enfrenté al temor de haberme contagiado con el coronavirus.

“Se me unió el cielo con la tierra, en cuestión de segundos. No precisamente por padecer de hipertensión arterial o ser gotoso. A esas alturas yo solo pensaba en que mi hijo de 8 añitos se había pasado el fin de semana en mi casa y habíamos dormido en la misma cama. Oiga, ahí supe que el remordimiento y el miedo ajeno es más duro que cualquier enfermedad, no hay cabeza que resista.

“No tengo ni idea de cómo o dónde me contagié. Ahí mismo intenté precisar la fuente, pero hasta la fecha no he podido dar con ella. Me llevaron para Los Cocos ese propio día. Allí, para ser justo, la atención fue privilegiada, el lugar limpio, confortable, el personal atento. Yo no tengo queja alguna. Ahora, lo que me tocó pasar no fue fácil, porque esta enfermedad se las trae…”.

nacho2Ignacio Velázquez Cutiño (Nacho para sus amigos) me cuenta que en sus 11 días de aislamiento dio positivo a cinco pruebas, tres PCR y dos test rápidos. “La enfermedad se me pegó que no había manera de que me soltara. Normalmente, a los pacientes le ponen tres dosis de Interferón y a mí me tocaron cinco”.

Confiesa que tuvo fiebre, desmayos, vómitos; que los días, encerrado entre cuatro paredes, con doble nasobuco y miedo clavado hasta la médula, son una pesadilla que de vez en vez le regresan a la mente. “La depresión es de las cosas más tremendas que deja la Covid-19, esas secuelas son más difíciles de borrar”.

EL MIEDO POR LOS OTROS

“Me fui al aislamiento hecho trizas. La cara del niño no se me borraba del pensamiento. A los tres días en Los Cocos supe que lo había contagiado. Me contaron que había dejado de comer, su mamá lo llevó a sobar, pero le insistí que lo llevara al hospital. Cuando le hicieron las pruebas dio positivo. Ahí de verdad que se metió un dolor de cabeza que no tenía alivio.

“Enseguida supe que el resto de mi familia también estaba mal. Mi mamá tiene 73 años y se había quedado muy deprimida y temerosa por mí. Yo se lo había visto en los ojos. Mi hermana cumplió 54 años, pero padece de retraso mental y necesita ayuda constante. El cuadro es complejo, imagínese, en medio de un virus letal y la cifra de fallecidos en aumento. Es difícil explicar todas las ideas que me pasaron por la mente, la impotencia de no estar en mi casa, la culpa de llevar la enfermedad…

“Mi mamá se desmayó varias veces, la última caída le provocó una fuerte conmoción en la cabeza. Decidieron ingresarlas por su seguridad y porque no había otro remedio. Mi hermana en toda su vida no había estado nunca hospitalizada. Se puso muy nerviosa, se descompensó enseguida”.

Nacho narra los momentos de incomunicación con un nudo conocido en la garganta. “En esos momentos no funcionaba la Internet, yo no sabía dónde estaba mi familia, que había pasado con ellas, nadie podía decírmelo y lo peor, yo estaba seguro de que ellas me necesitaban”.

Gracias a una vecina finalmente se enteró que ambas habían sido ingresadas en el hospital Guevara, en una sala para pacientes con Covid-19. Allí empezaron a medicarlas, a ponerles sueros, y lograron rebasar su delicado estado de salud.

“NO LOS CONOZCO, PERO LES DEBO LA VIDA”

Apenas tuve el teléfono de la sala empecé a llamar constantemente. Debo confesar que no estuve tranquilo hasta que no hablé con el doctor Roberto Carlos Hechevarría, neumólogo y de los seres humanos más especiales que yo conozco. Y digo lo conozco, porque aunque no lo he visto en mi vida, hablé más de 20 veces con él, me explicaba con detalles la situación de mi familia, me dio esperanza, se comportó como familia y eso me ha dejado una deuda que no sé cómo corresponder.

doctor robertoOtros pacientes, igualmente agradecidos, nos hicieron llegar esta imagen del doctor Roberto Carlos.“Con mi familia fueron excepcionales. Mi mamá me cuenta que a ambas les ayudaban a alimentarse, que a mi hermana por su condición la bañaban, la aseaban. Dice que una noche, mi hermana se despertó en la madrugada sobresaltada, ella, que casi no podía caminar, intentó auxiliarle y el mismo médico se lo impidió y se hizo cargo de la situación.

“Sé que en estos momentos el doctor Roberto Carlos está ingresado en el 'Guevara', porque se contagió con la Covid-19. Sé que no soy el único agradecido, que mucha gente le debe la vida, pero él y las enfermeras Yazmina Reyes y Yosmary Sánchez merecen el respeto mío y de todos los tuneros. Si algo bueno me ha dejado la pandemia es un agradecimiento enorme a personas que nunca he visto, que no las reconocería si se me cruzan en la calle, pero que al menos yo, les debo la vida”.

Al término de la entrevista, Nacho me hizo una petición singular. Él quiere guardar la publicación, para cuando termine la pandemia, “porque esto pasará”, llevarla al hospital Guevara y compartirla con el personal sanitario que con tanta profesionalidad “destrozó” al virus. Él quiere ponerle rostros a su agradecimiento.

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