Ante el bombardeo tecnológico, muchos están expuestos a una gran cantidad de estímulos auditivos y visuales.

Las Tunas.- Hace ya algún tiempo a Maikel dejó de interesarle jugar con los niños del barrio. Los juguetes fueron a parar a la vieja caja en el “cuartito de los trastos”, y la patineta azul que le hacía tanta ilusión pasó a ser un simple objeto decorativo. Sí, está un poco más crecido, pero su cambio nada tiene que ver con la edad. Se siente demasiado atraído por los videojuegos, fantasea con los personajes y planea los próximos ataques, aun sin estar frente a la pantalla; pareciera que vive en un mundo paralelo.

En las noches sueña con disparos y se le ve siempre distraído. Así transcurren sus días desde que una tía decidió regalarle aquel equipito, porque “al fin y al cabo el niño necesita divertirse”. Los padres no ven nada extraño en su comportamiento, al contrario, lo aplauden cada vez que avanza un nuevo nivel; para ellos posee una inteligencia superior.

Isabela, una joven de 16 años, también está fascinada por los avances tecnológicos. Ella prefiere las redes sociales: Facebook, Instagram… Cada vez que encuentra la oportunidad se conecta desde el celular y ya ha alcanzado popularidad entre los chicos. Busca poses sensuales para atraer comentarios que alimentan su ego.

Cada vez los niños y adolescentes pasan más horas "conectados" a móviles u otros equiposNo siente culpa alguna y menos vergüenza. Confiesa que casi todas en su grupo lo hacen, solo unas pocas permanecen al margen, y es porque no tienen la “posibilidad”.

Antes, la familia solo tenía que preocuparse de que los hijos no vieran demasiada televisión. Ahora, ante el bombardeo tecnológico, muchos están expuestos a una gran cantidad de estímulos auditivos y visuales. En consecuencia, cada vez más se dificulta supervisar, educar y disciplinar.

Indudablemente, saber utilizar una computadora, celulares y otros aparatos es muy útil. Aunque sus beneficios son indiscutibles también ocultan un lado oscuro; pudiera decirse que resultan una bendición o una maldición en dependencia de cómo y para qué se usen.

Los adultos deben procurar que los efectos sobre el niño sean positivos y ayudarlos a adquirir otros intereses cuando perciben que están completamente absortos en los videojuegos, Internet... En esa etapa, lo más importante es fortalecer el vínculo afectivo a través de conversaciones, juegos y la lectura.

Para ser justos, la tecnología puede envolver, incluso, a los progenitores. A muchos les resulta insoportable tan solo pensar en dejar de comunicarse con los demás, aunque sea por breve tiempo. Pasar tantas horas “pegados al móvil” es un pésimo ejemplo para los hijos, que luego tienden a imitar esa conducta y a descuidar los deberes.

Por otro lado, quienes se aíslan durante horas con sus aparatos electrónicos no realizan ejercicio físico o hacen muy poco, y corren el riesgo de desarrollar alguna enfermedad cardiovascular, diabetes u otra afección grave.

Otro de los peligros está relacionado con el caudal de informaciones que navega en el ciberespacio. Hace unos años, los trabajos escolares requerían de un mayor esfuerzo mental por parte del alumno. Hoy, resulta muy normal cortar y pegar los datos, en ocasiones sin verificar su veracidad. Así, los estudiantes pierden la capacidad de razonar y exponer criterios.

Cierto es que la tecnología nos puede ahorrar tiempo, pero, ¡cuidado!, quien la utiliza de manera desproporcionada puede verse inmerso en un mundo irreal de amistades y relaciones falsas. Lo más sensato es conocer bien a los amigos y no compartir cuestiones personales con aquellos virtuales que muchas veces suelen ser lobos disfrazados de corderos.

Una actividad bien seleccionada no solo proporciona sana diversión, sino que contribuye a desarrollar paciencia, autodominio, creatividad y otras cualidades muy útiles para la vida, donde los conflictos diarios no se solucionan con un simple clic del mouse.

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