lacoubre

La Habana.- Fresca aún la sangre de los obreros y soldados que descargaban el vapor francés La Coubre, el mundo escuchó por primera vez el juramento de ¡Patria o Muerte!, proclamado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Lo dijo al día siguiente del sabotaje terrible del 4 de marzo de 1960, en el sepelio del centenar de muertos que habían dejado las dos explosiones en el barco, provocadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), para impedir que Cuba se hiciera del cargamento de armas y municiones para defenderse.

Alrededor de las 3:10 pm de ese viernes, el estruendo sacudió La Habana y un hongo negro se elevó sobre el lado oeste del puerto, donde desembarcaban 31 toneladas de granadas y 44 de municiones.

Era una carga necesaria para la defensa del proceso de cambio social iniciado el Primero de Enero de 1959, amenazado desde su nacimiento por el Gobierno de EE. UU.

La primera explosión dejó sin techo las bodegas y destrozó la popa de La Coubre, causando numerosas muertes y heridos. Minutos después, una segunda explosión cobró nuevas víctimas entre quienes acudieron al rescate, y el balance nefasto aumentó hasta superar el centenar de fallecidos y los 400 heridos, sin contar las decenas de mujeres que quedaron viudas y más de 80 niños sin padres.

La fábrica belga, proveedora de las armas, recibió fuertes coacciones de la Casa Blanca para evitar la venta e incumplir los contratos firmados.

La carga había partido desde Bruselas, y había cargado antes en Hamburgo, Bremen y Amberes, cinco mil 216 bultos de explosivos, entre estos, 525 cajas de granadas y 938 cajas de municiones. Su arribo a La Habana estaba previsto para el 2 de marzo, y el regreso a Europa el 7 de abril, con 340 toneladas de azúcar que serían embarcadas en el propio puerto capitalino.

Acuciosas investigaciones, como la del escritor José Luis Méndez Méndez, vinculan directamente a la CIA con el acto terrorista.

El 9 de marzo, solo cinco días después del hecho, se realizó la reunión constitutiva del grupo WH 4, dirigida por el coronel de la CIA, J.C. King, donde se estructuró la ejecución del Plan de Operaciones Encubiertas, que sería firmado por el presidente Dwight D. Eisenhower, el 17 de marzo. El mencionado coronel estaba en contacto, en Miami, con el cabecilla contrarrevolucionario Rolando Masferrer Rojas, quien conoció por un estadounidense, ingeniero en minas, la llegada de otros barcos con armas a Cuba, y los puertos por donde desembarcarían. Esta entrevista se produjo entre el 28 de febrero y el 10 de marzo de 1960.

Llama la atención que no se hayan desclasificado documentos sobre este hecho por el Departamento de Estado, que compiló sus comunicaciones con la Embajada de Estados Unidos en La Habana en ese período, y que exista un curioso vacío de tráfico entre el 18 de febrero y el 12 de marzo de 1960. Las autoridades de EE. UU. han ocultado por décadas el conocimiento que tienen sobre el abominable acto.

A la consternación del sabotaje sangriento sobrevino la firme resolución del pueblo de defender la Revolución, al costo que ya le estaban cobrando sus más encarnizados enemigos.

La sentencia de Fidel no fue entonces solo una consigna. Cuba en pie, 61 años después, es el mayor testimonio de la plena vigencia que hoy confirma aquel clamor: o la Patria, o la muerte.

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