El pueblo acudió de forma masiva a despedir a Brígida Zaldívar en el Memorial

Las Tunas.- El 25 de mayo de 1918 murió en La Habana la señora Brígida Zaldívar Cisneros, viuda del mayor general Vicente García González. El esfuerzo de los hijos de esta tierra la trajo de vuelta a casa en 1991, cuando habían pasado ya 73 años del nefasto suceso. Hasta ese momento sus restos quedaron allá, en el cementerio de Colón, cerca del aliento de quienes le arrullaron la vejez.

Eso, porque tras una indagatoria obstinada (como suelen ser las obras buenas en torno a estos asuntos), que incluyó desempolvar documentos añejos y revisar diversos testimonios, los especialistas del entonces joven memorial Vicente García, liderados por la apasionada entrega de su directora, Margarita García Laguna, se dispusieron a cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Margarita García Laguna
Margarita García Laguna.

Fue una búsqueda minuciosa que los llevó hasta los predios del camposanto habanero. Allí, en medio de los papeles de un archivo que todavía recuerdan como “fabuloso” y gracias, además, a la dedicación de una experta que los atendió con desvelo, a pesar de que escuchaba por primera vez el nombre de aquella madre mambisa de la que le hablaban los tuneros con un respeto ilimitado, lograron el milagro.

Así pudieron probar el área de aquel imponente paraje en el que estaba enterrada Brígida. A Margarita le brillan todavía los ojos cuando comenta de su victoria colosal. “Cogimos toda esa información y regresamos al memorial, porque teníamos un evento organizado que abordaría precisamente la historia regional y, dentro de ella, sus personalidades.

“Participaron Carmen Almodóvar, Jorge Ibarra, Mary Ruiz de Zárate y la propia investigadora del cementerio de Colón, entre otros valiosos compañeros. Pudimos mostrar los resultados de nuestra indagación, dimos fe del lugar exacto en el que estaban sus restos, expusimos el apoyo de su nieto Enrique, quien era hijo de María y vivía en el municipio de Arroyo Naranjo”.

Del encuentro todo el mundo pareció salir convencido de que sí, las cenizas de Brígida debían volver al Balcón de Oriente, pero el “asunto” no era tarea fácil porque hacerlo estaba prohibido entonces, y llevaba un largo camino revertir esa disposición. Solo que quien conoce a Margarita García sabe que para ella y su sonrisa amplia ningún escollo resulta demasiado duro.

“Me fui otra vez para La Habana, y lo hice acompañada por Rafael Aparicio Cuello, un historiador e investigador incansable, el segundo especialista con el que contó el memorial.

“Nos personamos ante el administrador del cementerio y tocó explicarle también quién era Brígida, qué queríamos nosotros y por qué. Lo enamoramos de la idea y aprovechando el hecho de que él desconocía todos los trámites que eran precisos en este caso (incluso, algunos directamente con la Oficina de Eusebio Leal) logramos que nos aceptara el traslado. Solo puso como condición que se llevara a un familiar a la exhumación.

“Por supuesto que le dijimos que no había ningún problema con eso. Yo firmé los papeles precisos y después conversé con Enrique, que se puso muy contento. Todos de acuerdo”.

Tocó volver a Las Tunas, explicar los avances a las autoridades políticas del territorio y a los directivos del sector cultural, y seguir abriendo caminos.

“Pasó algo muy triste y sumamente importante en medio de estas gestiones. Fue el homenaje que se rindió a los combatientes internacionalistas que murieron en África luchando contra el apartheid. Las actividades se hicieron en el memorial, con todos los honores militares, como ellos merecían. Y, al ver eso, consideramos que así mismo debía ser el regreso de Brígida para que el pueblo pudiera vivir y compartir parte de su propio devenir.

“Tuvimos el apoyo incondicional de Alfredo Jordán Morales, entonces primer secretario del Comité Provincial del Partido, un hombre brillante en su desempeño y sensibilidad. Todos juntos, lo conseguimos”.

Los restos llegaron a la institución tunera el 24 de mayo de 1991, acompañados por la destacada investigadora Mery Ruiz de Zárate, amiga entrañable de Las Tunas, quien asesoró cada detalle del proceso.

Y así Brígida pasó otra noche en la amplia casona de la otrora calle Real. Allí, en el lugar al que llegó recién casada, con apenas 16 años de edad; la cuna de sus ocho hijos, el remanso tierno del esposo amantísimo, cuyas cenizas ella misma devolvió a estas tierras el 25 de enero de 1907, liderando al grupo que los trajera, junto a los de su hijo Braulio, desde Río Chico, en Venezuela.

Peregrinación hasta el cementerio que lleva el nombre de su esposo el Mayor General Vicente García, para despedir a Brígida

“Invitamos a la familia de Vicente y Brígida que nos fue posible localizar. Se le rindieron los honores militares que merecía como mambisa, incluso, una descarga de fusilería; fuimos en peregrinación hasta el cementerio acompañados del Himno Invasor. Fue muy emocionante. El pueblo acudió de forma masiva a despedirla en el memorial. Sé que mucha gente todavía lo recuerda”.

Y aquí descansa ya, entre el ardor de los suyos, la mujer indómita de cuyo deceso hicieron este 25 de mayo, 105 años. La misma que dedicó su vida, en la guerra, a luchar por su estirpe; y, después, a exigir respeto por la memoria de su marido. Cuentan que atesoraba los documentos que daban fe de cada patraña tejida alrededor de su figura, controversial y épica. Así la recuerda la historia, toda fervor.

Escribir un comentario

Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Código de seguridad
Refescar