oscar herrera reyLas Tunas.- Próximo a cumplir sus 75 calendarios, Oscar Herrera me resulta un hombre sencillo, curioso y jovial, que nunca ha dejado dormir completamente al periodista innato que lleva dentro. Quizás por ello (y porque la costumbre suele ser un vicio hermoso) indaga sobre los orígenes del apellido que compartimos y por quién es la muchacha que le pone ahora en vez de cazador, en lugar de cazado. Mientras, observo su bigote y cabello blanquecinos, y me pregunto cuántas historias atesora este fundador de la prensa en Las Tunas.

Cuentan colegas que vivieron su tiempo reporteril que era una locomotora de trabajo y más de una vez los médicos tuvieron que regañarlo para que aflojara en materia laboral. Hasta apretujó el pecho a muchos cuando una hemorragia localizada en el cerebro le cobró cuenta en 1992 y por poco no hace el cuento.
Hoy se haya ante mí este señor periodista, Premio Por la Obra de la Vida Rosano Zamora Paadín. Y yo, pensando en la suerte de aprender de su experiencia, no demoro más el diálogo...

- Cómo llegó Oscar a lo que Gabo llamó "el mejor oficio del mundo".
Siempre quise ser químico industrial, pero no tuve la posibilidad. Fui el segundo expediente de la secundaria Cucalambé, mas no me gustaban las opciones de estudios que se me presentaron. Un día, sentado en un parque, me encontré con Roger Aguilera, Ricardo Varela y Alberto Reyes, quienes me dijeron que iban a hacer una prueba a Holguín para estudiar Periodismo y me preguntaron si quería sumarme. Les dije que sí. Felizmente, aprobamos los cuatro. Tenía yo unos 16 o 17 años de edad.

Luego, nos mandaron a pasar un curso de tres meses en la escuela de corresponsales Pablo de la Torriente Brau, de Santiago de Cuba. De ahí Roger y Alberto se quedaron en la Ciudad Heroica, y Ricardo y yo vinimos para acá. Éramos bisoños, empíricos e impetuosos. Mi colega empezó en Puerto Padre a dirigir Mochas y Caña, y yo inicié como corresponsal del periódico Sierra Maestra, de la antigua provincia Oriente. En esa labor estuve de 1969 a 1976.

-Y recuerda el primer trabajo periodístico que realizó...
Sí, cómo no, fue algo complejo y bonito a la vez. Obtuve la información montado en un camión del plan arrocero de Jucarito, en Bayamo. Ahí conversé con el jefe y luego confeccioné la nota. En esa época recortaba y guardaba mis publicaciones, pero después dejé de hacerlo porque eran muchas.

No niego que, al inicio, sentí cierto temor. En el Sierra Maestra trabajaban personas con experiencia y el diarismo no era cuestión fácil, pero con el tiempo uno se adapta y perfecciona su quehacer. Una vez a la semana, entre Nelson Marrero, Rosano Zamora (Gallo) y yo, hacíamos una página dedicada a Las Tunas. Nosotros mismos tirábamos las fotos con cámaras analógicas y luego revelábamos las fotos, eso nos enseñó Gallo, una especie de hombre orquesta.

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Además, me vinculé con el periódico El Forjador (semanario). En él publicaban colegas como Luis Manuel Quesada Kindelán, Gallo, Nelson Marrero y Herminio Reynaldo. En resumen, empecé mi vida profesional como corresponsal, pero sin ser licenciado en Periodismo, solo con un curso de preparación. Después empezaron los cursos dirigidos en la Universidad de Oriente y, luego, en Holguín. Así, en 1978, logré la licenciatura. Otros como yo se formaron en el camino. El Periodismo aquí creció empíricamente.

- Tengo entendido que impartió cursos a corresponsales voluntarios. Hábleme sobre ello. Cuán difícil era ejercer el periodismo entonces.
En el poblado de Gastón, Majibacoa, impartí seminarios para corresponsales voluntarios. Fue una época muy bonita porque Las Tunas se convirtió en la región de mayor desarrollo del Movimiento de Corresponsales Voluntarios en Cuba, eran más de 50 en total, de diferentes lugares y sectores. De ahí surgió, por ejemplo, Ulises Espinosa y Alberto Rodríguez Morell. Nos dieron –incluso- una bicicleta para atender un distrito cañero cuando la zafra del '70.

También fui jefe de corresponsales en Oriente Norte, que incluía a Las Tunas y Holguín. Era la época de cuando trabajábamos con máquina de escribir, las ediciones impresas se realizaban a mano, con ayuda de tipógrafos, o mandábamos los trabajos a través de teletipos, por el correo.

En las clases enfatizaba en el valor humano. Siempre he dicho: la lucha es contra los defectos del hombre, no contra el hombre. También hacía hincapié en la fuerza del argumento (con el argumento no hay quién te venza), en la importancia de investigar con profundidad y siempre decir la verdad.

- De los acontecimientos que tuvo que cubrir, cuáles recuerda más.
Los recorridos con Fidel, Raúl, Almeida y otros altos dirigentes. Una vez, cuando el máximo Líder de la Revolución estuvo en Covarrubias y en la fábrica de estructuras metálicas Francisco (Paco) Cabrera estuve ahí, cerca, y fue algo grande. Así lo recuerdo, grande no solo en tamaño, sino en pensamiento. Una de las cosas que me gustaba de él era que enfatizaba en que debemos oír a todas las personas, desde la más humilde hasta un científico.

Poder escucharlo en congresos de la Unión de Periodistas de Cuba fue otra dicha, pues traté de mantenerme activo dentro de nuestro gremio. Incluso, fui vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba en el territorio (UPEC). Hasta que presenté un problema neurológico y tuve que decir adiós a varias faenas.

- Cuán enriquecedor resultó reportar en época de transformaciones que marcaron la vida socioeconómica y cultural del territorio.
Me erizo al pensar en coberturas de ese tiempo. Recuerdo la década del '70, cuando Faure Chomón era primer secretario del Partido, que se inauguró el primer acueducto de la ciudad (el Tanque de Buena Vista) y fue algo bello para toda la comarca. Juan Emilio Batista y yo realizamos una información sobre el acontecimiento, que salió publicada en primera plana en el Sierra Maestra.

A Faure le debemos muchas cosas: el apoyo al surgimiento y desarrollo del movimiento escultórico liderado por Rita Longa, su incentivo a la magia, como trajo a Blanquita Becerra e impulsó la creación de la Escuela Vocacional de Arte, el aliento a obras al estilo de la fábrica de estructuras metálicas Paco Cabrera y la inauguración del Hospital General Docente Doctor Ernesto Guevara de la Serna, por solo citar algunos ejemplos. Hoy siento un sano orgullo de haber estado ahí para contar esos sucesos y que quedaran para la historia.

- Me imagino que, como todo periodista, haya vivido algún momento inesperado o agridulce durante su labor...
Una vez estuve a punto de renunciar al Periodismo. Rosano Zamora era director de El Forjador y también desempeñaba otras labores. Los reporteros éramos jóvenes, teníamos mucho que aprender. Traje una información de un centro de acopio de La Yolanda, distrito cañero de Jobabo, y me dijo que faltaba un dato. Por eso tuve que ir nuevamente al lugar, que quedaba a unos 10 kilómetros de esa localidad, lo que en bicicleta ida y vuelta se convertía en 20. Yo aguantaba el llanto, pensaba que Gallo me quería joder y era que deseaba convertirme en un mejor profesional. Luego lo vi claramente.

- Pero la Radio finalmente fue el medio que le atrapó, hasta jubilarse bajo su cobija. Cómo llegó a este y qué significa para su persona.
Me mandaron para la Radio porque era lo que hacía falta en el momento. Casi lloro cuando me dieron la noticia, me gustaba mucho escribir y ahora tenía que ser conciso. Después me pusieron como jefe del Departamento Informativo de la emisora Radio Victoria y estuve en ese cargo desde 1976, por más de una década. La magia del medio finalmente me atrapó. Aunque desde antes de formar parte de su plantilla, colaboraba con el entonces Radio Circuito.

Me metía tanto en el diarismo que, cuando me tocaba guardia como parte del consejo de dirección, decía al que le tocaba escribir: no vengas que yo redacto los boletines. No concibo mi vida sin la Radio, allí estuve más de tres décadas, creciendo en conocimientos y como persona. Me ha dado demasiadas alegrías.

- Qué significa para usted ostentar el Premio Por la Obra de la Vida Rosano Zamora Paadín.
Honor y satisfacción. Uno no se da cuenta de lo que hace hasta que lo rememora al detalle. Cuando empecé a escribir mis memorias, me asombré de hechos vividos. Corté caña antes y después de ser periodista, fui delegado del Poder Popular, secretario de delegación de base de la UPEC, vicepresidente de esa organización en la provincia, entre otras funciones. Pero no me gustaba mucho ser dirigente, sino ser periodista, por eso no me aparté de la profesión.

- Entonces, a 60 años de la Upec, qué no debe olvidar un periodista.
Decir siempre la verdad y no cogerle miedo a la profesión ni a algún tema. Es vital prepararse. La modestia es importante, nunca caer en el triunfalismo. Además, debemos experimentar cosas para saber cómo escribir. De hecho, todavía tengo esa manía, por ejemplo, analizo el ambiente mientras realizo una cola y, en algunas ocasiones, hasta les he demostrado a ciertos directivos que no han actuado del modo correcto en su entidad. Hay que comprobar el trabajo que pasa la gente, meterse en su piel y, luego, hablar con argumentos. Ser periodista, más que una profesión, es una filosofía de vida.
                                                                                                                                                   ...
Me despido de él como quien bebió de una fuente de sabiduría. Sus ojos brillan otro poco y el rostro se muestra más feliz. Ha valido la pena, digo para mis adentros. Sé que quedaron muchas cosas por decir como su participación en juegos de softbol y esas fiestas que ayudaba a organizar, su recuperación tras la hemorragia cerebral, anécdotas relacionadas con sus hijos y nietos, pero -sobre todo- referencias a anónimos rostros que le deben algo más que una entrevista, un pedazo de vida inmortalizada con la firma de un hombre llamado Oscar Herrera, nombre imprescindible en la historia de la prensa tunera.

 

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