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Puerto Padre, Las Tunas.- Manos prestas a arropar la vida y, sí, también para dar ese último adiós al mundo, aparecen a pie de cama con la blancura del uniforme como señal inequívoca de los valores que conduce la sublime labor de la Enfermería.

En el batallar codo con codo junto a los médicos, en no pocas ocasiones quedan relegados a segundos planos; aún así mantienen el compromiso de custodiar, en todo momento, a quienes les confiaron su salud.

Tras 25 años en la profesión, resulta complejo para Yamilys Oller Pérez memorizar cada nombre o rostro de quienes recibieron sus atenciones; sin embargo, de una u otra manera lleva dentro de sí algo de cada paciente.

“Es una profesión difícil y trabajosa, pero también es muy humana y bella, pues muchas personas dependen de que hagamos bien nuestro trabajo”.

Ante la etapa más convulsa de la Covid-19, un período en el que el calor de la sensibilidad pasaba por las miradas o frescura de una voz amiga, Yamilys, así como muchos otros valientes del personal de Salud, asumió responsabilidades para salvaguardar la mayor riqueza: la vida.

“Muchos enfermeros dimos el paso al frente. Como tenía experiencia en la dirección me solicitaron que fuera jefa de una sala, lo cual desempeñé durante toda la pandemia. Primeramente hacíamos períodos de 10 días en el hospital, otra decena de aislamiento e igual cantidad en la casa. Así fueron varias rotaciones hasta que los casos fueron disminuyendo y volvimos a la normalidad”.

A pesar de haber sentido verdadero miedo en no pocas ocasiones, el compromiso moral con la cofia, además de la virtud de servir a los necesitados, solventan limitaciones y obstáculos.

“El trabajo fue muy duro y riguroso. La escafandra era casi insoportable, pero el cuerpo humano se adapta a todo. Las primeras veces teníamos síntomas de asfixia, luego en el transcurso del tiempo fuimos soportando el calor. Pese a ello, siempre buscamos nuevas soluciones para que el paciente recibiera la mejor atención, aunque por momentos faltó el oxígeno, además de otros medicamentos e implementos”.

La letalidad del coronavirus deparó en varias oportunidades el combate eterno entre la hoz de tonalidades oscuras y los hombres y mujeres vestidos de luz.

“Muchos pacientes entraban a las salas de hospitalización, algunos salían recuperados, otros no corrían con la misma dicha. El trabajo de Enfermería es muy importante porque nosotros somos veladores de complicaciones, o sea, el médico pone el tratamiento y nosotros debemos dar atención directa”.

Las experiencias vuelan en todas direcciones, el tiempo se ha encargado de acumular historias, del mismo modo el placer de velar por la vida aumenta tras cada jornada, por muy agotadora que haya sido.

“Siempre me gustó la Enfermería, soñé con eso desde bien joven y me he mantenido en esta ardua labor, una de las profesiones más humanas que existen. No me concibo sin el traje blanco y, si volviera a nacer, escogería otra vez ser enfermera”.

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