Julio otorrinolaringólogo

Las Tunas.- Intento adivinar sus emociones desde este lado del mundo. Su voz parsimoniosa, sincera y afectiva me lo dibuja cercano. Luego de un calendario existencial dedicado a la Otorrinolaringología, este cubano radicado en Ecuador da vida a cuadros que hablan de aliento, vida y naturaleza.

Ahora que la Covid-19 nos invade y la nostalgia por esta Isla aflora en varios de sus hijos allende a los mares, reencontrarse con historias como las de Julio Adalberto Lorenzo Santos, de 76 años de edad, es un aliciente. Si quiere saber por qué, acompáñeme en la lectura de estas líneas.


- Hablemos de su infancia…


“Nací en una finca cercana al pueblecito de Martí, en la provincia de Camagüey. Allí pasé mis primeros estudios y a los 15 años me trasladé a La Habana, donde empecé a trabajar como tejedor, mientras en la noche cursaba la Secundaria. Después del Preuniversitario ingresé en la Universidad a estudiar Medicina. Hice el postgrado un año en Nuevitas y dos en Guáimaro, luego terminé la especialidad de Otorrinolaringología y de ahí fui para Las Tunas unos años”.


- Qué recuerda de esa época en el Balcón de Oriente.


“Que ayudé a formar a otros médicos, junto a la prestigiosa doctora Carmen Comas. Cuando yo llegué a Las Tunas el Departamento de Otorrinolaringología no era docente, nosotros contribuimos a que se diera ese paso. Así se graduaron los primeros especialistas de la provincia, porque antes la gente tenía que hacer la especialidad en Holguín. Al crearse el Departamento Docente, fueron profesionales hasta de Santiago de Cuba y empezaron a surgir especialistas como Marcia Cuervo, Israel Tamayo, y otros.


“Yo fui el tutor de la tesis de Marcia Cuervo, tuve mucha interacción con la escuela de niños sordos (hoy conocida por escuela especial Ramón Téllez, para niños ciegos y con dificultades auditivas) y participé en la creación del Departamento de Prótesis Auditiva para Niños y Adultos. Con dicho centro ya no tenían que ir a Holguín para realizar esos procederes.


“De hecho, los momentos más lindos de mi carrera los viví en Las Tunas, cuando le ponía una prótesis auditiva a un niño. Era maravilloso ver su rostro, primero lloraban, pero cuando se daban cuenta de que estaban escuchando por primera vez, era inmensa su alegría.


“Dentro de mi especialidad soy audiólogo infantil y de adulto. Hasta hice un trabajo investigativo basado en datos acopiados en La Habana, Las Tunas y África, sobre las causas más importantes de hipoacusia en el infante. Los resultados fueron diferentes en cada caso. En la provincia oriental eran los antibióticos y enfermedades infecciosas, aunque también estaban las de índole hereditaria. Claro, en ese tiempo”.


- Usted cumplió misión dos años en Guinea-Bisáu, África. Coménteme de esa etapa.


“En el tiempo en que trabajé en ese lugar había una epidemia de cólera y era terrible, casi no descansábamos. Allí viví el momento más triste de mi carrera, pues una vez no había pediatra para hacer guardia y tuvimos que asumir. Llegó un niño de 9 años con un paludismo cerebral, convulsionando, y como no había medicamentos para tratarlo, vi cómo se moría delante sin poder hacer nada, con una sensación de impotencia terrible. No lo olvido”.


- Aparte de especialista en Primer Grado en Otorrinolaringología y profesor asistente, usted ocupó cargos en su carrera, en especial en La Habana, Cuba.


“Cuando trabajé en el Hospital Docente Clínico Quirúrgico Miguel Enríquez, fui jefe de Servicio desde el año 1989 hasta el 2000. Luego me enamoré de una ecuatoriana y vine para su país. Desde entonces estoy en Guayaquil”.


- ¿Cómo ha sido el ejercicio de su profesión en esa tierra hermana?


"Primero trabajé en una fundación con niños sordomudos. Ahí manejé máquinas de oxigenación hiperbáricas, pues también soy hiperbarista. En ese tiempo descubrí mi interés por la pintura. Aquí he impartido clases de Audiología y Patologías del Habla.


"Aunque hay cosas diferentes. El médico cubano ve delante de él a pacientes, en la Medicina “pagada” son clientes. En mi caso, hice el bien, atendí a personas que no tienen dinero sin cobrarles nada.


"Ya me jubilé, pues tengo 76 años y una insuficiencia renal; debo cuidarme. Así que la pandemia la he pasado en casa".


- ¿Qué requisitos son imprescindibles para ejercer su especialidad?


"Sentir amor y disfrutarla. Recuerdo que me pasaba tres horas operando un oído y no me cansaba porque hacía lo que me gustaba. Hay que tener vocación y estudiar mucho, y aprender de todos los profesores, pues cada quien tiene su librito y al final uno puede conformar el propio.


"Nuestra responsabilidad profesional es importante. Por ejemplo, cuando el niño no desarrolla el habla porque no la escucha, gracias a la prótesis auditiva uno le devuelve la audición o parte de ella (además de los logopedas y la Educación Especial, que son importantes) y es gratificante saber que incidimos en su mejor inserción en la sociedad.


"Para mí la Medicina ha sido algo muy bonito, si saco cuentas de todo lo que ha logrado este guajirito, me siento orgulloso de mí mismo".


- No todo buen profesional, tiene la capacidad para vincularse con la docencia. ¿Qué ha significado esa arista para usted?


"Yo tuve profesores maravillosos como Horacio Escobar, que enseñaban con amor, ellos fueron mis ejemplos. Recuerdo que las primeras veces que me paraba frente a los alumnos me inhibía un poco, hasta que perdí el miedo escénico. Siempre he tratado de hacer las clases lo más amenas posibles para que les llame la atención a los estudiantes, porque uno ama su profesión y quiere que los demás sientan eso".


Exposición de Julio médico- ¿Y cómo llega a desarrollar su faceta artística?


"En mi familia no hay ningún dibujante, incluso, yo pintaba antes pésimamente. Todo inició cuando trabajaba en la cámara hiperbárica, que me quedaba tiempo y empecé a pintar rostros con carboncillo, luego experimenté con el óleo, que hoy es mi preferido. Después recibí clases con profesores, hasta llegar al mes de mayo del pasado año, cuando en las peñas del centro cultural de Guayaquil, presenté la exposición Amigos no amigos, con 42 obras, y tuvo buena acogida".


Pintura de Julio- ¿Qué le gusta transmitir con su pintura?


"Una expresión, por eso busco a personas y animales. Si pinto un paisaje, por ejemplo, trato que tenga vida. Ahora que no me dedico a la Otorrinolaringología, es hermoso tener en qué entretenerse y poseer objetivos por los que vivir en la vejez. Eso es importante. Sueño con volver a Cuba y realizar una muestra allí".

 

- Aunque usted no está ya vinculado directamente con el sector de la Salud me gustaría escuchar su criterio sobre cómo se vive allá el nuevo coronavirus y los consejos a la población.


"En Guayaquil lo mismo ves a gente que no sale de casa y se cuida, que a otros jugando pelota en plena calle. Y eso que ha habido muchos casos. Los profesionales de mi especialidad son de los que más cuidados deben tener, pues con la Covid-19 hay personas que pierden el gusto y el olfato y donde primero van es al otorrinolaringólogo.
A la población le aconsejo cuidarse, permanecer en sus casas y lavarse las manos constantemente. Todo cuidado es poco".


                                                                                                                                                                        …
 

Julio es el menor de siete hermanos, pero solo dos le quedan con vida y una de ellas se encuentra en Cuba. Su perro Mite, un chiguagua fiel, lo acompaña en estos tiempos de cuarentena y le hace sobrellevar la nostalgia por Cuba mientras canta La Guantanamera.


Con su experiencia de vida, ya al cierre de nuestro diálogo, comparte una valiosa sugerencia: “No le hagan mal a nadie, que la maldad se revierte. Es mejor que se revierta lo bueno. Yo, como he hecho bien, siempre he sido feliz”.

 

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