Apicultor Ángel Manuel González Espinosa

Las Tunas.- Un apiario con cientos de abejas es algo que impresiona, más si se sabe que en solo 18 segundos una colmena se puede alborotar y un ataque masivo puede acabar con la vida de una persona.

Claro, que eso va con los inexpertos, que no conocen cómo comportarse en ese contexto, pero para alguien como Ángel Manuel González Espinosa, que lleva más de 60 años lidiando con las abejas, es lo más común del mundo trabajar con esos insectos, aunque siempre con todas las medidas de seguridad.

“Desde que estaba en la escuela de Villanueva llegaba a la casa y si había algún enjambre lo agarraba. Con 10 años ya le tenía un amor muy grande a las abejas, porque una vez que tú te metes en la apicultura es imposible salir de ese mundo”.

Ángel Manuel es uno de los buenos apicultores de la provincia, que desde sus conocimientos como ingeniero agrónomo y los estudios sobre las abejas, muestra cada año excelentes resultados en la producción de miel, allá por la zona de Villanueva, en los límites de los municipios de Las Tunas y Manatí.

Hablamos alejados de sus colmenas, donde tiene los tanques para guardar la miel, porque ya regresa a su casa en la ciudad de Las Tunas, después de una larga jornada de labor.

“Yo he producido más de cuatro toneladas de miel en un año y en el 2022 pienso llegar a más de cinco, porque prácticamente trabajo solo, mi hijo me ayuda, pero ya con la edad que uno tiene es difícil producir grandes cantidades. Es bueno que el apicultor tenga alrededor de 100 o 150 colmenas.

"Aunque ahora tenemos limitaciones con el combustible, el transporte, los viales en mal estado, Las Tunas en un futuro no lejano puede producir 750 toneladas de miel, porque tiene buen potencial, aun cuando hay muchas zonas de silencio con buenas floraciones a las que no se puede llegar, donde podría haber más colmenas. Y el país puede llegar a las 14 mil toneladas de miel de probada calidad, sin competidor en el mercado mundial”.

Este es un hombre con una vasta cultura agropecuaria y apícola. No es casual que estuviera en Venezuela durante más de dos años, y fuera jefe de la Misión Agroalimentaria en el estado de Carabobo, donde además, impartió talleres sobre los más diversos temas de su especialidad, y por supuesto, sobre apicultura.

“Ya creo que me voy a separar de las colmenas el día que muera. Trabajar con abejas es beneficioso en todos los sentidos, te ayuda mucho psíquicamente para mantener una postura correcta, es como un sedante para la vida”.

No dice más. Y se va a revisar los tanques donde acopia la miel, convencido de que es imposible separarse de las abejas no solo por costumbre, sino por amor.

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