Las Tunas.- Tus manos se me antojan más fuertes que las otras. A veces, siento esa cosquilla profunda que recorre mi espalda cuando el abuelo me abraza; pero no, las tuyas son especiales.
Las tardes se hacen largas. Mamá dice que fueron largas desde que yo "era un piojito" y soltaba aquellas jerigonzas raras, en tanto tú andabas por el cañaveral o haciendo algo que te alejaba de nosotros. Puede que de ahí sea la sensación de no adaptarme a tus ausencias prolongadas, a pesar de estar casi de tu tamaño. Seguro que es lo que dicen los hermanos mayores... "el viejo es el viejo, no hay otro".
Me gusta este tercer domingo de junio, nunca sales y hasta te animas a inventar tus artes culinarias junto a mamá, mientras llega el familión. En realidad, lo más importante es que te pones contento y zalamero. Me abrazas más fuerte y hasta mis tíos se contagian. Abuelo dice que es el secreto del Día de los Padres, "porque brillan los varones de la casa".
De cualquier manera, siempre eres mi papá, lejos o cerca. Me animas, frenas, haces llorar y reír. Me regañas y premias. Exiges y toleras. Y ese perdón y consejo que te brota del alma... solo tú, mi papá. No hay otro, no habrá.
Cuando me llevas contigo todo es fácil, mejor, seguro. Hasta, creo, saludo diferente a mis amigos. Si jugamos o hacemos travesuras vuela el tiempo. Y esa mirada tuya me quita el miedo de contarte lo que ni quisiera contarme. Es lindo este día, es como un pretexto o una señal para decirte que te quiero. Esas frases que me guardo o trago entre las rutinas y los devaneos.
Gracias, papá. Gracias. En ti descansa el ejemplo y las enseñanzas de la vida. La paz y el equilibrio; la confianza, el ahora, el mañana. Toma cuanto respeto te mereces, el cariño, los besos y los abrazos. Nada cabe exacto en este FELICIDADES en mayúscula. Tu dimensión es única.
