foto principal Juan Foto Rey

Las Tunas.- Juan Evangelio Morales Agüero es el Premio Provincial de Periodismo por la Obra de la Vida Rosano Zamora Paadín. Su palmarés se encumbra con ese lauro, precisamente, cuando suma nueve lustros de ejercicio constante de la profesión a la que tanto le ha aportado desde estas tierras.

Pensó primero en su madre, Paquita, mientras todos aplaudíamos al darse a conocer la noticia. “Mi vieja, que está en el cielo, de seguro en un lugar muy bonito, tenía un archivo con mis trabajos debajo del colchón; y, cada vez que alguien llegaba a la casa, ella le embutía los periódicos aquellos y a mí me daba tremenda pena.

“Le decía al que pasaba: ‘¡Mira qué lindo lo que escribió Moralito!’ (porque todos en su Manatí natal le llaman así). La cara se me caía con los vecinos, pero ella toda orgullosa de su único hijo varón.

“Sí, mi madre, que en gloria esté, fue una mujer muy sacrificada, sé que me está viendo en este momento y le dedico el premio, sin duda alguna”.

Lo dijo con los ojos húmedos y la voz entrecortada, sin dar tiempo a los abrazos y las preguntas de rigor. Era algo que traía entre pecho y espalda, para ser compartido pronto, sin rubor, con esa certeza que solo puede darte el amor más voraz, la mejor conquista.

1. Juan Morales en 26. Foto Cortesía del entrevistado“Comencé en el año 1979 como corresponsal colaborador en temas deportivos del periódico 26, porque yo era graduado de Cultura Física. Puedo decir que tuve una arrancada inusual, porque no fue haciendo informaciones, como es habitual, sino con comentarios, textos de ese tipo”.

Moralito se había “saturado”, esa es la palabra exacta que utiliza, de libros de Periodismo; se publicaban bastante en aquellos años de la mano de la editorial Pablo de la Torriente, y recuerda especialmente uno que todavía conserva, de la autoría de Víctor Joaquín Ortega, llamado Periodismo aplicado al deporte, una verdadera joyita en sus manos.

Por ellos supo que existía la crónica, que tiene un lenguaje más refinado, elegante, y se fue encandilando con el estudio de la profesión y sus derroteros. En medio de esa vorágine de saberes pasó a la nada despreciable categoría de “colaborador”, y entonces comenzaron a pagarle algunas de las “cositas” que iba enviando al colectivo entusiasta del rotativo.

Pero, no se le daba al bisoño Juan el salto de enrumbarse definitivamente al campo mediático. Lo había intentado tres o cuatro veces, pero nada. Trabas de todo calibre aparecían en el camino y le escurrían el sueño. Hasta ese día en el que Juan Emilio Batista, el imprescindible, llamó a la casa y le dejó un recado con la vieja.

“Dígale a Juan que ahora parece que sí. La Universidad de Oriente entregará una plaza a través de un concurso de oposición y, aunque hay 12 aspirantes, que no tenga miedo, que venga para acá en lo primero que salga de Manatí, la prueba es mañana temprano”.

Figúrese usted, de noche y con ese recado. Pero le estamos contando la historia de un periodista que ha tenido en su mamá a un ejemplo de sacrificio y resistencia. ¿Se acuerda? Paquita no se amilanó. Y puso a todos los primos, vecinos y cuanta gente halló a caminar Manatí para encontrar a Moralito, de seguro bailando en alguna cumbancha; y hacer lo que fuera preciso para que estuviera listo con el primer rayo de sol y andando, en tren, para Las Tunas.

No lo encontraron. El muchacho se apareció en la casa como a las 3:00 de la mañana, pletórico, después de una velada de juerga con los socios por allá por Santa Lucía, Punta Granada, ya ni se acuerda bien por dónde andaba.

Pero a esas horas no le valieron mangos bajitos, ni tampoco la resaca fue excusa. “¿Cómo que no vas a ir? Si es lo que siempre has querido”, así le dijo la madre. Y fue, o mejor, casi que lo montaron en el tren de las 6:30 am y lo lanzaron al sueño, sin medias tintas.

El muchacho del batey de central llegó, como era lógico, tarde a la prueba. Y esa también fue obra de la fortuna, porque le dijeron que le tocaba entrar de último y tuvo un tiempito para llegarse a casa de una tía, darse una buena ducha y hasta alcanzó una siestecita para aliviar la resaca. Al examen arribó, fresco y determinado, sobre las 2:30 de la tarde.

Mientras conversaba con los otros solicitantes fue ganando confianza. Él era un devorador empedernido de noticias, debates, actualidad, y notó al resto de los compañeros un poco flojos en esos asuntos. “Por ahí, ya es algo”, se dijo.

3. Dialoga con el gran martiano Pedrito Verdecie. Foto Cortesía del entrevistado

Aquella partida la ganó. Y, meses después, ya andaba con sus 32 años de edad a cuestas rumbo a la prestigiosa Universidad de Oriente para hacerse periodista gracias al Decreto 91, que le permitía insertarse en el curso regular diurno y conservar el 90 por ciento de su salario (alrededor de 200.00 pesos), toda una millonada para la época.

Pero imagine usted, entrar a un aula rodeado de caras mucho más jóvenes, recién graduados de los institutos preuniversitarios vocacionales de ciencias exactas (Ipvce) de la región, era un poco intimidante. “Aquí no voy a durar nada”, eso también lo pensó; pero igual se aferró a su gusto por la lectura, sus deseos de crecer y la pasión desbordada por el Periodismo que, lejos de menguar, se fue haciendo mayor.

En cada palabra se le descubre el deleite por esos años gloriosos, de Alma Mater y hallazgos, y hasta una carcajada se escapa cuando recuerda a la profesora de Inglés, se llamaba Bárbara y hacía honor a su nombre, porque a la santa misma él se encomendaba cuando la veía llegar al aula, capaz como era de ponerlo todo patas arriba con apenas el clásico good morning.

“Me decía ‘el mudo’ porque yo me queda así, no hablaba nada. En los seis semestres de la asignatura saqué tres, no pude más. Y la profesora fue hasta secretaría una vez a revisar mis notas porque decía que no era posible que yo no hablara nada, de nada. Por suerte era buen estudiante, de cuatro y cinco en lo demás. Creo que por eso me perdonó la vida”.

Para Juan, 26 es su casa, y para quienes estamos en la publicación hoy, él constituye una de las plumas más virtuosas que hemos tenido a lo largo de la formación. Profesional quisquilloso, hombre dicharachero, amante del fútbol, profundamente seguidor de Los Beatles, algunos textos suyos, en las calles de esta ciudad, tienen anécdotas memorables.

Habla de Segura, su eterno director, y de lo mucho que lo enorgullece la generación de periodistas de la que forma parte. En los pasillos de la publicación crecieron sus hijas (Sofía y Beatriz), las dueñas absolutas de su chequera y sus mayores sonrisas. Desde allí, entre el ardor cotidiano del Periódico, fue moldeando letras que le han vuelto imprescindible en el entramado mediático de este país.

2. Juan Morales en una aldea indígena de Guatemala. Foto Cortesía del entrevistado

Un día el diario Juventud Rebelde (JR) le abrió sus puertas. Y él, que nunca abandonó las dinámicas de su querido 26, agradeció la oportunidad porque “siempre he disfrutado escribir mucho y JR tiene un perfil que te permite hacer eso, textos de una página, trabajos grandes, temas curiosos, que escapan al diarismo. Eso me encanta”.

A Moralito debemos ese libro delicioso que es Postales tuneras, varias veces reeditado y siempre agotado en las librerías del país; también recordamos su tiempo de misión internacionalista en Guatemala, y somos muchos los que evocamos sus textos de esos días porque los buscábamos a sabiendas de que hallaríamos historias valiosas, intensas y coloquiales.

Agradeció a quienes votaron por él para este premio, como si necesitara de eso para que sepamos que hay un antes y un después del sello que ha impuesto en la prensa tunera. “Ya, a los 68 años, que cumplí en diciembre, me pareció que había llegado la hora de colgar los guantes. Pero yo siempre digo que nací periodista y voy a serlo hasta los últimos días”.

Lo sabemos. Por eso sigue publicando en sus redes sociales, está en la Televisión local con un proyecto de historia, y no abandona las páginas de 26; el periódico que un día tuvo la dicha de recibirlo y agradece, hasta el infinito, cada cuartilla con su rúbrica fiel.

Tubal Páez Hernández entonces presidente de la UPEC le entrega la Distinción Félix ElmusaJPG

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