Ariel cecilio granma

Las Tunas.- Un amigo me escribió ayer desde La Habana y me dijo: “La ciudad está triste, el dolor se respira en las calles”. No es para menos. Basta husmear un poco en las redes sociales para entender lo hondo que ha atravesado el descalabro del hotel Saratoga y sus consecuencias, no solo en la capital, sino en todo el país.

En cada terruño la gente anda preguntando, queriendo entender, dispuesta a ayudar. Esa es la Cuba que enorgullece, la que existe, la que algunos -incrédulos- quieren atizar con odio. Lo digo pensando en cierta escritora que alguna vez nació en la tierra de José Martí y hoy habla desde su perfil de Facebook de “carneros de la dictadura que iban a donar sangre sin parar”. Claro, en franca contraposición a los tantos diseminados por este Archipiélago que sienten como suyo el dolor enorme de las más de 40 familias, ahora rotas, irremediablemente.
ariel cecilio lemus granmaPor estos días se han activado los resortes de la solidaridad. Sí, muchos han lucido su disposición de donar sangre, al punto de que fue preciso habilitar bancos móviles en algunos lugares de La Habana y, ya tarde en la noche, pedirles a los voluntarios que regresaran a la mañana siguiente, porque habían colapsado los mecanismos necesarios para albergar tanto bien, tanto respeto por dar.
Se han concretado colectas para los damnificados desde disímiles puntos de la nación y más de un tunero ha mostrado en sus redes sociales las fotos del instante en que también brindó su mano franca al corazón del amigo, que no es conocido, pero vive un tiempo especialmente duro, aferrado aquí a su suerte.
Ojalá fuera así en cualquier momento. Pues si bien es cierto que “en la enfermedad y la calamidad se conoce verdaderamente a las personas”, también lo es que, a ratos, nos quedamos quietos, esperando que un milagro le resuelva a alguien un dilema por el mero hecho de “que no me toca a mí”. Y pasa diariamente justo al lado. ¿No lo ha visto usted?, ¿no lo ha padecido?
Pero no van de eso estas líneas, sino de todo lo contrario: de los atrevidos, de la entrega y el dolor, que se multiplica. La mirada incluye a los artistas gráficos, que han mostrado desde sus obras el sentir popular; a los periodistas al pie del cañón, lo mismo reportando con la vista nublada que desmintiendo las notas de quienes encuentran en cada suceso un motivo para manchar; y también a los voluntarios, los vecinos y hasta los desconocidos que se acercan con un pomo con agua fría o un poquito de café para espantar el cansancio de quienes han dormido poco, o nada, buscando entre los escombros un resquicio de vida.saratoga
Otra vez mayo enluta a este país; y otra vez la gente dispara la solidaridad y recuerda al mundo por qué estamos aquí, de qué madera estamos hechos cuando algo lastra la existencia y la esperanza de los nuestros, en cualquier sitio, de cualquier manera.
Sí, no se olvidará lo que pasó en el hotel Saratoga, como no se borra del alma aquel avión que nunca despegó del todo el 18 de mayo del 2018 en el aeropuerto de La Habana; pero también está en la memoria el tsunami de fe que acompañó a los más tristes en cada ocasión. Una especie de recordatorio de que juntos somos parte de algo más; “algo” que marca sin necesidad de decir demasiado, que no sabría definirse en una palabra y que no cabe en etiquetas, razas, credos, ideologías: juntos, somos Cuba.

rescate saratoga

 

 

 

 

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