Puerto Padre, Las Tunas.- En Puerto Padre, como en muchos pueblos, la llegada del circo se convertía en un acontecimiento popular, recreativo y cultural. Desde la entrada de los carros con remolques donde venían los artistas y los animales todo era algarabía. Los muchachos iban detrás gritando y acompañándolos hasta la zona de La Playita, donde se ubicaban. Después vendrían dos momentos; uno, armar la gran carpa y el otro, la divulgación. Payasos y carros por la calle promovían el espectáculo.
De esos días han quedado en la memoria colectiva miles de anécdotas. Desde las funciones, la alegría, los miedos, hasta la muchacha que se fue con uno de los malabaristas. Pero hubo una que marcó para siempre la historia del circo en la Villa Azul y fue cuando murió la elefanta Tana.
Esta leyenda perteneció a la familia Montalvo, quien la compró para su circo en la década de 1930. Fue adquirida junto a otros animales en la ciudad de Boston, en los Estados Unidos. En el guacal donde venía había una inscripción: “Crazy”, lo que significa loca en inglés, o sea, era una alerta de que ese ejemplar estaba desquiciado. Solo medía metro y medio de alto.
Le pusieron Tana, por ser un nombre africano que coincide, presumiblemente, con el del río Tana, el mayor de la región de Kenia en el África oriental. Sus inicios en el mundo circense datan de la década de 1940. De su entrenamiento se encargó Severino Ruiz, de origen español; utilizó para ello el idioma inglés, tal vez por el lugar donde la adquirieron. El capitán Ruiz falleció en 1959, y Santiago Bravo asumió el puesto de domador hasta 1963, cuando le sucedió José Piñón Carballo (Pepe del Valle), quien por casi dos décadas se encargó de la faena. Él tuvo que ganarse la confianza de la paquidermo obsequiándole caramelos, porque le comenzó a hablar en español.
Quien se ocupaba de su cuidado lo apodaban Manzanillo, por la localidad de donde procedía. “Estuvo a su lado desde los años 40 hasta que ella le tiró la primera pala de tierra encima -cuenta Hilda Venero, historiadora del circo en Cuba-; un gran hombre que amó, cuidó y defendió a Tana como si fuera su hija y aseguraba que no era loca, por el contrario, sino muy tierna, a pesar de algunos maltratos”.
Entre las actuaciones más significativas de Tana estuvo la realizada en el espectáculo del Circus Show en el cabaré Tropicana, en 1954, y en una propaganda para el ron Bacardí. En cuanto a Puerto Padre, existe evidencia documental de la visita del circo Montalvo en 1959, en la que aparecen varios vagones que transportan animales. En el dorso de la fotografía se lee: “Circo Montalvo con sus fieras: leones y elefante”. Según la citada historiadora, se trata de una cabalgata y Tana la encabezaba, pues “era el único elefante de circo adiestrado que quedaba en el país”.
Al desintegrarse esa cofradía artística, los hijos de sus dueños se distribuyeron las propiedades y Alberto (Lalo) se quedó con la singular reina de la escena. Montó entonces su espectáculo con el circo Montalvo-Pubillones. Luego, en 1962, se fomenta lo que sería el Gran Circo Nacional, auspiciado por el Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT), considerado el primer circo socialista, y al que Lalo se unió. La premier aconteció el 12 de febrero y dentro de los artistas estaba la “pequeña gran estrella de la pista”. A esa actuación memorable asistió el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Tras la intervención estatal, en 1968 nace el Circo Nacional de Cuba. Desde entonces, Tana integró su espectáculo junto al entrenador Pepe del Valle. De asistentes hubo varias mujeres, pero ninguna la amó tanto como Nancy Correa, conocida en el mundo del espectáculo como Azuquita.
Mientras, la legendaria hija de África era intranquila, corría detrás de las personas, un poco agresiva, pero con su domador se comportaba amablemente y en la actuación brillaba, cuenta Reinaldo Hernández, Premio Nacional de Arte Circense 2020 y descendiente de los Montalvo.
En esta etapa, realizó actuaciones en el cabaré Santiago de Cuba; en la Televisión cubana y en la Feria de la Juventud ubicada en la avenida de Rancho Boyeros (establecida en 1964), La Habana.
Pobladores de Delicias cuentan que en la década de 1960 el circo INIT dio una función en el terreno que hoy ocupa el estadio. Allí Tana puso a correr a todos los espectadores, dejó de obedecer y salió desmandada. Dicen que Bertha Cosme, vecina de ese poblado, se trepó en el palo mayor de la carpa.
Había quienes gritaban y lloraban, corrían con los zapatos en las manos y a veces solamente con uno, buscando refugio en casas y establecimientos. La notable paquidermo llegó hasta la línea del ferrocarril y regresó a la carpa. Al otro día corrían de boca en boca las historias sobre lo sucedido, especulaban y fantaseaban, muchas de ellas hoy perduran en el imaginario de los delicienses.
Algunos años más tarde llegó el Circo Nacional de Cuba a Puerto Padre y en medio de la actuación la inolvidable elefanta se desplomó, intentaba pararse, pero no podía. Enseguida se desalojó la pista y se fue apartando el escenario para ayudarla, pero en vano. Toda la noche estuvieron en vela el personal del circo, los agentes encargados de la seguridad del espectáculo y los veterinarios, intentando curarla. Afuera, en el pueblo no se hablaba de otra cosa y los muchachos iban hasta la carpa a curiosear.
Cuando llegó el servicio veterinario, estaba postrada en el suelo. La intentaron hidratar con sueros, pero era la primera vez que se atendía un animal de esa especie y resultaba muy difícil encontrarle la vena tradicional como a otros mamíferos. Hallaron una vena de grueso calibre cerca de la oreja y por ahí se le pasó el suero de varios litros de solución salina. Tuvo indicios de recuperación, pero no resistió. Era el 29 de noviembre de 1981.
El médico veterinario Eduardo Rey Batista, quien en ese tiempo estaba de director de Veterinaria en funciones, cuenta que la causa de muerte fue “mal manejo de su alimentación, al darle una cantidad excesiva de king grass nuevo, que tiene mucho contenido en agua y eso le provocó diarreas intensas. Ya ella venía con un estado deplorable por el sobretrabajo, las pocas atenciones, y las diarreas le provocaron un proceso intenso de deshidratación”.
Se le hizo la necropsia y le tomaron muestras para descartar cualquier proceso infeccioso. La enterrarron en la intersección del puente del río Parada y la carretera que va hacia Manatí, a la derecha. Con los resultados negativos de los análisis en el laboratorio, se accedió a la petición del Ministerio de Cultura de desenterrarla para, mediante un proceso de taxidermia convertirla en pieza museable.
En ese proceso llegó Loraine Villamar, quien asumía la dirección de Patrimonio, para proceder a sacarle la piel y la osamenta con el fin de diseñar un futuro montaje museográfico. Flérida Casamayor Cruz, directora de la sala de Ciencias Naturales de Puerto Padre, se había comunicado con Loraine con tales propósitos. Procedieron a recuperar la piel y la trasladaron hacia Las Tunas y fue depositada en una de las neveras de la Pesca provincial.
El proceso de conservación no fue efectivo, y ese material cayó en un estado de putrefacción, no se pudo recuperar. La pieza obtenida era muy grande y llevaba mucho producto de preservación, sobre todo formol, que podía ser perjudicial para los que realizarían el procedimiento. La enterraron dentro de una arboleda en el camino viejo hacia El Cornito, en Las Tunas.
La osamenta fue sacada tiempo más tarde y se encuentra dentro de los fondos del Museo Municipal de Puerto Padre. Se quiso montar junto a la ballena Jubarte en dicha institución, pero el esqueleto estaba incompleto y la cabeza, por ejemplo, había sido dañada al tratar de sacarla, por el operador de la retroexcavadora. Flérida quería tener en el museo los dos animales más grandes, el de la tierra y el mar.
Tana sigue siendo leyenda en la Villa Azul, forma parte del recuerdo popular, por lo que significó su muerte; aunque muchos se enteren ahora de la historia de esta gran estrella de circo.