Enfermera historia de mujer trans

A propósito del Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y otras formas de intolerancia, 26 comparte el testimonio de Yuri, una mujer trans que ha sabido ganar sus batallas desde la pugna interior, a fuerza de romper estereotipos de género

Las Tunas.- Soy de un campo de Holguín, de Mir específicamente. Cuando inicié la transición de género, a los 17 años de edad, sentí que ese espacio no estaba preparado para asumir mis esencias, pero tampoco iban a recortarme. Era una época muy compleja y una sociedad más difícil aún.

No tuve tiempo de confusiones. Desde pequeña yo me sentí mujer; jugaba con mis primas, con mi tía, y siempre era la mamá. Mis padres no me preguntaron por qué me sentía diferente, me dejaron ser…, y me daban consejos, pero haciéndome ver que lo que yo hacía no era un problema para ellos. No creo que hoy entiendan la fuerza que me dieron en ese entonces, la coraza con la que me armaron.

Claro que a los 17 años no tenía autonomía, no tenía independencia económica; seguía estudiando, pero decidí comenzar mi transición de género, poco a poco, sin saber, siquiera, que ese fenómeno se llamaba así. Recuerda que era otra época. No había Internet, no existían los estudios que existen hoy sobre el tema. Lo diferente era un conflicto y punto.

No se me olvidará que me puse mis primeras uñas postizas cuando nadie tenía eso. Empecé a dejarme crecer el cabello y me hice rayitos. No te imaginas lo importante que es para alguien que ha estado atrapado en un cuerpo que no quiere dejar que broten sus esencias. Esos pequeños actos cargan con todo el coraje que una ha tenido que ir reuniendo y son liberadores.

A los 19 años me mudé para Las Tunas, ya tenía a una buena parte de mi familia aquí, venía todos los veranos y me independicé. Alquilé un local. Por primera vez comencé a cocinar, a hacerme cargo de mí misma. Me río, pero fácil no fue. Yo necesitaba afrontar mi proceso sola. De algún modo, pesaba no ser el hijo varón que mis padres habían identificado al nacer. Ellos me siguieron apoyando, pero yo estaba sola.

SI NO ERES FUERTE TE DERRUMBAN

Empecé a investigar y llegué a la consulta de Orientación Sexual, en ese momento estaba detrás del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas. Pasabas por una comisión, veías a varios médicos que determinaban si tenías lo que entonces se llamaba trastorno de identidad de género y de allí te remitían para La Habana. Claro, tenías que ser fuerte, porque el proceso no era agradable.

Para allá me fui cuando tenía 21 años. La capital intimidaba, pero yo buscaba un tratamiento hormonal que fuera capaz de apoyar al género con el que me estaba identificando. Déjame decirte que los caracteres secundarios de la personalidad biológica masculina se iban acentuando, como el vello facial, que siempre ha sido un problema muy grande para mí.

Quería hacerlo de manera legal, con las dosis correctas, sin causarme daño. Empecé a recibir varios fármacos, un bloqueador de testosterona y también le añadían estrógeno. Me comenzaron a crecer los senos, propio de las hormonas, y me sentí más empoderada. El cabello ya estaba mucho más largo. Empezaba a encontrarme y me gustaba lo que veía.

LAS METAS NO TERMINAN, SE ACERCAN Y TRAZAS OTRAS

Te cuento que me casé a los 22 años y me mudé para el municipio de Amancio. Como interrumpí los estudios, cuando regresé a Las Tunas tuve que repetir el Técnico Básico en Enfermería. Por supuesto, me gradué y encontré una profesión que tenía que ver conmigo. Ayudar a los demás es tan reconfortante que una olvida sus luchas interiores. Al menos, así debería ser.

Mira, al principio fue complejo. Me dijeron que no podía usar uniforme de mujer ni cofia. Con lo que yo había luchado para defender mi identidad… Me deprimí mucho. Busqué ayuda, fui al Centro de Higiene, contratamos abogados, todo en el marco legal, y claro que podía usar mi uniforme e identificarme como enfermera.

Aún hay mucho personal en el hospital, a lo mejor lo hacen por respeto o por desconocimiento, que me nombran como el licenciado Yuri, algunos son mis propios compañeros de trabajo, y esas cosas me desaniman. Las callo, por respeto a la persona que me está hablando, pero me deprimen, porque lógicamente no tengo una apariencia masculina.

Gestos así todavía persisten y también mucha homofobia, más o menos solapada. Creo que tiene que haber mucho más estudio sobre el tema, que debe difundirse en cada centro de trabajo, hay que conocer qué significa ser transexual, transgénero, que no es lo mismo que ser gay. Si no hay conocimiento, no puede haber inclusión real.

Debería estar incluida la temática en los programas de estudio de Psicología y Psiquiatría en la Universidad de Ciencias Médicas, de verdad, no para malgastar el tiempo y cumplir jornadas.

Me gusta ponerme en varios zapatos. Comprendo que muchas mujeres trans no han tenido una vida como la mía, que tampoco ha sido fácil, pero me propuse que cuando la gente me mirara no solo viera a la mujer trans; me superé y llegué a ser profesional, con mucho sacrificio.

YO SOY LA MUJER QUE QUIERO SER, NI OTRA, NI TODAS

Me duelen los estereotipos de las personas transgénero, siempre asociados a la prostitución. Yo soy el ejemplo que de que el respeto se gana con acciones. Cuando me llamaron a la Dirección y me propusieron estar al frente del Cuerpo de Guardia, por todas las características y cualidades que vieron en mí, me sentí orgullosa y fue impulso para seguir. Me gustaría que todo el mundo sintiera eso.

En mis años lo veía muy lejano, pero sí se puede, se puede alcanzar el reconocimiento social por lo que haces y no por lo que eres, siempre y cuando te ames por sobre todas las cosas, pienses en ti y añores hacerlo; "si tú quieres, lo vas a lograr, Yuri", me dije tantas veces…

Estoy felizmente casada. Tengo en planes continuar superándome, cumplir propósitos. Siempre me proyecto a ser mejor persona, a ser una excelente hija porque se lo debo a mis padres, los amo infinitamente. En lo profesional, pretendo extenderle mi mano a todo aquel que llegue y me diga: "Te necesito, por favor".

No te miento, yo quiero estar aquí, en primera línea. Lo merezco porque soy una habitante de este planeta, común y corriente, como cualquiera.

Lo más difícil que he vivido ha sido que me admitieran, ese largo proceso que me trajo hasta aquí y que duró años, desde mi aceptación como mujer trans hasta que me matricularan como tal en la Universidad, la lucha por llevar la cofia…

Falta mucho por conquistar. Cuando logramos que la gente tenga conocimiento sobre las diferentes orientaciones sexuales, que no es algo que tú decides, sino con lo que naces, es tu orientación psicosexual, pues todo es más sencillo. Hay que entender que la homosexualidad no se pega, no es una enfermedad que se adquiere a través de un virus, una bacteria; es algo que está en tu cerebro.

Claro que respeto todos los criterios; lo que no voy a soportar es la violencia, de ningún tipo. Para eso están los derechos, las leyes, y también la conciencia. Si los homofóbicos supieran las heridas que causan, los intentos de suicidios que provocan, la frustración, el dolor… Yo he llorado mucho; y todavía lo hago.

                                                                                                                   …

Es la primera vez que doy una entrevista, todavía no estoy muy segura, pero la gente tiene que ser más sincera. Tengo pequeñas luchas, ardores. Claro que quisiera lograr un físico que se parezca más a la mujer que soy. Pero cuando me siento así, pienso en las mujeres que por cuestiones de salud pierden sus senos, sus órganos reproductivos y siguen defendiendo su esencia. Ese coraje femenino es mi orgullo.

No me escondo ni me recorto. Soy consciente de que nada bueno en la vida se consigue de manera sencilla, pero hay que seguir luchando. Mira, también hay que ocuparse, construir tu lugar. Cuando ayudo a los pacientes o abrazo a una madre, se me estruja el alma, porque la sensibilidad sí debe ser contagiosa. Trato de valorar la vida y defender los latidos, los tuyos, los míos, a cualquier costo.

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