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Las Tunas.- ¿En qué vanguardia no ha estado, con su calidez y ternura, la mujer cubana? ¿Qué no hemos sido en estos 61 años? Científicas, maestras, obreras, artistas, médicas, deportistas, investigadoras, macheteras, luchadoras por los derechos… ¿Qué manigua, palenque, sierra o plan silencioso en los días tensos de la clandestinidad no fue escenario de la insustituible obra de las cubanas? ¿Qué zafra azucarera, campaña sanitaria, misión internacionalista o empeño revolucionario no ha contado con la obra de la mujer?

Las cubanas han sido forja y resultado. Han impulsado cada paso de la Mayor de las Antillas y constituyen una muestra palpable de cuánto puede alcanzarse en materia de empoderamiento y derechos de la mujer. En medio de un mundo signado por el lastre de la discriminación y la violencia hacia las féminas, el empuje de las nacidas aquí es incuestionable en todos los ámbitos de la sociedad; aunque también en este Archipiélago no estamos exentas de enfrentar prejuicios y caducos estereotipos.

La Federación de Mujeres Cubanas (FMC), organización líder de cada política en bien de este grupo poblacional, aúna más de cuatro millones 300 mil federadas. El funcionamiento de esta organización significó, desde sus años fundacionales, el avance acelerado de la mujer hacia nuevos espacios de la realidad nacional. Hoy, las féminas representan el 49 por ciento de las personas ocupadas en el sector estatal y constituyen el 50,7 por ciento de los dirigentes en el Estado y el Gobierno, con puestos a todos sus niveles.

Las cubanas, señaló recientemente Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la organización, somos protagonistas del desarrollo de la sociedad y sujetos activos de derechos, con total control sobre nuestros cuerpos, autonomía física y económica, pleno ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, al aborto y a la elección libre sobre la fecundidad.

Todo ello es resultado de las políticas de género que el país impulsa para dar a la mujer su justo lugar en la sociedad y posibilitar el acceso al empleo, la formación profesional, los órganos políticos y de Gobierno… en fin a un desarrollo pleno y enriquecedor.

Desde la punta de Maisí y hasta el cabo de San Antonio, Cuba está llena de mujeres heroicas. En el tiempo y en la historia permanecen las memorias de Mariana, leona en el empuje a sus vástagos y en la defensa de la Patria; Doña Leonor, única en el amor a su Pepe, o de Lucía Iñiguez, recta en sus principios de no ceder al chantaje colonial.

Entre las tuneras también hay huellas de entrega por un bien mayor y común, ahí están la mambisas Brígida Zaldívar, heroína que participó en todas las guerras de independencia, y Mercedes Varona; luego, en el siglo XX, Caridad Estrabao, como dirigente del Frente Cívico de Mujeres, y no puede dejarse de mencionar a Herminia Betancourt Ascanio, combatiente de la Columna 1, comandada por Fidel Castro. Ellas fueron inspirador antecedente para las actuales generaciones.

Así está la mujer cubana, empujando el país hacia un futuro mejor; su simiente crece en la rama industrial, en los servicios, en la Salud Pública, en cada hogar y en sitios a veces insospechados y no tradicionales, siempre con la firme resolución de vencer obstáculos y estereotipos, de conquistar espacios y ganar nuevas victorias.

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