Kenia.- Un libelo anticubano reproduce una noticia de un periódico de Las Tunas sobre un médico de esa provincia, especialista en Cirugía Reconstructiva y Quemados, quien actualmente presta sus servicios en Kisii, condado de la República de Kenia.
Con el habitual manejo de un vocabulario repetitivo y gastado por inerte, da cuenta de la sorpresa del médico cuando vio en la lista de pacientes a un niño llamado Fidel Castro. No es el único seguramente en Kenia ni en el mundo, de hecho, en Guatemala hace ya 20 años había uno con el nombre completo del Comandante al que seguían sus sonoros apellidos mayas. Independientemente de las falacias con la que se pretende justificar la supuesta ignorancia e ingenuidad de la madre, lo más importante que refleja es la impotencia ante una realidad consumada: los pueblos saben por instinto dónde se encuentra la verdad.
En el mar de indecencias y mentiras por el que navega el reportismo dependiente anticubano, para no usar la palabra periodismo, esta sería una gota más sin cauce, sin embargo, al referirse al doctor Alberto Felipe Rignack Vaz, menciona que se encuentra “de misión esclava en Kenia”.
Y vale la pena contrastar, porque es un hecho innegable que el condado de Kisii cuenta por primera vez en su historia con un cirujano plástico, que no está allí para satisfacer caprichos estéticos de personas adineradas, sino para resolver serios problemas de pacientes, sobre todo niños, a los que enfermedades o accidentes transformaron su cuerpo y su vida, y sin la presencia del médico cubano en un hospital público lejano de la capital no hubieran podido mejorar o curar sus padecimientos y lesiones.
El Checo, como le dicen todos en Las Tunas y en Cuba, se ha convertido en una leyenda en los casi tres años que lleva trabajando allí. Se ha ganado el respeto de sus colegas, de las autoridades y, principalmente, de sus pacientes que lo adoran.
El día que conoció de la transformación sufrida por la noticia de su periódico provincial había salvado la vida a un pequeño niño keniano. Respondió con un pícaro refrán que repetía su abuela y que comienza con la frase “al bagazo poco caso…”. Y como él ha echado su suerte con los pobres de esta tierra, acto seguido recordó la alegría inconmensurable de la madre y expresó desde su más profunda convicción martiana: "Esa enorme sonrisa agradecida me complace más que el mar”.
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