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Las Tunas.- Amalia y Alejandro se quedan este fin de semana en la casa de papá. Lo dice la mesita de la sala puesta en un rincón para que no entorpezca las carreras de carros; también el dulce de leche que hizo la abuela Martha y el tapón del lavamanos, que fue puesto a buen resguardo, luego de que en la última visita Amalia hiciera una piscina para sus muñecas en el baño.

Esos días en que mamá tiene guardia en el hospital o trabaja hasta más tarde, la casa paterna está más reluciente, aunque haya tapas de pomos por el piso, muñecos lanzados al aire y deban ponerle candado a la reja porque a Alejandro nadie le gana escaleras arriba. Todo el universo se trastoca con las travesuras infantiles y el lenguaje de la alegría.

Amalia y Alejandro, a su corta edad, ya tienen la experiencia de un padre presente, único e irrepetible. No comparten el mismo hogar; sin embargo, comparten el calor del corazón, pues él entiende el valor de su influencia, el papel indispensable que debe jugar en la formación de sus retoños y que el mejor legado que puede proporcionarles es un poco de su tiempo cada día.

Como su caso, son muchos los que disfrutan de la paternidad desde la emoción de un test que resulta positivo, desde el ultrasonido que anuncia que será una niña; desde el entusiasmo de las primeras sabanitas para acurrucar al bebé. Son muchos los que sueñan el futuro de su hijo, el color de pelo, de ojos, el carácter y sienten desde fuera, asombrados, las pataditas, los movimientos, los latidos. Y los vemos tocar la barriga de mamá como piedra preciosa, intentando desentrañar el hermoso misterio que se gesta dentro.

Él no necesita muchas palabras para expresar lo que siente, y aunque ha cometido errores de esos que dejan cicatrices de vida, le han ayudado a ser más sabio y a tomarse el mundo con calma. Así, cuando los mira, levanta la ceja y sonríe, pues sabe que todo estará bien.

Abundan tantas historias de padres como hijos hay en el planeta. Están los que como fieras protegen y escoltan firmes a todas partes, aun cuando "la niña" ya es una mujer con familia incluida. Otros, por diversas causas, decidieron encauzar su andar en otras geografías y añoran reencontrarse para así romper el frío velo de la distancia. Los hay que exigen a su descendencia ser responsables, buscar sus propias soluciones; insisten, confían y los "dejan hacer" para que adquieran habilidades y encuentren su camino.

Porque el tiempo es implacable, muchos ya no están físicamente. Como en un susurro, los suyos acuden ante su tumba, o ante el retrato de la mesita de noche, para intentar traspasar el silencio infinito, para decirle cuánto hiere su ausencia, cuánto se le extraña y se necesita su hombro.

No existen padres perfectos, ni eternos, pero lo que realmente trasciende es la vivencia que dibujamos diariamente, paso a paso. No se pueden borrar las sonrisas, los abrazos, las veces que caíste y te ayudó a levantar; la mirada satisfecha cuando sabía que estabas feliz porque lograste vencer un reto nuevo; cuando volteaban a la vez para compartir pensamientos con tan solo un guiño o cómo sus perfectos sueños jóvenes se convirtieron luego en un desorden de juguetes tirados por el suelo, camisas con manchas de comida y ojeras capaces de retar hasta los mejores correctores. Por eso… padre, también es solo uno.

 

 

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