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Las Tunas.- La historia del parque Vicente García González tiene su génesis en la Plaza de Armas que el ejército español fundara en abril de 1858 en esos predios; punto obligado antaño para los vendedores de frutas y alimentos ligeros.

En 1910, cuando el comandante del Ejército Libertador Eduardo Vidal Fontaine se convirtió en el primer alcalde de Victoria de las Tunas, se hizo eco de la idea popular de convertir en parque al sitio; y, en 1914, el Ayuntamiento decidió su construcción, con diseño de Luis Buenaventura Ruiz, bancos de madera y piso de pequeñas losas de barro.

Por estos días, un proyecto renovador, tan necesario como ambicioso, lo ronda. La idea, que incluye también la restauración de la parroquia de San Jerónimo, anuncia nuevos bríos a ese espacio entrañable para los tuneros.

Más allá de presupuestos y la concreción o no de esas obras, cuidar el parque tiene que volverse prioridad; y, con él, atender a todo el entorno, que es lo mismo que decir: cuidar el centro histórico de esta comarca (el menos extenso de Cuba, dicho sea de paso).

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QUIEN NACE A TU RESGUARDO, SABE TU POTESTAD

En medio de la prisa cotidiana muchos lo recorren sin tiempo apenas para observar sus esquinas. Otros, más provistos de un rato libre o, quizás, marcados por la nostalgia, se detienen a observar. Y, lamentablemente, es notable el deterioro y también son evidentes las indisciplinas a todas horas. 

Quienes laboran allí dieron una panorámica del asunto a 26. Entre ellos, Yanara Concepción, una muchacha que llega a sus predios cada día muy tempranito, caminando a oscuras desde las Petrocasas hasta el que es su lugar de trabajo.

"Esto está terrible por la mañana. Te encuentras desde heces humanas, pomitos de la farmacia vacíos, restos de botellas de ron, cualquier cantidad de desperdicios en todas partes, un desastre". 

No es la única. Otros tuneros que, como ella, velan por su cuidado, abundan en los dislates. Hablan de la oscuridad total del lugar (porque no funciona el alumbrado público del principal parque de Las Tunas); dicen de las indisciplinas constantes en sus alrededores y hasta ponen de ejemplo las "bolas del Bulevar", fruto del esfuerzo del artista René Peña, cada día más deterioradas.

Y si en sus criterios dedican unos minutos a las noches de actividades festivas en sus predios, la ira les nubla tanto los ojos que se quedan sin palabras. "De esos días mejor ni hablar; la gente hace lo que le da la gana por aquí y no hay manera de controlarlo. Pareciera que dañarlo todo es parte de la alegría". 

Los trabajadores del Museo Provincial y del seminternado República de Chile, ambos aledaños al sitio, destacan la fetidez en las mañanas, porque el olor de la orina que bañó las esquinas en la noche se cuela por las ventanas y lo sacude todo.

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¿QUIÉN PERMITE?

Tras los porqués, 26 llegó al diálogo con Armando Cruz González, jefe del área de Protección de la Empresa Filial de Seguridad y Protección Centro Las Tunas, y él aseguró que la seguridad allí está a la vera de la Dirección Municipal de Comunales. Sin embargo, sí ha estado a su recaudo el cuidado de los bulevares.

"Tuvimos que retirar el servicio por el incumplimiento de la contratación en cuanto al pago del salario de nuestro personal, que estuvo hasta seis meses sin recibir la cuota acordada.

"Era nuestra obligación al no ponernos de acuerdo con Comunales y no existir el dinero para realizar los pagos, y atendiendo a las resoluciones que nos amparan si el cliente no abona el servicio en el tiempo acordado". 

Por su parte, Víctor Pablo Pérez Acosta, director de esa entidad dedicada al cuidado de disímiles bienes, también lució sus insatisfacciones.

"Las condiciones del Bulevar son críticas para desempeñar este tipo de labor. Es inhumano que se encuentre una persona trabajando allí al sol y sereno, que no tenga un lugar donde resguardarse de la lluvia en caso de que haya mal tiempo, por ejemplo". 

O sea, que nadie cuida el parque, al menos ninguna autoridad; y eso, terrible en sí mismo, hace que sea mucho más necesario el civismo y la disciplina social.

Porque en esta suerte de "sálvese quien pueda" que algunos atizan en la sociedad y que tanto daño hace a los espacios públicos, estamos obligados a salvar lo que somos.

Y en ese parque, que nació también con las colectas que hicieran los tuneros de antes, juegan los niños de hoy; sería lamentable que la desidia impida la algarabía de mañana. 

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