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Las Tunas.- El 30 de julio del 2006, Adrián Collazo Mayo volvió a nacer y, aunque no le gustan las fiestas -ni puede estar en ellas- celebra a su manera los dos cumpleaños que le regala cada calendario, esta fecha y el 11 de diciembre, día en que su progenitora lo trajo al mundo, en 1995.

Ahora tiene 25 años de edad y una vida normal, porque cuida de su salud con el mismo esmero que su mamá Xiomara María Mayo Rodríguez, quien ha estado todo el tiempo a su lado, pendiente de que no le falte el agua hervida, que los alimentos estén frescos, que no se exponga mucho al sol y que no haga esfuerzos físicos.

Con apenas 6 años, Adrián comenzó a tener problemas de salud. Estaba muy delgado y con un abdomen pronunciado. Por el más mínimo golpe se le hacían hematomas grandes y luego de varios exámenes médicos se sospechó de problemas hematológicos.

"Tenía un primo hermano que falleció tres meses antes, imagina cómo estaba mi familia. Me ingresaron en el hospital pediátrico Mártires de Las Tunas como dos o tres meses y me hicieron muchas pruebas hasta diagnosticar que no tenía dificultades en la sangre.

"Luego vino un doctor de La Habana, el profesor Castañeda, jefe de Gastroenterología en el hospital Calixto García, y dijo que tenía el bazo aumentado de tamaño. Discutieron mi caso y pidió trasladarme a la capital del país.

"Allá estuve otros seis meses ingresado, en el 'Hermanos Ameijeiras' y el 'Wílliam Soler', con estudios y un tratamiento con vitamina K para mejorar la coagulación. Se pensó que podía padecer la enfermedad de Wilson y, al administrarme los medicamentos, tuve una reacción adversa que casi muero.

"Después me hicieron una laparoscopía con biopsia para evaluar el hígado y en lo que llegaba el resultado padecí de varicela. Aproximadamente un mes después hubo una certeza. Nací con cirrosis hepática. Y para mí no había otra opción, solo un trasplante".

NERVIOS, CIRUGÍA EXITOSA Y RECUPERACIÓN

En aquellos años, los trasplantes se hacían a niños menores de 2 años, que se operaban en un hospital de Madrid, o a mayores de 16 años. Pero, Adrián no podía esperar y, afortunadamente, especialistas cubanos habían adquirido experiencias en la capital española.

"Yo estaba muy nervioso, me habían explicado todo. Mi cirrosis era criptogenética con un síndrome hepatopulmonar y una hipertensión portal. O sea, tenía un soplo en el corazón, un pulmón y un riñón no me funcionaban muy bien y el bazo estaba aumentado, más lo del hígado.

"Nunca olvidaré el día que llegó mi órgano, ya sabía cómo era el proceder, hasta cómo iba a ser la herida. Fui al salón con miedo, pero con esperanzas. Después de la operación estuve nueve días en Terapia Intensiva y los médicos no me aseguraban. Sin embargo, salí de la gravedad.

"A los 15 días hice una crisis bacteriana por uno de los catéteres y cambié de color. Pero me pusieron medicamentos y rebasé. Regresé a Las Tunas pasados los tres meses y tuve algunos otros problemas de salud que me obligaron a retornar a La Habana. Después todo fue muy bien".

UNA NUEVA OPORTUNIDAD Y MUCHOS CUIDADOS

"Con mi nuevo hígado tengo muchas oportunidades de vivir, porque sin él hubiera muerto. Estuve mucho tiempo sin recibir clases y luego me pusieron una maestra ambulatoria, María del Carmen, quien me impartió de tercer a quinto grados, en dos años.

"Después comencé a ir a la escuela, sin realizar Educación Física y cuidándome mucho. Tampoco pasé el Servicio Militar, porque cuando te hacen un trasplante, la vida cambia totalmente.

"Mis vasijas deben lavarse con agua hervida. No me puedo bañar en aguaceros ni en presas o piscinas. Debo evitar el polvo, la humedad, los rayos del sol, las aglomeraciones de personas, los golpes, las comidas calentadas, el agua sin hervir…

"Son muchos los cuidados y gracias a eso aquí me ves. Han pasado 15 años y hoy soy el trasplantado de hígado en edad infantil con mayor supervivencia en el territorio tunero".

PREVENIR LA COVID-19, OTRA META PARA ADRIÁN

"Claro que evito esa peligrosa enfermedad. Tomo inmunodepresores todos los días y tengo las defensas bajas. A veces decimos que los trasplantados somos como una esponja, pues nos podemos contagiar fácilmente. Por eso me alejo de los grupos.

"Ya tengo mucha experiencia, porque luego de la operación la vida transcurre con el nasobuco. El primer año es obligatorio hasta dentro de la casa. Se puede quitar si uno está solo en el cuarto. Tampoco se pueden dar besos. Para mí todo esto ya era habitual.

"De todas maneras, la Covid-19 me ha afectado. No porque me haya enfermado, sino porque ha pospuesto una nueva cirugía. Desde hace más de un año espero por otro hígado, pues estoy padeciendo de un estrechamiento en el colédoco. Se podía resolver con una compleja operación. Pero los médicos decidieron que es mejor sustituir el que tengo ahora".

ACTUALIZACIÓN DE LOS TRASPLANTES EN LAS TUNAS

Cuatro tuneros viven actualmente con un trasplante de hígado y otros 30 hacen una vida normal gracias a riñones ajenos que les salvaron la vida, según el doctor Omar Villafruela Pupo, especialista en Emergencias, Urgencias y Trasplantes en la Dirección Provincial de Salud Pública.

Explicó el directivo que las estadísticas contemplan a otras personas que ya fallecieron o que, por diferentes razones, no viven aquí; y que ahora no hay coterráneos con trasplante de corazón.

A todos se les da atención especializada en el territorio o en instituciones sanitarias de otras zonas y sus vidas constituyen un triunfo de la Medicina cubana, como es el caso de Adrián, quien ve el futuro con optimismo y sabe que volverá a ganar la pelea.

"Si con 10 años de edad pude, ahora podré. Todo va a estar bien".

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