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Las Tunas.- Hondas emociones y una estética perfectamente definida caracterizan la obra de Wilber Ortega Aldaya, pintor con sólida trayectoria dentro de las artes visuales tuneras y en el panorama cubano total. Desde un mirador profundo, la galería de la Casa Iberoamericana de la Décima acoge su más reciente muestra. Una exposición impregnada de belleza que, además de ser un regalo a la vista, posee gran carga reflexiva sobre la necesaria protección al medio ambiente.

De su pincel emanan creaciones capaces de trasladar al espectador a dimensiones tan reales que evocan pasiones guardadas o remembranzas que revelan el amor por el sitio donde se nace o aquellas imágenes que atesoramos especialmente como regalos del entorno circundante.

Wilber ha cautivado el paisajismo desde una visión personal y muy auténtica. Sus interpretaciones de la naturaleza son profundamente tuneras, distinguidas por su experiencia y aquello que, en algunos casos, no es más que añoranza.

wilber4“Cuando me propusieron preparar algo dedicado al Día Mundial del Medio Ambiente, el 5 de Junio, me agradó la idea, porque siempre he trabajado la temática ambiental. Contaba con algunas obras que ya son un poco antiguas, de principios del 2000, y decidí entonces organizarlas junto a otras recientes que he realizado estando aquí, en la zona donde inició mi proceso de formación, el lugar donde nací. Esta oportunidad es también el reencuentro con mis raíces.

“Todas las piezas, aunque abordan un tema común, poseen diferencias. Algunas son contemplativas, o más conceptuales, un poco simbólicas, y otra que se va de cierta manera de la tónica. Esa la he denominado San Jorge y el dragón contemporáneo, porque expresa una tendencia que me ocupa en relación a lo que sucede hoy con los intereses de imperios, o los países más grandes que vienen a impactar sobre la cultura de naciones más pequeñas. Puede parecer que se aleja de lo que he tratado, sin embargo, la protección ambiental debe ser asunto priorizado en la agenda mundial”.

Basado en tu experiencia y defensa constante al paisajismo como manifestación de las artes plásticas, ¿en qué momento sientes que se encuentra esta vertiente en Las Tunas y en Cuba?

“Es notable el desánimo cuando nos encontramos con mi generación y la más reciente. Ambas proceden de la formación como instructores arte y otros son egresados de la academia, y representan un potencial. Sin embargo, hoy es difícil aunarlos, motivarlos para que sean parte de lo que pueda suceder en materia de las artes plásticas en la provincia.

“Por eso me di a la tarea de recontar un poco lo que fue la historia del paisaje que hemos hecho en Majibacoa con el evento Confluencia. A partir del rescate de esa cita he tratado de animarlos y demostrarles que tenemos posibilidades de crear a pesar de las precariedades.

“Se pueden hacer muchas cosas, usando diferentes soportes y otros recursos menos convencionales en la pintura. Considero que eso es casi todo lo que necesitamos, aunar, motivar y tratar de inyectar el optimismo que ahora se precisa”.

A pesar de que el paisaje se tiende a apreciar como un tipo de estética reproductiva, llama la atención que tus obras son muy emotivas. ¿Cómo logras mantener estos rasgos que te definen y a la vez renovar a nivel subjetivo el mensaje?

“De cierto modo la tradición paisajística que conocemos siempre fue contemplativa, una visión del artista que se daba más al trabajo académico que tratar de reflejar la belleza del medio ambiente en sí.

“A partir de mi formación en la academia he buscado modos de decir a través del paisaje, de expresarme y dejar ver preocupaciones, conceptos e ideas que afloran en la cantidad de convergencias de la época en que vivimos y donde tenemos el rol de ser parte, de aportar algo, contribuir a cuanto se requiera para que el ser humano vea la naturaleza con otros ojos”.

Esta expo revela muchas de las necesidades impostergables del orbe, pero que igualmente demandan atención urgente a escala local. La maestría creadora de Wilber contribuye a sensibilizar a todos respecto a la casa grande y sus cuadros nos ayudan a rememorar los asombros de esas bondades que siendo niños nos obsequiaba el entorno. De ello estuvo permeada su infancia en su natal Majibacoa.

“Recuerdo el lugar donde nací como un Edén, pródigo en flora y fauna. Me recuerdo como el niño que iba al río, que montaba a caballo y veía a mi padre ordeñar las vacas. Cuando en Majibacoa numerosos espacios se transformaron en cañaverales, sentí un fuerte cambio a mi alrededor”.

En su largo andar, este artista no abandona esas esencias que nutrieron sus primeras inquietudes, mas busca reverdecerlas a través de otras experiencias que la vida le ha regalado. Del enorme abanico que es el paisaje, promete para próximas incursiones plasmar en el lienzo imágenes que lo acechan, la Isla vista desde el aire y ese manojo de emociones que se agolpan en el pecho al regresar y observarla desde las alturas.

Ansiedades y anhelos surcados por complejos sentimientos que se mezclan con el amor a la familia, la idiosincrasia propia y el apego por el terruño que lo ha cultivado como artista y ser humano.

La próxima Jornada Cucalambeana será testigo de los haceres de Wilber, alzará ese indisoluble nexo que marcan el paisajismo y las tradiciones campesinas, y quién mejor que un hijo, ya pródigo, para regalarle a la localidad sus matices.

Trasladar al lienzo los escenarios diarios en un juego de colores y técnicas, trasciende al pintor. Nos muestra que allí viven pedazos nuestros, historias escondidas, afectos que quedaron guardados. Son los sitios que han sido testigos nuestros y que hoy requieren cuidado.

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