yoel castillo cutiño el ladrillero de indaya las tunas foto migueldiaznapoles2

Las Tunas.- Yoel Castillo Cutiño es ladrillero de cuna. Sus padres son campesinos dedicados a la producción de arroz, pero él comenzó a hacer ladrillos en su natal comunidad de Indaya, cercana a la ciudad de Las Tunas, con solo 12 años de edad y sin fuerzas a penas para mover la carretilla llena de barro.

“Comencé a hacer ladrillos desde que era un niño porque siempre me llamó la atención trabajar con el barro, y me pasaba ratos viendo todo lo que se hacía en un tejar aquí en este mismo barrio. Después entendí que eso era necesario para las personas y me quedé en este oficio, con el Estado y luego particular, cuya producción es más rápida. Creo que soy alfarero de cuna, pues es un asunto de descendencia”.

La parte más dura del tejar es la quema del ladrillo en el horno, aunque no es menos difícil echarle la tierra a la piza, molerla, cortarla, moldear el ladrillo y secarlo.

“No es fácil fajarse con la candela y el calor, aunque el tejar es de muchos procesos, pero la quema es dura, porque además hay que mirar que el ladrillo no se parta, que se queme bien. Pero en sentido general todo es difícil”.

Yoel fue oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) durante seis años, después de concluir el Servicio Militar. Trabajó en las Tropas Especiales en La Habana, y cuando se licenció regresó a sus orígenes para disfrutar de cada momento del proceso en su comunidad rural de Indaya.

Es impresionante la agilidad del ladrillero en su faena. Parece que sus manos juegan con el barro, lo acarician, y lo amasan una y otra vez, lo mete en el molde y va haciendo los ladrillos uno a uno, a mano, como el alfarero que se empeña en lograr figuras perfectas.

“Lo que más me satisface es ver el horno lleno, y cómo el fuego vivo le da vida a los ladrillos. Después, cuando ya están terminados, comprobar su calidad y dureza”.

Producir 10 mil ladrillos en cada quema siempre es una meta para Yoel y su compañero de labor. Y aunque quizás no sepa que el ladrillo más antiguo se encontró en Jericó, en el año ocho mil 300 a.C, todos los días sabe que el barro lo espera para sacarlo de la tierra y moldearlo, en esa alianza eterna entre el ladrillero y el horno, que posibilitan su trascendencia en el tiempo.

 

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