Artista español Salvador Dalí

Las Tunas.- Dicen que para ser artista solo se necesita talento, disciplina y algo de suerte, que la vida se encarga de moldear las esencias y llevarte por el camino donde acampen tus sueños. Pero Salvador Dalí, nacido en Gerona en 1904, no creía en moldes ni estereotipos, nació para romper todas las reglas. Bastaba verlo para que se robara el show y ¡ay de quien se atreviera a contradecirlo!

Una vez, al preguntarle una periodista qué creía le había aportado él al arte, respondió: “Absolutamente nada (…); soy demasiado inteligente para ser un buen pintor”. Así era, excéntrico por naturaleza, de un ego tan largo como los bigotes que le colgaban del rostro y solo superaban sus ojos inmensos. Pero quiénes somos para juzgar a un artista, menos al genio del surrealismo, al pintor español más impactante y controvertido del siglo XX.

El juego favorito del Dalí niño era vestir traje de rey; desde su infancia mostraba atisbos del perturbador ser que sería. Perdió a su madre a los 16 años de edad y eso, a pesar de su carácter fuerte, siempre descalabra. Poco después ingresó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, pero cómo controlar al demonio del ego. Fue expulsado tras afirmar categóricamente que “nadie estaba a la altura de examinarlo”.

Sin embargo, es innegable que dio vida a una pintura sui géneris, capaz de mezclar la realidad con la ficción e ir en contra de la lógica. Así nacen sus famosos relojes blandos, que lleva a máxima expresión en La persistencia de la memoria. Dicen que se inspiró en un queso derretido y la pieza deviene metáfora de la resistencia al paso del tiempo.

La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí.

Y es que el mundo de los cronómetros le apasionaba, así como la muerte y el subconsciente. De hecho, cuentan que utilizaba extraños métodos para inspirarse; ahondaba en la conciencia, en la paranoia, en lo profundo de su ser…, para luego llevar al lienzo imaginación, simbolismo, sueños…, un mundo onírico que reflejó de forma peculiar. También le gustaban la Física y la Matemática, y esto se vislumbra en sus obras.

Salvador DalíEl autor de cuadros como La cesta del pan, El hombre invisible, Leda atómica, La última cena (una versión suya, con marcada geometría), y otros de títulos inmensamente largos, llevó también a la pintura su personalidad excéntrica y desafiante. Tampoco escapó su relación con Gala (quien era esposa antes de otro surrealista) de su forma de ser, pero -aunque se dice que no lo manifestó- su muerte lo afectó mucho; él la amaba. En ocasiones, su vestimenta era igualmente escandalosa: vistosas corbatas, cabello largo, capa que arrastraba hasta los pies y accesorios semejantes matizaron su atuendo.

Dalí también experimentó con la escultura, la fotografía, la moda, la publicidad y el cine. Colaboró con grandes cineastas como Luis Buñuel y Alfred Hitchcock. Hasta sus conferencias mostraron ese vicio incontrolable por resaltar. Una vez se apareció con un traje de buzo a una de estas con la afirmación de que era exploración del subconsciente.

Además, tenía un ocelote como mascota llamado Babou, pues le gustaban los gatos y lo salvaje encajaba totalmente con su personalidad. A este felino hasta lo llevó a un paseo transatlántico y lo hospedaba junto a él en el hotel Meurice, donde fue huésped durante 30 años en nada más y nada menos que la Suite Real, otrora Salvador Dalíresidencia del rey Alfonso XIII. Nada podía despintarse de su atolondrada forma de ser y vivir, nada.

En uno de los tantos documentales inspirados en su vida y obra, se cuenta que llevó esa actitud peculiar hasta su último aliento. Baste para ilustrar que, totalmente agonizante, para trasladarlo de sofá a cama había que ponerle el Himno Nacional, de lo contrario, no había nadie capaz de vencer su rigidez. Como dice la frase: “Genio y figura hasta la sepultura”.

Partió a la eternidad en 1989, dejándonos una obra valiosa y una estampa que -si bien no es totalmente límpida desde los cánones sociales preestablecidos- deviene en autenticidad, ruptura y diferencia. Ese místico narcisista, exhibicionista y estrafalario ser inyectó de energía al surrealismo europeo y fue su más digno representante. Él, que desde adolescente mostró dotes artísticas, aún nos persigue. Y es que, como dijo una vez: “Cuando se es un genio no tenemos derecho a morirnos porque hacemos falta para el progreso de la humanidad”. Señor bigotes, cuánta razón tenía.

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