
Las Tunas.- La próxima revista especial televisiva de la máxima dirección política de la provincia estará dedicada al espinoso tema de las indisciplinas sociales; así que les preguntamos a nuestros públicos cuáles les preocupan más ahora mismo y los resultados son, cuanto menos, interesantes.
Atenidos a sus reacciones y comentarios salta a la vista que, entre los comportamientos más criticados, estuvo la música alta, esa que nos obligan a escuchar a diario desde las motorinas o bicitaxis; no importa si es el tema de “reparto” del momento o una balada del siglo XX, llega también desde los vecinos o centros recreativos, queramos o no.
Este tipo de acciones no solo fue la opción más votada en una de las encuestas, marcada por más del 70 por ciento de los participantes; sino que, además, constituyó el tema absolutamente dominante en los comentarios.
La ciudadanía describió el hecho como “insoportable”, “estruendoso” e “irritante”, y puso sobre el tapete su impacto negativo en el descanso, la tranquilidad y la salud, agravado por los frecuentes apagones de estos meses. Esos instantes en los que la población podría descansar, fustigaron, se ven interrumpidos por el nivel de decibelios musicales. Sí, porque cada quien es libre de escuchar la melodía que le plazca, pero hacerlo de un modo que interfiera en los derechos del otro resulta inadmisible.
Otra gran preocupación, el elemento más señalado en el sondeo principal con un abrumador 81 por ciento, fue la gestión de los desechos sólidos. Se manifiesta, describieron los encuestados, mediante microvertederos más o menos “espontáneos”, escombros arrojados en la vía pública, a veces con el cuestionado argumento de “tapar baches”, o la quema de basura. Los comentarios reflejaron tristeza y bochorno colectivo por el estado de suciedad de las localidades tuneras, que antes consideraban “limpias y bellas”.
Con un 60 por ciento en esta lista de preocupaciones quedó el vandalismo contra bienes en escuelas, hospitales y transporte público, sucesos que indican una alarmante falta de sentido de pertenencia y respeto por lo que es de todos; pero que, al parecer, no les duele por igual a quienes contribuyen al deterioro o a la inacción.
Por otro lado, las conductas agresivas en las colas, la ingestión de alcohol en la vía pública y, de manera muy significativa, el que personas orinen o defequen en espacios colectivos también fueron aspectos marcados por los internautas, aunque en menor medida. Es, alertaron, una horripilante pérdida del pudor y el respeto básico hacia los demás. Los comentarios, incluso, describieron escenas crudas de individuos haciendo sus necesidades fisiológicas en público, sin ningún tipo de vergüenza. Otros mencionaron repetidamente la invasión de vías peatonales por motos, motorinas y bicicletas, convirtiendo esos perímetros en zonas peligrosas.
Sin embargo, el dilema de fondo que unifica a todas estas quejas -y que quizás debería preocuparnos más- es la percepción compartida de impunidad y falta de aplicación de la ley por parte de las autoridades. Las tuneras y tuneros no solo piden que se listen los problemas, exigen acción, control y sanción para recuperar la limpieza y el orden público, que consideran gravemente deteriorados.
¿Significa esto que la ciudadanía está asumiendo una postura pasiva, creyendo que semejantes situaciones son solo responsabilidad de los decisores?
Tal vez, aunque en las glosas varios ciudadanos mencionaron, además, la falta de educación y la responsabilidad en la familia por actitudes individuales, reconociendo que el problema empieza y termina en el ser humano. De hecho, varios juicios expresados al calor del sondeo señalaron directamente que “el respeto comienza desde nuestros hogares”, diciéndonos con claridad que la inadecuada educación en casa sobre el respeto al prójimo, la tranquilidad ajena y el espacio público son el caldo de cultivo para estas fechorías.
También dieron muestras de angustia por que las nuevas generaciones maduren viendo estas conductas como “normales”; algo que podría conducirnos a un círculo vicioso de mala educación, que hará este panorama aún más insoluble en el futuro.
Empero, eso no le resta fuerza al hecho de que las quejas se canalizaran hacia la autoridad por una razón clave: los pobladores afirman estar actuando; se quejan a sus delegados, llaman a la Policía o protestan en encuestas como esta, pero perciben que sus acciones no tienen consecuencias, pues, aseguran, no hay una respuesta efectiva de las instituciones. La queja hacia la autoridad, parece, nace de la impotencia.
Nuestra gente sabe que existen leyes y regulaciones, incluso varios las mencionaron; no obstante, estiman que es función primordial del Estado hacerlas cumplir. Siguiendo esta línea interpretativa podría decirse que ellos circunscriben su rol al de denunciar, porque estiman que el poder de coerción, sanción y disuasión recae en la Policía o en el Gobierno local.
La ciudadanía tunera, a través de sus comentarios o haciendo clic en nuestra indagación, nos ha dejado un diagnóstico complejo, y digámoslo sin rodeos: pesimista, sobre el problemón que son ahora mismo las indisciplinas sociales. Al propio tiempo, fueron muy lúcidos: no se eximieron de su responsabilidad; eso sí, indicaron que la solución requerirá de un actuar en todos los frentes simultáneamente. Sin embargo, dijeron, y tomemos nota de eso, hoy por hoy el frente institucional es el que perciben más ausente e ineficaz.

