Las Tunas.- Durante más de cinco mandatos Irma Vera González dirigió la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en el municipio de Jesús Menéndez. Todavía me parece verla, en mi infancia, empoderada en su cuartel general de la Calle 13, en el batey chaparrero.
Cuando asumió la labor, ya tenía camino andado en esas lides en distintas funciones. Sin embargo, todas quedaron en exclusiva para sus memorias, porque en aquel pueblo de bagacillo y remembranzas, Irma es la presidenta de más de una generación femenina, solo eso. Y ya basta para inscribirla con letras doradas en la historia de tan entrañables parajes.
Ahora la reencuentro. Está en Las Tunas para recibir el Sello Conmemorativo Aniversario 60 de la FMC. Sé que lo merece. Tras ese laurel está el trabajo de los mejores años de su vida, el sacrificio de la familia y también un sinfín de nombres anónimos que igual, a través de Irma, reciben los honores.
Insiste en que no hablamos de una organización concebida para que un grupo de mujeres avance y enrumbe sus pasos a la construcción de la sociedad soñada. Claro que no, a la propia Vilma Espín la escuchó comentar alguna vez alrededor de eso y, aquella ilustre santiaguera, como patriota virtuosa que fue, pensaba en grande.
“Vilma era la belleza hecha persona. Recuerdo que estábamos participando en un seminario en el hotel Habana Libre. Ella compartió con nosotros y en un momento nos dijo que la Federación no estaba creada para un grupo de mujeres, sino para todas. El objetivo siempre ha sido que cada día vivan mejor, con más derechos, todas las mujeres de Cuba”.
Habla de Vilma, de su piel tan blanca, de esa mezcla de dulzura y fuerza que se hacía belleza ante los ojos y, mientras lo hace, no deja de sonreír.
“Yo la conocí aquí en Las Tunas, en una reunión de trabajo. Después la vi en lo que era el cayo Juan Claro (ahora Puerto Carúpano) y luego compartimos en una visita que hizo a 'Jesús Menéndez'. Tengo en la memoria la ocasión en que me entregó personalmente la bandera del primer lugar alcanzado cuando el Tercer Congreso de la FMC, con aquella sonrisa”.
Los ojos se le pierden entre tantos recuerdos y cuando está a punto de contar algo más, alguien nos anuncia que hay que ir tomando puesto, porque casi comienza la actividad que nos ha traído hasta el memorial Vicente García González. Ella, presta a otra medalla; yo, apenas en la esquina, atenta a todo.
Dicen su nombre y pienso en mi abuela, ya añosa; en Dulce Ramírez, Virginia Ricardo, Margot Montero, Gisela Solís, Luisa Rodríguez y en muchas otras féminas de su tiempo. La mayoría chaparreras de cuna y corazón, como Irma.
Gente sencilla que por décadas anduvo lo mismo por el Batey, Salgacero, Laguna Blanca o Santa María 14. Mujeres todas que sembraron Patria en los pequeños espacios para que la semilla nos alcance hecha frutos, 60 años después. El reconocimiento que ahora luce el pecho de Irma, lo sé, también va para ellas.