Entrevista a Fidel 281188Las Tunas.- A principios de 1987 comenzó a trabajar el contingente Victoria de Girón, bajo la dirección de Elio Pérez, en el movimiento de tierra para construir el terraplén hasta la playa de Covarrubias.

Paralelamente, otro contingente tunero, el Trigésimo Aniversario, comandado por el ingeniero Manuel Inzua, inició la misma labor, pero para la edificación del Laminador 200-T.

De mañana, tarde, noche o madrugada, el equipo de la Televisión que yo comandaba, visitaba a los jóvenes en su obra. Marchaba bien, sin contratiempos. Inzua sabía el modo de que su tropa fuera eficiente, al igual que Elio; estaban parejos.

Pasó un año y algo más de cuatro meses cuando un mediodía, con el sol que rajaba las piedras, me paré a la entrada del Laminador 200-T ante la insistencia de los constructores, pues faltaban escasos días para su inauguración y muchos insumos indispensables para la terminación no estaban allí. Cuarenta y ocho horas después de que el material saliera al aire, ya estaban pintando y colocaban luminarias en el lugar.

El domingo 27 de noviembre de 1988, Gómez Valle, miembro del Buró Provincial del Partido que atendía la Esfera Ideológica, me localizó en casa. Monté en un yipi Waz y salimos de Las Tunas con rumbo a Manatí. Me dije: “A dónde único podemos ir por aquí es a Covarrubias”, y me aseguré los pantalones.

Allí estaba Paquito García Ferrer, primer secretario del Partido en Las Tunas, Pedro Ross Leal, miembro del Comité Central; Julián Pérez, presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular; Juan Antonio Rosas, jefe del Departamento de Construcción del Comité Central, tunero de nacimiento, y el ministro de la Construcción, Homero Craff. Paquito me habló del trabajo periodístico y Rosas soltó: “Eso fue una bomba”. Pero nada más, por el trajín, termine por olvidar lo dicho.

Me fui con mis compañeros. De momento, alguien de Seguridad me llamó por mi nombre y me acerqué, era la avanzada del Comandante en Jefe. Preguntó qué equipos traía, respondí y me palmeó la espalda. Por su intercomunicador escuché algo así como que el Jefe llega en minutos.
Ya Fidel entraba en su inigualable yipi soviético. Le dije a Barrueta, el camarógrafo, muy bajito: “Cuando baje no pares de grabar y sígueme con la vista”.

Él saludó a Paquito y luego subió a una tribuna improvisada. Destacó el esfuerzo de los trabajadores y señaló lo que esto representaba para el desarrollo turístico del país. Al final abanderó al contingente.
“Ahora, enséñenme cómo viven”, solicitó.
Salió adelante solo y partí a su encuentro, vi a lo lejos las miradas del resto de los periodistas y los dirigentes. Había sorprendido.

“Comandante -le expresé valiente, aunque las piernas me temblaban-, hace dos lustros muy cerca de aquí, en puerto Carúpano, usted dijo que Las Tunas nunca se ha quedado atrás, ¿qué opinión le merece lo que hoy lunes 28 de noviembre está viviendo?”. Me puso la mano en el hombro y yo solo pensaba: “Esta camisa, para el museo”, al tiempo que sonreía por dentro. Ya mis colegas salían de su estupor y venían a nuestro encuentro.

Fidel habló de todo el desarrollo turístico que se esperaba para esta parte norte del territorio. Señaló que Las Tunas, de aldea atravesada por la Carretera Central se había convertido en un fuerte reducto económico. Llevábamos 45 minutos de conversación sobre turismo y economía, cuando comienza a hablar del Laminador.

Lo interrumpí con disciplina, pero con intrepidez. Le pedí de favor que dejáramos la entrevista hasta ese punto, pues por cuestiones de imágenes me interesaba que hablara del Laminador allí, entre esos hierros. Me miró sorprendido, quizás pensando: “¡Está loco!, dejar un pájaro en mano para coger uno volando”.

Asintió y salió con rumbo al grupo de dirigentes; a unos 10 metros se viró y más que hablar gritó: “Oye flaco, búscame, no dejes de buscarme”. Uno de sus escoltas allegados que pasaba junto a mí me soltó en susurro: “Te lo ganaste, aprovéchalo...”. Siguió su rumbo sonriendo. Era el teniente coronel Silvino, su barbero y escolta de años.

Llegamos a la zona industrial cerca de las 2:00 de la tarde, con un sol potente. Alrededor de las 4:00, un hombre moreno alto me dijo: “El Jefe te espera en la puerta”. Salí a toda carrera, me le presenté militarmente, otra vez puso su mano en mi hombro y afirmó: “Estoy listo”. Y yo le agregué para ganar tiempo y sentirme de nuevo en el cielo: “Comandante, visite la fábrica, que en el lugar adecuado yo lo paro”. Sonrió de nuevo, me tiro un gancho al pecho y contestó: “Tú sabes, tú sabes, yo estoy listo, pero tú sabes”.

Empezó el recorrido, ya venía de regreso a la mesa de enfriamiento cuando me vio en posición de grabar, se detuvo y le disparé mi pregunta: “¿Qué ventajas tiene para el desarrollo constructivo del país esta fábrica de cabillas?”. Empezó hablando del desarrollo siderúrgico de Las Tunas y de las posibilidades que traerá la planta luego de cubrir la necesidad de exportar ese surtido a los países del Caribe.

La algarabía en la zona de actos era grande, faltaban escasos minutos para las 6:00, hora de la inauguración. Me despedí, me permitió abrazarlo y cuando di la espalda me llamó y dijo: “Ven conmigo, te voy a llevar a donde vamos a colocar la primera piedra del futuro del níquel en este país, pero no puedes filmar, ni hablar nada de esto”. Me llevó hasta lo que es hoy Acinox Las Tunas.

Meses después, por intermedio del entonces ministro de la Industria Sideromecánica, Marcos Lage, me enteré de que la noche en que salió la información referida al inicio de este recuento, Fidel lo vio en el Noticiero Estelar. Lo llamó urgente a su casa donde había acabado de llegar y le ordenó que se presentara en el Palacio de la Revolución. Cuando arribó, ya estaba Nora, la ministra del Comité Estatal de Abastecimiento Técnico Material (CEATM). Me comentó que Fidel montó en cólera.

Fragmento del libro inédito Unos, dos, tres probando…, del autor.

Escribir un comentario

Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Código de seguridad
Refescar