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Las Tunas.- Hace poco, los principales dirigentes de la cooperativa de producción agropecuaria Calixto Sarduy, del municipio de Las Tunas, explicaron al Comité Provincial de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños sobre algunas producciones que realizan en su minindustria.

Mencionaron los dulces elaborados con harina de sagú y guarapo. Comentaron la aceptación entre los residentes en Becerra y que los venden de manera racionada, porque algunos pillos han intentado comprar para revenderlos en esta ciudad.
Ese día me quedé pensando. ¿Pudiéramos sembrar más sagú? ¿Cuán difícil será? De ese renglón no se habla en reuniones, no se controlan sus cosechas y tampoco está entre las plantas que recoge el programa de autoabastecimiento municipal.
Pero es muy útil, pues su harina constituye un alimento muy sano y agradable para los bebés, ancianos y personas con diversos padecimientos estomacales. Se puede usar para hacer natillas, helados, caldos, frituras y otros platos; incluso, mayonesa.
Entre otras cualidades, se le atribuyen efectos medicinales para el sistema digestivo como cicatrizantes y antidiarreicos. Además, mejora la circulación, controla los niveles de azúcar en sangre y es rico en cobre, hierro, manganeso, magnesio, fósforo y zinc.
Con tantos beneficios, ¿por qué no se siembra? En Cuba, como en la mayoría de los países latinoamericanos, los tubérculos han sido parte de la dieta popular desde antes de la conquista. De hecho, las yucas, papas, malangas y los boniatos son muy codiciados.
El sagú es una herencia de los aborígenes y ha servido de alimento a lo largo de los años. Sin embargo, a pesar de sus bondades, apenas se tiene en cuenta. Desde el movimiento de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar se trabaja en el rescate de la especie; pero el avance es lento.

En la provincia de Las Tunas hay varias experiencias. Hace muchos años lo logró la extinta División Mambisa Mayor General Vicente García González. Y actualmente algunos campesinos tienen pequeñas áreas dedicadas al renglón, más bien para el consumo de la familia.
Pudiera -y debiera- multiplicarse la siembra de sagú, lo que daría la oportunidad de producir el almidón que necesita la industria alimentaria, y con ello contribuir a la sustitución de importaciones y, por consiguiente, al ahorro de los escasos recursos financieros que tiene el país.
Desde el Jardín Botánico local, se explicó que se debe cultivar en los meses de mayo y junio y que su ciclo es de aproximadamente siete meses, aunque se puede extender más tiempo. Se recomienda intercalarlo con maíz para otorgarle a la planta alguna sombra y establecer un policultivo.
Incluso, se puede sembrar en cualquier tipo de suelo y en condiciones de secano, pero se prefiere esta fecha por ser parte del período lluvioso. Como ventaja añadida, una vez que se obtiene la harina, tiene una alta capacidad de conservación. Entonces, ¿qué esperamos?

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