La solidaridad es como magia del alma

Las Tunas.- Nenín, como todos conocen a Vicente Feria, con la alegría de vencer el peso de sus 86 años, me cuenta. Lo trae escrito en unas largas hojas blancas “para que no se olvide nada”.

Acaba de regresar de La Deseada, un poblado del norteño municipio de Jesús Menéndez. Fue allí a tender sus manos solidarias. Es evidente la satisfacción y la expresa con absoluto desenfado: “cumplí con Díaz-Canel y la iglesia”. Lo repite una y otra vez, mientras narra su viaje.

Un nexo familiar lejano tiene con Carlitos, quien nació con retraso mental igual que su hermana, con la cual vivió hasta hace poco. "Ella enfermó y unos parientes la trajeron para Las Tunas - dice. Se quedó solo y supe que andaba sucio, vagando por el barrio, casi desnudo. Decidí recolectar alguna ropa y llevársela, informar su caso a las autoridades". Y allá se fue Nenín.

Encontró apoyo del Estado, de un profesor, de los vecinos. Dejó allí a otro hombre y a personas dispuestas a ayudarlo; incluso, a cuidar de la deteriorada casita donde habita y que más de una vez, quizás por su desorden mental, él mismo despedaza para atizar el fogón de leña. Al fuego va desde una tablilla de la ventana hasta uno de los pocos taburetes que tiene.

Mientras escribo y la memoria rescata el brillo de los ojos del anciano, otros escenarios pasan como fotogramas por mi cabeza. A ellos también pudiera llegar la luz de la solidaridad... pero el dinero, don dinero, es el rey o el lobo del hombre; incluso, de ese que nunca sudó lo que oferta a precios desorbitantes y no mira si la persona que tiene en el mostrador trae las arrugas de una vida tan dura como esta, o muestra un porte muy parecido a los más engreídos fisicoculturistas.

Lo de ellos es vender, aunque la mercancía no tenga calidad ni para cubrir con ética comercial el 0,2 por ciento de lo que cuesta.
Huele a retórica y cántaro roto en la fuente el asunto de los precios, la inflación y las estranguladas ofertas estatales y privadas, aunque determinadas carretillas o quioscos simulen que hay mucho y para cualquier bolsillo. No es así.

Cada día se achican más los chorizos, los paquetes de galleta, el tamaño de los cebollines y el ajo, y ¡valen más! La lista puede incluir, sin exageración ni absolutismo, cuanta cosa se comercializa, comestible o no.

Con una línea muy exacta, el más grande motor de búsqueda de español en Internet, Google, te dice que solidaridad es “Adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles”.

Y mi utopía y esa fe en el mejoramiento humano. O aquello de ser paisanos y sabernos codo a codo, hasta aquí, vestidos casi iguales desde niños me sacuden: ¿es tan difícil conseguir un mercado que se respete y respete a su vez al que paga?

¿Es tan “extraterrestre” pedirles a quienes deciden y a los intermediarios que apliquen las leyes universales del comercio? Esas en las que las mermas o los productos con más de 24 horas en mostrador, según estado de conservación, empaque y durabilidad se rebajan de precio.

O será que aquí, por algún fetiche apocalíptico, siempre tiene que perder el consumidor, ese ciudadano que no tiene de otra que esperar mes a mes para cobrar un salario, y las más de las veces lo debe,casi íntegro, a esos mismos “empresarios” de nuevo tipo que tienen el “money” y pueden comprarles a los verdaderos productores al por mayor y sacar ganancias por encima del 50 por ciento.

Y si reclamas, ahí van las excusas y las historias con verdades, mentiras, razones y sinrazones para justificarse y casi convencerte de que son tan víctimas del presente como tú.

Perdón si parezco extravagante, pero yo creo que debemos rescatar una palabra que al parecer tantas tensiones aislaron de la batalla diaria: anticorrupción. No solo desfalcar las arcas de la economía es corrupto. Vender a 50.00 pesos una libra de limones cuando escasean los refrescos y los catarros andan sueltos, y tantos ancianos llegan al mostrador, preguntan y se van… ¿cómo le llama usted a eso?

Creo que la solidaridad tiene que llegar hasta estos lares y aterrizar el discurso a la vida. Mi utopía no acepta al lobo, a pesar de que a cada paso me saca la lengua y su sádica sonrisa diga muchas cosas. El viejo Nenín merece días bonitos. En fin, todos… Ojalá pueda ahora mismo hablarle de la magia del alma. Don dinero no puede ganarnos la partida.

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