Ingeniera biomédica Yeranny Hernández Rodríguez.

Las Tunas.- La semana pasada se le volvió a pintar el desconcierto en el rostro. Temprano llegó a la sala de Terapia Intensiva del hospital pediátrico Mártires de Las Tunas. Iba a supervisar el funcionamiento de los casetes de los ventiladores pulmonares en los que trabaja desde hace años. Pero asido a la máquina, reparó en el cuerpecito ataviado en tubos y la perspectiva se le escondió, por segundos, adentro del pecho.

Confiesa Yeranny Hernández Rodríguez que la ingeniera biomédica no está a cargo entonces, cuando la trabazón de sensaciones la paraliza ante un niño que se debate en terrenos inciertos… De esas lindes sale siempre con el empeño multiplicado y vuelve al Centro de Ingeniería Clínica y Electromedicina con la urgencia de no descansar porque "en algún momento, la vida de alguien puede estar en nuestras manos".

Pone en claro que su especialidad, soporte de vida, no es un oficio de horarios, ni se puede dejar en la oficina. De esa "lealtad" nació el reto de encontrar una solución para reutilizar los casetes espiratorios de los ventiladores mecánicos con los que cuentan las salas de Terapia en la provincia, para los cuales hace más de cinco años no llegan piezas de repuesto.

"La osadía de reprogramarlos me surgió junto a mi esposo, con quien también comparto la profesión, aunque él se encarga del área de Imagenología. Y surgió, por supuesto, por la necesidad de encontrar soluciones para mantener la vitalidad de los equipos médicos. En el caso de los casetes, tienen una vida limitada, después de las 15 mil horas de uso expiran, eso es un poco más de un año de funcionamiento.

"En cuanto abrimos el primero se nos ocurrió que el fallo era una cuestión de programación y enseguida comenzamos a leer, estudiar e investigar mucho para encontrar algún atajo, pero no teníamos los medios en nuestras manos. Te aseguro que fue un tema que nunca pospusimos. Los casetes espiratorios monitorean el flujo de aire expirado por el paciente, parámetro que los médicos necesitan evaluar y que no puede obviarse.

"En el 2019 viajé a Venezuela con mi esposo, como colaboradores. Y te cuento que allí, sin mucho trabajo, encontramos un programador y lo compramos sin regatear ni un peso. En ese lugar nos alcanzó la covid-19, lidiamos con la epidemia en primera fila, nos enfermamos, estuvimos 27 meses alejados de nuestra hija y el regreso fue de lo más placentero que puedo enumerar.

"Unos meses después reprogramamos el primer casete, lo vigilamos como a un niño pequeño y ahí sigue estable y fidedigno. Actualmente los seis que funcionan en la Terapia del pediátrico tienen el sello nuestro y no hemos cesado de mejorar el equipamiento, de garantizar que sus números salven vidas".

Yeranny habla con mucha pasión de su trabajo. Tiene poco más de 30 años de edad y no se vislumbra en otro escenario que abriendo equipos y hurgando en los sistemas operativos. Asegura que la crisis que generó la covid-19 los volvió más comprometidos, más obstinados en las estrategias y los retos.

"Vivimos un período complejo, de escasez de recursos imprescindibles, pero al llamado de los centros hospitalarios, la urgencia no entiende de falta de piezas de repuesto, importaciones tardías o bloqueo económico. Nosotros somos con quienes cuentan, y no hay de otra que sumar tiempo, conocimiento y empeño para responder con soluciones. Es además, la única manera que conozco de poder descansar la cabeza en la almohada y lograr conciliar el sueño".

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