
La FMC arriba este 23 de agosto a su aniversario 65. Mujeres tuneras ponen voz a los mayores retos que hoy les alcanzan dentro del accionar en la organización
Las Tunas.- El día que le avisaron a Odalys Peña Alarcón que iba a merecer la Distinción 23 de Agosto, otorgada por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), lo celebró con el tono fuerte y jocoso de voz que conoce su comunidad de Palo Seco, en el municipio de Jobabo. Pero por lo bajo confiesa que fue como mirar en retrospectiva sus 58 años.
Lo que la gente ignora es que, al otro día, ella se levantó antes que el alba y cuando estuvo lista rompió la guardarraya rumbo al claro, en medio de un panorama muy angosto, sorteando terraplenes en mal estado y un zigzag de charqueros. Caminó 12 kilómetros para asegurar su presencia y compromiso con la FMC.
Con ese mismo exceso, Odalys lleva el trabajo de la organización en su comunidad y cuenta orgullosa la buena articulación que ha logrado con sus 110 federadas. Sincera como es, alerta que su entorno es complejo, máxime en los tiempos que corren cargados de necesidades económicas, en los que las demandas de los pobladores descansan en problemas reales.
“Llevo 10 años laborando al interior de la FMC, pero pertenezco a ella desde niña -comenta. Y hacer una faena consciente no es estar detrás de un buró o de la mesa de reuniones, es conocer los dilemas de la gente y acompañarlos en la búsqueda de soluciones que a veces requieren de poco.
“Palo Seco tiene sus dificultades con los caminos, es un lugar intrincado, estuvimos más de dos meses sin agua, afecta la falta de electricidad, constituye un reto la cocción de los alimentos. Pero sus habitantes valen mucho y cuando voy hasta ellos no lo hago solo para cobrar la cotización, intento permanecer a su lado en cada eventualidad”.
Me narra sus tiempos más mozos en la Federación. “Era una fiesta cualquier efeméride, convocábamos y había asistencia, se hacían actividades bonitas y era evidente la alegría de los vecinos. Ahora el desafío resulta más grande porque la vida no es la misma, hay más necesidad y, por tanto, mucha más apatía.
“En el barrio siempre digo que no podemos perder la motivación; somos un grupo de mujeres que estamos para ayudarnos antes que todo. Y esto se aplica a actuar frente al alcoholismo, la violencia hacia nosotras, el embarazo en la adolescencia...
“A mí hay que respetarme, así lo expreso, hay que tener cuidado cómo se dicen las cosas. Faltan recursos, es verdad, pero voluntad sobra. Con el tema de la violencia no me canso de repetirlo, hace falta una mejor gestión porque como sociedad no estamos llegando a soluciones efectivas.
“Las autoridades deben involucrarse más; es preciso asumir el problema y enfrentarlo entre todos. Así sucede con otras realidades sociales. Cada organización tiene que sumar esfuerzos, pues de otra manera se nos corrompe lo más sagrado que poseemos: la tranquilidad”.
Conversar con Odalys es un recordatorio por los valores de su generación. Ella desde ya alista una caldosa para celebrar el aniversario 65 de la FMC y una mesa cubana para los niños. Será la primera en salir a barrer e ir de casa en casa, porque allí todos son una gran familia, sin excluidos.
Quienes la conocen hablan de su energía incansable, de sus labores de mediar en la comunidad, de esos intentos por que los suyos estén bien informados y se concentren en buscar salida a los problemas en el empeño colectivo.
Me cuenta emocionada el ímpetu que tiene su bloque en Palo Seco, el respeto que adquiere ser una federada de verdad. “Somos los ojos para avizorar el peligro y apoyamos a la tercera edad, a las más jóvenes… Qué bien se siente que la FMC sea útil y necesaria, y no solo una consigna.
“Ser federada no es hablar bonito, de hecho, yo lo hago bastante alto; es convencer con el ejemplo y tratar de enamorar a las nuevas generaciones para que sean iguales o mejores que nosotras. Eso es lo que Vilma hubiera hecho”.
BAJO LA SOMBRILLA DE AUNAR
Carmen Rosa Santos Fonseca era una jovencita cuando su mamá celebró en una actividad del barrio su arribo a las filas de la Federación. Me cuenta que todavía puede verla, con el orgullo casi tangible porque su hija seguía un camino que ella, igualmente, le había heredado a su estirpe.
De las canas maternas, que nacieron en el trabajo fuerte de la agricultura, aprendió Carmen todo cuanto hoy la acompaña. “Mamá tenía una fuerza extraordinaria que volcaba en los otros, en ayudar, en unir a la gente para que acometieran las tareas que requerían en la comunidad de El Batey, en el municipio de Jesús Menéndez.
“Cuando murió recibí la responsabilidad de dirigir el bloque que ella siempre había organizado. Imagínese el reto, cuando el quehacer me convoca es en ella en quien pienso. En su tiempo para atender a mi padre, la casa, a toda la familia; pero, principalmente, en la energía con la que llevó sus obligaciones como federada”.
En El Batey se celebran todas las efemérides por más que el cinturón apriete y el dinero escasee. Hay dulces para los niños y acciones culturales en la mañana; y la tarde es para que los adultos compartan.
“Estoy segura de que la comunidad se une más en las actividades, se motiva; así damos sentido a las fechas, porque para los jóvenes no hay historia que recordar, a las nuevas generaciones debemos acercarlas con hechos.
“A mí me participan bastante las federadas, los niños corretean todo el día y es un ambiente tranquilo, de armonía. Eso no tiene precio. Claro que sabemos que la situación económica es muy difícil y conocemos al detalle las personas que precisan ayuda, sobre todo de la tercera edad.
“Desde la FMC realizamos las gestiones para que los ancianos sin familias ingresen en instituciones sociales, en casas de abuelos, y no les falte un plato de comida, ni los medicamentos. Muchas federadas van a limpiarles las viviendas cuando lo necesitan, algún que otro fin de semana. Ese es también el trabajo de la organización, siempre lo digo, la humanidad ante todo”.
Me narra las historias de su entorno, las intervenciones que se requieren cuando la falta de electricidad golpea, no hay con qué cocinar, el agua de río ya no llega y hasta la de los pozos escasea. “Converso mucho con la gente; debemos explicarles, apoyarlos, hacerles sentir que no están solos”.
La sagacidad de Carmen la ha llevado, incluso, a las escuelas a dialogar de fenómenos como el alcoholismo, las adicciones, el embarazo a edades tempranas.
“La vida me forjó a la fuerza. Mi esposo era alcohólico; frecuentemente había un ladrón que me llevaba las cosas de la casa y un día descubrí que era mi propio compañero, y le puse fin a la relación. Con esa experiencia, que me marcó para siempre, trato de socorrer a las familias de mis alrededores.
“Tengo dos hijos que me tocó criar con la ayuda de mis padres, el más pequeño no conoce a su papá porque cuando se fue no regresó jamás a verlos, pero se hicieron profesionales y personas de bien. Esa seguridad de que puedes formar seres sociales íntegros está en nuestras manos.
“No de ahora que la cotidianidad es más compleja, desde mucho antes las charlas con las federadas van hacia la familia; las orientamos a cuidar a los adolescentes, a saber con quién ellos hablan, qué hacen, qué ven en la redes sociales. Digo con inmensa alegría que mi comunidad es muy tranquila y la defiendo desde la FMC, pero también soy la presidenta del CDR”.
Carmen ha trabajado toda la vida en función de la cultura, sus intentos de imbricar ambas cuestiones han logrado que su barrio fructifique, aun en medio del panorama actual. Tiene claro que ser federada es ser vecina, amiga y de muchas maneras hasta madre, porque la pujanza de la organización está en los rostros diversos que la habitan.

