Las Tunas.- Maricela rompe a media madrugada con sus rutinas hogareñas. Deja el desayuno humeante para su esposo, atraviesa los patios como boca de lobos, y se calza los guantes para hacerle frente a la cochiquera familiar. Quince marranos advierten sus pasos y reclaman, estrepitosamente, el alimento. Con las primeras luces del alba y sus obligaciones cumplidas se encamina entonces hacia el trabajo, fresca como quien recién pospuso el sueño.
No en vano hablar de Maricela Peña Palmero en el Cerro de Caisimú es suscitar elogios y frases de respeto entre los lugareños que la ven desafiar cada jornada. Y es que la presidenta de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Sabino Pupo no es una mujer peculiar, sino una campesina que se sabe y se dice a disposición de la tierra y el noble propósito de ver frutos y oportunidades donde otros solo miran el sacrificio.
De verbo fluido y sencillo, cuenta la manatiense, que en su cooperativa tributan 153 productores que aportan al abastecimiento de la comunidad y tienen siempre la “ambición” de llevar alimentos a más barrios, hasta donde sea necesaria la ayuda.
Asegura que la CCS cumple con sus planes y pone maíz, yuca, plátano y demás cultivos varios en la mesa, pero además, despunta en la ganadería y los productores están siempre inmersos en lograr un mejor manejo de las reses para elevar los rendimientos económicos.
“Las 63 medidas para impulsar la agricultura nos han fortalecido y sabemos que vamos a seguir avanzando, sobre todo, porque la principal meta de este terruño es producir, fundamentalmente en el actual contexto de escasez de recursos, limitaciones energéticas y demás; nosotros tenemos muy clara nuestra responsabilidad”.
Enfatiza que en la cooperativa hay una área de 56 hectáreas de uso colectivo, donde más de 40 están destinadas al cultivo de la caña. Al respecto reitera su compromiso de mejorar los rendimientos de la gramínea y hacerles frente a las limitantes que atentan contra ello, para así estar a la altura de las urgencias que tiene hoy la Industria Azucarera.
Cuando habla del Proyecto de Apoyo a la Intercooperación Agropecuaria (Apocoop) un brillo especial dibuja su discurso y el agradecimiento es casi palpable. Confiesa que este ayudó con un tractor, un arado y una picadora, equipos que de muchas maneras han beneficiado las rutinas productivas al pie del surco.
Subraya que están insertados en la iniciativa de peluquería y barbería, la cual goza de buena aceptación en aquellos lares. Anteriormente la cooperativa sustentaba su economía en la ganadería y los cultivos varios y en el 2021, por concepto de servicios en la peluquería, ingresó más de 75 mil pesos.
“En la comunidad ha sido impactante, pues nunca había llegado una idea como esta. Ahora las jóvenes, amas de casa y trabajadoras tienen un lugar para embellecerse, además de garantizar empleo a las mujeres. Igualmente se favoreció el barbero, antes desvinculado del estudio y el trabajo. Entraron sin ninguna preparación, pero se les capacitó y obtuvieron sus títulos de graduados”.
Gracias a Apocoop recibieron pinturas de uñas de varios colores, dos planchas de pelo, secador, máquinas de pelar, tintes y otros recursos. Ahora, la calidad de los servicios y el buen trato han convertido el establecimiento en un emblema allí.
Maricela cuida celosamente de todo, y tiene el respaldo de su nieta, hija y esposo, que ayudan a hacer más ligera su carga. En Los Valdivia, la finca familiar, comparte con sus hermanos la faena; es un terreño sagrado en donde vierte sudor y conoce al dedillo cada recoveco y advierte el menor cambio, incluso, de los vientos.
Habla de la campesina y de la mujer rural con un orgullo que contagia donde no hay ligerezas, ni desventajas, sino una fuerza y voluntad que las hace dueñas de cada escenario, sobre todo, si este obedece a los designios de la tierra.
