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Las Tunas.- Por estos días, mientras transcurre la consulta popular del proyecto del nuevo Código de las Familias, las redes sociales se han vuelto un hervidero sobre el tema. Y eso, a todas luces positivo, porque entraña debate y confrontación de criterios, puede también ser un bumerán de falsas noticias e interpretaciones a medias.

No se tratan estás líneas de si usted es de los que votan sí o no; el punto está en que su voto (cuando llegue el momento) sea resultado de consideraciones propias, amén de lo que piensen otros, lo que encuentre en el muro de Facebook de sus afectos más cercanos o le llegue, cual verdad absoluta, en las interminables cadenas que van de grupo en grupo desde WhatsApp.

Algo así como el "saque usted sus propias conclusiones", que tanta falta hace en todo proceso de la vida. Y eso lo digo, especialmente, porque he acudido a más de una reunión en las circunscripciones como parte de la consulta popular y, al menos las que he podido pulsar, no duran siquiera media hora. Y casi ninguna ha tenido planteamientos, salvo los que manifiestan gratitud y apoyo al proyecto de Ley.

Sin embargo, a algunos de los vecinos de esos propios lugares, los he leído luego, en las redes sociales, haciéndose eco de dudas de otros, preocupaciones que no canalizaron frente a los expertos y hasta pavoneando la certeza de que sería fraudulenta la aprobación del documento.

Es cierto, los términos jurídicos son complejos para quienes nos acercamos a ellos, tal vez, por primera vez. Pero, si de verdad sabemos lo trascendente que este proceso resulta para Cuba y sus hijos (estén en esta o en cualquier otra latitud), considero que vale el esfuerzo de interpretar la esencia de cada aspecto de los muchos que aborda.

Porque, por ejemplo, que cambie el término patria potestad, por responsabilidad parental, dista mucho de significar que se pierde la autoridad legal de los padres sobre sus hijos, algo que algunos andan esgrimiendo en las plataformas digitales. La realidad está más relacionada con dar a ambos padres la responsabilidad de la educación de los muchachos al mismo nivel, alejándose de una posición patriarcal, tan cuestionada, incluso, por quienes ahora atacan al Código. Pero, para saber eso, hay que leer el texto.

Igual es preciso conocerlo para entender lo que significa la autonomía progresiva, uno de sus acápites más atacados, y que no es otra cosa que dar espacio legal a los menores para que sean escuchados en decisiones que los involucran directamente. Un asunto que se hace desde mucho atrás dentro de las familias cubanas y que ahora encuentra marco legal.

¿Acaso no tiene en cuenta usted los criterios de sus hijos para la continuidad de sus estudios? ¿No les explica razones ante un divorcio? ¿No les escucha sus inquietudes en la medida que crecen, progresivamente?

El nuevo Código promueve medidas severas para quienes desatienden la manutención de los menores de edad; favorece a los muchos abuelitos que asumen el cuidado de sus nietos por las más diversas razones, y también a los que están solos y rodeados de numerosos parientes que los desamparan; canaliza castigos legales justos a quienes golpean tras las puertas cerradas y son denunciados, con suerte, después de que el miedo atroz de las palizas deje cicatrices de todo calibre en personas exhaustas, sin esperanzas. ¿Usted conoce de alguien que ha vivido una situación de ese tipo? Hay, lamentablemente, muchos dolores así, terribles.

No son estos problemas que van a llegar a las calles de Cuba con el nuevo Código de las Familias. Tampoco será "culpa" del proyecto de Ley que algunos menores de edad fumen en las calles, se escapen de las escuelas por los huecos de los baños, consuman alcohol en las esquinas y les mientan a sus padres que, crédulos, consideran que están a buen recaudo, entre borradores. Ya eso pasa y, en algunos lugares, más de lo que debiera y hasta con el silencio cómplice de ciertas familias.

El nuevo Código, sencillamente, visibiliza ante la Ley lo más crudo de la Cuba que tenemos; porque conocer cómo somos es la manera mejor de salir adelante, de superar escollos, de exigir derechos, de respetar al otro desde la línea delgada y sabia de la libertad individual. Satanizar ese sueño noble desde el discurso de quienes se aferran, nunca es el camino de la luz.

No permita que el desconocimiento lo manipule. Lea usted el proyecto del Código de las Familias; no tenga vergüenza de reconocer que hay algo que no sabe y necesita que le expliquen dos, tres, cuatro veces.

Le comento que me he encontrado ya a varios profesionales del Derecho, curtidos de años en el ejercicio profesional, estudiando y volviendo a leer, porque todo lo nuevo genera dudas. Si ellos tienen preguntas, ¿por qué nosotros no?

 

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