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Las Tunas.- Este jueves nos llegó la noticia terrible de la muerte en la capital provincial de Víctor Manuel Marrero Zaldívar, por varias décadas historiador de esta comarca y por mucho más todavía, uno de sus hijos adoptivos más entrañables. Imposible no sobrecogerse ante el deceso, sobre todo, porque le supimos airoso de batallas importantes en temas de salud durante estos últimos años. Fue, nos dicen, un infarto masivo, fulminante.

Entonces, tras la rabia por el acontecimiento, junto a la tristeza por los diálogos a medias que nos quedaron con el amigo, 26 recuerda al investigador, al apasionado, al Hijo Ilustre de Las Tunas, Premio Provincial de Historia 2020, coleccionista metódico y dueño de muchas distinciones y premios; algunos de ellos, colgados en las paredes de su casa, orondos, y otros, en algunas esquinas, más quietos.

Víctor era miembro de la Uneac y de la Academia de la Historia de Cuba. Ostentaba la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Raúl Gómez García y la Réplica del Machete del Mayor General Vicente García González. Pero nada de eso era importante cuando conversaba de historia, él tenía el don de la palabra campechana y te miraba fijo a los ojos, al punto en que alguna vez parecía traspasarte el alma.

El mismo hombre del sombrero y voz alta que muchas veces abrió las puertas de su casa para acercarnos a episodios notables de esta patria chica con total desenfado, entre un café y el recuerdo de los cientos de amigos que siempre le rondaron, desde disímiles latitudes. Maestro Makarenko que nunca dejó de serlo, nieto de mambises que llegó al Balcón de Oriente en los años 70 del siglo pasado para no irse jamás de estas tierras; autor de más de 30 títulos y estudioso constante de la vida y la obra de Vicente García González, el legendario general al que siempre quiso colocar en el sitial justo que merece, porque lo ganó a pulso, con el machete en la mano.

En uno de los últimos diálogos que sostuvo con 26, allá en el portal de su hogar, cómodo en el balance que encargó para escribir mejor, muy cerca de la bandera cubana que colgaba al lado de la puerta, y custodiado por las diversas plantas que gustaba tener alrededor, nos dijo: “Las Tunas ha sido mi pasión, un lugar que me absorbió y me absorbe todavía por muchas razones. Para ella han sido mis desvelos, siempre”. Así lo recordamos.

 

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