
Las Tunas.- Las recurrentes ilegalidades en torno al abasto de agua y sus vericuetos hacen mucho más compleja la tensa situación que pervive en Las Tunas y que, se anuncia, continuará en los próximos meses, salvo que un evento imprevisto replete de aguaceros intensos estas tierras.
Recientemente, el perfil de Facebook que se identifica como Claridad Tunera hizo pública las medidas tomadas con quienes delinquían en el Consejo Popular de Omaja utilizando la conductora de suministro a la población para sus intereses.
La nota refiere de multas impuestas como medida, y dice: “Con conexión ilegal a la red existían varias casas. Se surtía al ganado mayor de Flora y Fauna y de la UBPC Waldemar Díaz, además de varias lagunas y arroceras que se alimentaban de la conductora, y tres de gran magnitud”.
Esta reportera no pretende detenerse demasiado en el hecho de que las “multas” se pagan y las ilegalidades siguen; una manera muy personal de decir que al toro se le toma por los cuernos y no atendiendo circunstancias con soluciones ínfimas, que son curitas ante un dilema tan tremendo como el hecho de que 90 mil personas en la urbe capital tunera no dispongan del líquido para sus necesidades más elementales.
El objetivo de estas líneas se enfoca en llamar la atención sobre qué hacer, desde todos los frentes, para que el agua del pueblo sea verdaderamente sagrada, porque, ¿ha sido siempre tan protegida? ¿Contamos con pequeños embalses, por ejemplo, que permitan a los animales y los cultivos nutrirse sin usar la que es de la población? ¿No resulta cruel, incluso, que el ganado se esté muriendo de sed al lado de una tubería poderosa, y sin tener otra opción para saciarlo que perforarla?
Los directivos del sector hidráulico aseguran que desde los años 90 del siglo pasado es práctica habitual de la Revolución pedir a las provincias que desconecten a sus más altos consumidores para proteger a la ciudadanía, e incitarlos a que busquen sus propias fuentes de abasto. Con el transcurso de varias décadas, ¿las tienen definidas? ¿Ahorran lo necesario?
Por los mismos jefes conocimos, hace poco, que la Agricultura, por ejemplo, tiene alrededor de 35 micropresas diseminadas por la provincia y ninguna de ellas funciona. También supimos que Azcuba, el otro organismo que controla embalses de este tipo en el territorio, dispone de 13 y, de ellos, solo tres están activos. ¿Se imagina el precio de tamaño descalabro?
Cuentan que el ganado daña los diques con sus patas, que algunas de estas presas parecen charcos, y afirman que necesitan recuperarse porque, para que la población sea prioridad real, el trabajo no puede concretarse desde un solo lado.
En tal sentido, es sumamente importante que las autoridades locales tomen carta a fondo en este asunto desde cada uno de sus terruños. Porque, ¿sabía usted que la dirección de Recursos Hidráulicos acá tiene solo tres inspectores para atender a toda la provincia?
Además, si el ciclo de distribución de agua se alarga en una demarcación, ¿no es ese termómetro suficiente de que hay que encontrar las causas reales? ¿Resulta preciso que venga alguien “de afuera” a decir qué está pasando dentro de una dinámica tan urgente?
En Las Tunas perviven horrores: arroceras asentadas en medio del marabú, ganaderos que pinchan la conductora Birama para alimentar las reses; cebaderos de toros acoplados a las tuberías de abasto y un sinfín de desvaríos que seguirán sucediendo, nadie lo dude.
Y eso no tiene que ver con que la respuesta sea solo multas que se pagan mientras el día corre, también pasa por el prisma de que no hemos sido capaces de mantener vías de suministro a la agricultura y su entramado, factibles, estables, útiles; y de que tampoco controlamos a pie juntillas cada pedacito.
No es cosa de juego el asunto de la sequía, ni lo es el hecho de que no cambiará el panorama en un tiempo corto. Pensar y actuar a mediano y largo plazo es la ruta para contrarrestar los efectos de madre natura; si continuamos perdiendo terreno ante ella y la desidia, no vamos a lograrlo.

