Moraima malangueta

Las Tunas.- Seis años de experiencia en un emprendimiento económico para mujeres, cuatro viajes a República Dominicana, y uno a Colombia para formar a más de 400 artesanas; diplomada en Economía Social y experta en el manejo artístico de la fibra de la malangueta, no hicieron a Moraima Martínez Reynaldo menos vulnerable ante la crisis económica, las consecuencias de la Covid-19 y la ausencia de turismo en Cuba.

Moraima malangueta 2Para sobrevivir los últimos dos años y asumir las responsabilidades familiares y avatares que enfrenta cada día, acudió a las concepciones de resiliencia aprendidas, pero nada es suficiente ante el desafío de lograr una comercialización segura y un encadenamiento de las producciones para reencontrar el mercado.

En la comunidad rural de Barranca, municipio cabecera, es protagonista del proyecto que reunió inicialmente a nueve mujeres que recibieron apoyo tecnológico y capacitación de uno de los programas implementados por Oxfam Internacional en Cuba, y que benefició a socias de la cooperativa de créditos y servicios Josué País, perteneciente a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.

Con sus manos y esfuerzo ellas moldean la fibra de una planta invasora que crece en los embalses cercanos, la malangueta, y tejen sombreros, carteras, cestas, pamelas, organizadores, artículos para decorar el hogar y otros pedidos con un material que, si bien es natural, necesita durabilidad y humedad a la vez. Complejo reto.

La máquina digitalizada de bordado con dos de coser eléctricas para dar valor agregado, y una motoneta, destinada a trasladar los productos, son patrimonio material de la iniciativa que llaman Copomalangueta, y que puede implicar y dar empleo a 30 mujeres más, confirma Moraima; pero los tiempos cambiaron.

LA RUTA DE UNA VALIENTE

Barranca es una comunidad rural ubicada a alrededor de seis kilómetros de la ciudad de Las Tunas. Allí hay tradición de recolectores que sacan del fango la fibra de la malangueta, la limpian, tratan y la ponen a disposición de tejedoras y tejedores, que descubrieron hace mucho el valor económico del trabajo artístico que devuelven, y saben, además, el favor ambiental implícito.Moraima malangueta 4

Abandonar el lugar no está entre las opciones de Moraima. La materia prima fundamental de su emprendimiento está allí; pero resulta que también la sequía y las consecuencias de la unificación e inflación monetaria, de las que nadie escapa. Ella sabe que hay que reanudar faenas de cara a la creación de medianas empresas y otras alternativas económicas.

“Nuestra dificultad radica en la comercialización, abrirnos en el mercado, darnos a conocer. Tenemos la materia prima, la demanda y la mano de obra, el potencial humano como digo yo, la sabiduría, el aprendizaje, pero no a quién venderle”, precisa.

Enfermera de profesión, esta mujer se acercó al Proyecto Apocoop, a partir del cual procura participar “en talleres de capacitación, una aprende todos los días. Sobre todo, me motiva la intercooperación, hay que lograr que cada cooperativa intercoopere. Busco insertarnos en nuevas ideas y espacios”, fragua en su mente inquieta.

Así, la proyección con Copomalangueta es establecer esa colaboración con diferentes bases productivas que tengan la planta, hacer talleres, enseñar a las mujeres a trabajarla y darles la oportunidad de un empleo.

Durante los días más difíciles de la pandemia de Covid-19, Moraima no dejó de crear y buscar camino seguro para sus sueños. La misión inmediata es lograr la patente industrial Ovarte. Ella sabe del alto valor económico y social de su obra, le queda recomenzar.

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