poblacion mundial

La Habana.- Este 15 de noviembre será tomado como importante referente cuando los demógrafos se pongan a sacar sus cuentas y a reflexionar.

Ocurre que esta fue elegida por la Organización de Naciones Unidas (ONU) como la fecha simbólica en la que la humanidad llega a la gigantesca cifra de 8 mil millones de personas alentando sobre nuestro maltrecho planeta Tierra.

Y el adjetivo de maltrecho ocupa su lugar en la cuartilla con marcada intención, porque, además de los daños acarreados por el cambio climático, también las desigualdades, las guerras, los intentos varios de dominación de los poderosos sobre los que poco tienen -lo mismo a nivel de naciones que de individuos-, hacen que estos 8 mil millones de personas conformemos hoy lo más alejado a una humanidad equitativamente próspera y feliz.

Hay que decirlo así, aunque la propia ONU considere un hito en el desarrollo humano este crecimiento poblacional inédito, que atribuye al aumento gradual de la esperanza de vida a partir de mejoras en la salud pública, nutrición, higiene personal y la medicina, así como a los niveles altos y persistentes de fecundidad.

El Secretario General de ese organismo internacional comentaba, a propósito de este suceso demográfico, que “es una ocasión para promover la diversidad y los progresos, teniendo en cuenta la responsabilidad compartida de la humanidad hacia el planeta”.

Los ninguneados, como les llamó Eduardo Galeano, quizás lo dirían de otra forma. El propio escritor uruguayo lo dijo también de otra forma, allá por los años 70, pero es como si lo hubiera comentado ayer mismo: “Aunque sonrían las estadísticas, se jode la gente. En sistemas organizados al revés, cuando crece la economía también crece, con ella, la injusticia social”.

Y sí, los países con las estadísticas más altas de fertilidad son, precisamente, los que cuentan con las rentas per cápita más bajas. En general, el crecimiento poblacional se concentra ahora en los países más pobres, la mayoría en el África subsahariana.

Así que resulta una suerte de paradoja eso de asegurar que este “hito en el desarrollo humano” es debido a mejoras en la salud pública, nutrición, higiene y un etcétera; cuando, precisamente, en las naciones más empobrecidas es donde esos indicadores van más a ras del llanto.

Y también como paradoja de este mundo hoy repletico vale apuntar que no son los países con mayor crecimiento poblacional los que más daños causan al medio ambiente, sino aquellos más desarrollados, donde menos gente se concentra.

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Como tendencia, que no como generalidad, se registra a instancia global en los últimos 25 años una disminución de la pobreza extrema y también de la desigualdad de ingresos entre países; pero, a la par, las hambrunas continúan galopantes -asomarse si no a la región del Cuerno Africano-, también los enormes conflictos con el acceso al agua, al saneamiento, a los servicios básicos de salud, a una vida en paz, los 100 millones de desplazados por la fuerza de sus hogares debido a conflictos de diversa índole, pero sobre todo a guerras, podrían contar sobre esto.

De los 8 mil millones de habitantes que ya suma el mundo, 662 millones viven en América Latina y el Caribe, el 8,2 por ciento del total. En esta área geográfica se ha transitado de altos niveles de mortalidad y fecundidad que marcaron la década del 50, a bajos niveles en ambas variables, según indican las estadísticas del presente.

Este pedazo de mundo ha sido donde más disminuyó la esperanza de vida al nacer. Entre el 2019 y el 2021, perdió 2,9 años de esa esperanza de vida, por “vulnerabilidades y dificultades para gestionar las crisis sanitaria y económica resultantes de la pandemia”, indica la Cepal, y precisa que tal pérdida implica un retroceso de 18 años en ese indicador y una significativa reducción del crecimiento poblacional en dicho bienio.

En general, la pandemia de la covid-19 revirtió décadas de avance, y “desencadenó un aumento sin precedentes de la mortalidad que se tradujo en pérdidas de esperanza de vida en todo el mundo, con solo unas pocas excepciones”, aseguran estudiosos autores del estudio Cambios en la esperanza de vida desde la covid-19, publicado en octubre último en la revista científica Nature Human Behavior.

SIN BOLA DE CRISTAL

Se prevé, a partir de estimaciones científicas y no de vaticinios anunciados en una bola de cristal, que la población mundial podría aumentar a 8 mil 500 millones en el 2030, a 9 mil 700 millones en el 2050 y hasta 10 mil 400 millones en el 2100.

En particular, la ONU apunta que habrá un gran aumento demográfico en los países en desarrollo y más de la mitad del aumento poblacional estimado se proyecta que para el 2050 quede concentrado en solo ocho países: la República Democrática del Congo, Egipto, Etiopía, India, Nigeria, Pakistán, Filipinas y la República Unida de Tanzania.

En el presente, la mitad de la población se reparte en solo siete países: China, India, Estados Unidos, Indonesia, Pakistán, Nigeria y Brasil.

Esta línea de previsiones incluye que India supere a China como el país más poblado del planeta para el 2023.

Otras proyecciones, sin embargo, estiman que el punto máximo de crecimiento poblacional se alcanzará en el  2064 con unos nueve mil 700 millones de habitantes, y, a partir de ese momento, podría apreciarse un decrecimiento que se concretaría para el año 2100 en ocho mil 800 millones.

Aun cuando resulta algo impreciso asegurar que el habitante de la Tierra número ocho mil millones nació exactamente hoy, la fecha ha sido elegida de manera simbólica, y para seguir navegando en el río de los símbolos, sería un interesante ejercicio imaginar dónde nació ese bebé, que a lo mejor ahora mismo está respirando su primera bocanada de oxígeno: si en un estéril y bien equipado salón de parto, acogido entre tibiezas; o bajo el tenebroso zumbido de balas o misiles, entre el espanto y la ternura, como diría el poeta.

Ello, sin dudas, hablaría de diferencias simbólicas y más allá.

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