Las Tunas.- Un día, aún atrapada en la vorágine del hogar, escuchó por primera vez hablar del tema en el Noticiero. Se acercó al televisor y devoró la noticia con los ojos expectantes. Los minutos de transmisión le volvieron a la mente esa noche, justo antes de dormir. No le dijo nada a su esposo Francisco, pero la idea se le escondió en algún lugar de la cabeza de donde nunca se le escapan los proyectos.
Cuando volvió a escuchar sobre la siembra de alevines y otras especies en espejos de agua de familias campesinas, Maura echó fuera las dudas que todavía llevaba atravesadas y entonces Francisco sí que escuchó los pensamientos que hacía días la traían entusiasmada por lo bajo. Le pidió que fueran a la Pesca, a la cooperativa, a donde fuera necesario, pero “ellos no podían perder esa oportunidad”.
Con las intenciones sobre la mesa, las ganas de diversificar las producciones de su finca, perteneciente a la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Calixto Sur, en el municipio de Majibacoa, y el apoyo y la capacitación de la Empresa Pesquera Pescatún Las Tunas, emprendieron el proyecto acuícola desde diciembre, y ya cuentan con la siembra de más de 10 mil alevines en su entorno, entre ellos, tenca blanca, manchada y el Labeo rohita.
Pero la cabeza de Maura Quevedo Pavón sigue entretejiendo nuevas iniciativas. Cuando ella y su esposo escucharon hablar de los colosomas, peces cuya alimentación es a base de frutas y desechos de comida elaborada y que adquieren 15 kilogramos de peso entre ocho y nueve meses, enseguida se les encendió la chispa campesina y ahora crean las condiciones para ver prosperar esta especie a metros de su cocina.
“Yo vivo con un entusiasmo a partir de que conocí esta vida… Desde que raya el alba me la paso atareada con los animales, pero aun así no dejo de soñar con otras metas: ver las tierras llenas de pollos, patos, porque todo no puede venir de afuera y con el fomento de proyectos locales se podrían resolver muchas necesidades que tiene el pueblo ahora mismo.
“Muchacha, esto es exactamente lo que yo quería hacer. Cuando mi esposo obtuvo las tierras en usufructo esto estaba lleno de marabú, la gente nos decía que ni en 10 años íbamos a lograr sembrar ni un plátano, y ya no queda ni rastro de la plaga”.
Nos cuenta con sencillez cómo cambió su vivienda, un chalé confortable y bonito por la casita modesta que ahora habitan. Ellos querían una finca para poder convertirse en campesinos. Asegura que no saben lidiar con la estrechez y enseñaron a su hijo Ramón, desde pequeño, a perseguir proyectos prósperos, pero “bien arrimados a las necesidades colectivas”.
La faenas de Maura comienzan antes de que nazca el día y no conocen límites. Intenta aprenderlo todo, en sus predios utilizan alternativas para la alimentación animal, emplean la materia orgánica gestionada con entidades cercanas al lugar. Emplean la gallinaza, excremento de pollos, que se considera como un excelente abono y alimento para peces.
La productora asegura que no es sencillo el trabajo. Es una labor que necesariamente debe llevarse en el pecho y pensarse con horizontes más distantes del mero interés material, “el dinero no lo es todo”.
En su extensa finca pastan más de 200 cabezas de ganado menor. Pero Maura sueña con otros animales y diversificar las producciones para poner alimentos suyos en la mesa de los tuneros. Asegura que esa es la motivación que la hizo abandonar la comodidad y ahora le roba muchas horas de sueño.
Basta una ojeada para adivinar sus bríos tras el sombrero que la resguarda del sol. “Cuando una es campesina tiene un compromiso, una intención. Yo estoy segura que nosotros podemos hacer mucho más. Hasta el momento tengo toda la salud para seguir persiguiendo los sueños que me han desvelado desde niña, y todos caben en esta finca, en este pedazo de tierra que yo sé que aún tiene mucho que aportar”.
