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Las Tunas.- Pide que retire el micrófono, de otra manera “no hay diálogo”. Yenisey tiene 23 años de edad y asegura que en más de una ocasión se ha escapado del hogar materno, aun cuando sabe que tiene criterio para aguardar allí hasta la hora del alumbramiento. Un par de bracitos aferrados a sus piernas van marcando la ruta de sus fugas.

“En algún momento, mi mamá se queda con el niño unos días y yo descanso en el hogar, pero cuando suena el teléfono y ella me dice que no puede cuidarlo más, yo ni lo pienso, recojo las cosas y me voy. Muchas veces me ha repetido que ella me tuvo a mí y a mis cinco hermanos sin ayuda de nadie, y la verdad es que mami ya está vieja. No hablo del padre porque no puedo contar con él”.

Yeny tiene la barriga un poco más pequeña, el rostro bisoño y está convencida de no regresar al hogar materno. Comenta que allí ni el agua de tomar le gustaba. “Ni hablar de la comida, no estaba buena ni bien elaborada”.

“Perdí las piernas dando dos viajes diarios al hogar para llevarle comida a la niña. Me explicaron que es un peligro que estuviera en casa porque es muy joven, pero ya cumplió los 18 años y vamos a cuidarla en familia”, enfatiza la mamá de Yeny.

Ante los micrófonos de 26 se entretejen hoy historias de fugas, altas no médicas “bajo responsabilidad familiar” y negativas al ingreso que rondan los hogares maternos tuneros. Las razones de las pacientes son múltiples, unas que a primera vista parecen muy lógicas, como tener en casa a otros pequeños y carecer de una red de apoyo familiar; otras impensables como no dejar solos a los esposos, “porque hay que cuidar el matrimonio”.

Cuando se indaga en las causas que alzaron la tasa de mortalidad infantil a 7,4 por cada mil nacidos vivos, en Las Tunas, el pasado año, destaca la incidencia del bajo peso al nacer como una condicionante que influye directamente en el desenvolvimiento del binomio mamá-bebé, y que limita los logros alcanzados en los restantes indicadores de salud que también prioriza el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) en el país.

En suelo tunero existe la voluntad confesa de modificar este panorama y, en tal sentido, los hogares maternos desempeñan una función vital dentro del esquema diseñado para la protección y seguimiento especializado de las embarazadas que presentan algún tipo de riesgo para su vida o la de su hijo.

Con ese fin, en el calendario anterior se inauguró un hogar materno en el municipio de Jesús Menéndez, y existe una estrategia intersectorial para reforzar el funcionamiento de las instalaciones dedicadas justamente a garantizar el bienestar de las gestantes. Sin embargo, ¿logran hoy estos centros cumplir satisfactoriamente con la premisa que desvela a tantos profesionales de la Salud? ¿Qué limita o entorpece el éxito de su encargo social?

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FAMILIA Y COMUNIDAD, ESLABÓN PRIMARIO

Katerine Garcés Fonseca, doctora del Consultorio 31, perteneciente al área de Salud del policlínico Guillermo Tejas, alega que “cualquier historia que te pueda hacer es corta para los trabajos que pasamos con algunas embarazadas, a veces no se cuidan ni se preocupan por el bienestar de la criatura por nacer, no quieren hacerse los análisis ni ir a las consultas.

“Una prioridad en nuestras rutinas es explicarles por qué deben seguir cada prescripción médica. Si no se quieren ingresar hay que hacer seguimiento diario. Se acciona un grupo comunitario que está conformado por el presidente del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), un miembro de la comunidad, el coordinador de la zona, la Policía Nacional Revolucionaria y un integrante de la familia. De ahí se le hace el acta de responsabilidad que firman todos los presentes.

“Cuando se activa ese equipo se les da una charla, pero muchas de ellas no entienden los argumentos que presentamos. De ahí se hace un seguimiento diario hasta que dan a luz; si no asisten a la consulta, tenemos que dársela en la casa.

“Una como profesional se preocupa, se inquieta, se desvela. Hace poco, para realizarle la captación a una embarazada de 18 años, con otra niña pequeña, tuve que esperar a las 5:00 pm a que llegara a su vivienda, buscarla y llevarla al consultorio. Para hacerse el primer ultrasonido genético fue preciso que yo fuera con ella y cargara a su hija, porque se negaba a ir”, explica Garcés Fonseca.

Adianés suma más de 15 días ingresada en el hogar materno provincial Clodomira Acosta. Es de Jobabo, cuenta con 33 semanas de gestación y una cardiopatía que le impide tener un parto de forma natural, por ello debe ser trasladada al Cardiocentro en la capital del país. Conoce de su enfermedad desde los 16 años, este es su primer embarazo y algo tiene claro, no puede poner en riesgo su vida ni la del pequeño que viene en camino.

Pendiente de esta y otras muchachas, Arelys Ruiz Álvarez, jefa de enfermeras en esa entidad, aclara a nuestro Periódico que, en el momento de la entrevista, de un total de 37 camas, 24 estaban ocupadas. Por cuestiones geográficas, hasta allí llegan pacientes de todos los municipios, cuando su embarazo entra a término hasta que dan a luz.

“Algunas deciden irse por propia voluntad, sin un motivo, otras porque tienen más de un hijo, se les enfermó y sienten que su lugar es allá con él. Otras porque si les hacen un ultrasonido y ven que el bebé está bien, consideran que no deben estar aquí. Y algunas refieren que sus madres o esposos en ese momento no las pueden apoyar, enumera Arelys.

“Cuando una embarazada toma la decisión de irse con un alta no médica, se le pregunta cuáles son sus razones y se le da una charla. Le explicamos la importancia de la permanencia en el centro y le recordamos que con la gravidez tiene que aflorar la responsabilidad y el hecho de establecer prioridades.

“A la hora de concretarse el alta debemos hacer una evolución en su historia clínica y el tarjetón. Dejamos plasmada la causa por la que se va; cuando se hace esto nunca refieren que es por fallas en la atención médica y en pocas ocasiones mencionan la alimentación. Una vez que se van bajo su responsabilidad, informamos al puesto de mando del municipio y del área de Salud a la que pertenecen. Las que mayormente inciden en estas acciones son de los policlínicos Manuel (Piti) Fajardo, Aquiles Espinosa y el de Baltre, en la localidad cabecera, y las residentes en Jobabo”, detalla la especialista.

Varias fuentes refieren otra cuestión más preocupante, y es el hecho de que muchas regresan luego con la agudización de las patologías por las que habían ingresado antes de abandonar la institución.

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ENTRE CAUSAS Y REALIDADES

Recientemente, el Buró Provincial del Partido analizó el bajo índice ocupacional de las instalaciones de este tipo en el territorio. Marbelis Mir Corrales, miembro del Buró que atiende la esfera de Salud, hizo énfasis en que hoy no se están aprovechando al máximo las condiciones que dichos recintos garantizan, con el objetivo de velar por las individualidades de cada embarazada desde una atención personalizada y de calidad.

Mir Corrales remarcó que, a pesar de la intención de priorizar las condiciones de infraestructura de dichos espacios, gestionar un personal capacitado y competente y de velar por la adecuada alimentación, algunos sitios no cubren ni siquiera el 50 por ciento de su capacidad, cuando en realidad muchas gestantes lo requieren.

La doctora Osmara López Borrero, jefa del Departamento Materno Infantil de la Dirección Provincial de Salud, asegura que, de las 11 instituciones existentes, el Hogar Materno Provincial y los pertenecientes a Manatí, Jobabo y Majibacoa están identificados como los que menos ocupan las 247 capacidades que con mucho esfuerzo se han creado en toda la provincia.

Con pleno dominio de las rutinas de estos centros, la galena explica que tienen entre sus misiones modificar los riesgos de las gestantes, como el parto pretérmino, el bajo peso al nacer, y acogen a pacientes con patologías específicas y a aquellas que tienen riesgo de hipertensión arterial durante la gestación.

“Ahora se ha añadido un nuevo motivo de ingreso teniendo en cuenta la situación que afrontamos con las adolescentes embarazadas -puntualiza Osmara. Por el programa de atención al grupo etario se determinó que a partir de las 20 semanas deben ir para el hogar materno, porque en ellas los riesgos resultan mayores y lamentablemente son los casos que más están llegando a la gravedad”.

Sobre lo perentorio de que las muchachas menores de 18 años se ingresen para una vigilancia oportuna, la jefa del PAMI subrayó que existe una incidencia muy elevada del embarazo adolescente y recuerda con tristeza que en el calendario anterior fue doloroso atender, al mismo tiempo, a dos niñas en la Terapia Intensiva, con complicaciones graves.

Contra toda la lógica, las pacientes que más incurren en las altas no médicas son las adolescentes -aclara López Borrero-, aunque también impacta en la cifra las que dejan a otros hijos en casa. “A ellas les hemos propiciado la posibilidad de que ingresen con sus niños”, confirma la experta.

Al propio tiempo, reconoce la necesidad de que estas instituciones sean más confortables y acogedoras, porque tienen que parecerse a la casa y contar con los medios propicios. “Hay un plan de revitalización y mantenimiento de los hogares maternos, y desde el último trimestre del año pasado, en este contexto económico bien difícil, estamos tratando de que se lleve a cabo.

“Constantemente revisamos por qué las embarazadas no quieren permanecer allí, buscamos que no tengan limitaciones en cuanto a los horarios de visita y que posean los medios para realizar llamadas telefónicas. Ciertamente, a nosotros nos falta crearles más condiciones y ofertarles una mejor alimentación. Tenemos la responsabilidad de garantizarles el desayuno, las meriendas, el almuerzo y la comida balanceada, con sus siete componentes, que en la casa a veces faltan, pero allí no puede pasar. Y es un gran reto”, concluye Osmara.

Con este objetivo, desde el 2023 en la provincia se fomenta la intersectorialidad, el vínculo con las formas productivas y organismos que puedan tributar a elevar objetivamente el acondicionamiento de la estadía de las pacientes. Esta estrategia ya arroja saldos positivos, pero sigue siendo necesaria una imbricación más consciente y estable para hacerles frente a las limitaciones que todos los días se acrecientan.

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DE MANOS Y DESAFÍOS A FAVOR DE LA VIDA

Si bien ocupar las capacidades creadas en los hogares maternos no puede convertirse en una tarea que se cumpla por alcanzar determinadas estadísticas, tampoco debemos permitirnos que haya camas vacías mientras tengamos en las áreas de Salud embarazadas que requieren de esos cuidados. Por otra parte, los esfuerzos de la intersectorialidad deben seguir pujando por apoyos más efectivos y sistemáticos porque la alimentación en estos recintos vitales no siempre es la adecuada y faltan también cuestiones de infraestructura.

En este panorama claroscuro una reflexión se impone, la permanencia en los hogares y la maternidad, en general, tienen que ser cuna de responsabilidades, de establecer prioridades y cuidar en primera instancia al futuro bebé. Sin el debido acompañamiento familiar eso no es posible, sobre todo, cuando otra carita espera en casa el beso de mamá.

El Programa de Maternidad y Paternidad Responsable que se desarrolla, y tuvo el año pasado ejemplos de buenas experiencias, busca no solo preparar a la embarazada, sino, además, involucrar a la familia para el proceso trascendental que le toca a la puerta.

Si falla la actitud responsable deben activarse otros resortes, no solo los de su entorno más cercano. Las miradas tienen que ir a las individualidades, a la búsqueda de respaldos donde hay carencias objetivas. El empeño es demasiado grande para dejarlo solo al sector de la Salud, porque cada historia nueva tiene el sello complejo de los tiempos actuales. En sumar, en insistir (aunque resulte desgastante) y en sentirnos todos parte del problema están hoy las mejores garantías de esa nueva vida que quiere nacer.

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