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Las Tunas.- Los días de mayor carga mental y presión son los que más gratifican a Yalina Peña González. No importa que la jornada se haya extendido durante 12 horas de permanente alerta o que, al salir de su centro de trabajo, mientras la brisa de la noche le refresca el rostro, sienta aún en sus oídos los sonidos del intercomunicador. Lo prefiere así.

Es cierto que llega a casa y reclama la paz del silencio, cierto que razón y sentimientos expresan cansancio; pero llega feliz. Disfruta más, dice, los días del ir y venir de trenes; esos en los que ha de tener a mano todo lo aprendido y al final de la jornada puede palpar la satisfacción del deber cumplido.

Poco más de 21 años tiene esta tunera desarrollando una labor anónima, riesgosa, compleja, útil y necesaria. "El operador de movimiento de trenes está capacitado para autorizar y hacerle vía a los trenes en su recorrido. Es un trabajo que requiere responsabilidad, seriedad y actitud por parte de la persona, pues la vida de muchos depende de quien desarrolla esta actividad. Debemos también estar preparados para tomar decisiones. Un error puede generar consecuencias drásticas", comenta muy cerca del andén hoy, o al menos por ahora, desierto.

Como norma, dice, es un oficio complejo y arduo para todos los operadores en general. No obstante, para las mujeres requiere una dosis extra de sacrificio que se extiende a toda la familia.

"Para nosotras realmente es más difícil. Llevamos la carga del trabajo y, luego de este, la del hogar. O sea, siempre cambiamos de labor. Asimismo, es digno de encomiar a los esposos y la familia que cooperan con la escuela de los niños, la asistencia a las reuniones, la comida… ".

Sabe de la responsabilidad de su cargo, del anonimato y complejidad de tal desempeño, de cuán valioso resulta y de cuánto protege con su bien actuar.
"Es difícil preparar a un trabajador para ser operador de movimiento de trenes, debemos pasar un sicométrico, luego un curso de seis meses, un chequeo médico general de salud y una prueba de seguridad ferroviaria, que acredita la competencia de la persona para desempeñar esta función. Cada cierto tiempo estos exámenes se reanudan y debemos resultar aptos nuevamente.

"Necesitan de esta licencia los maquinistas, conductores, auxiliares de conductores y operadores, además, la precisan también, los despachadores que trabajan en el control de los trenes en tramos más amplios", detalla con fruición.

Yalina no cesa de resaltar la responsabilidad que implica esta faena. Tal es así que, al llegar a su puesto, dice, "hay que desconectar de la vida y pensar que solo existe en ese momento usted, su oficina, los equipos que tiene allí y el trabajo que va a realizar porque requiere realmente de toda la concentración."

"No solo atendemos los trenes, sino también la intercomunicación con las estaciones, directamente con los equipos de transporte, con otros trabajadores y por ahí… pudiera enumerarle mucho de la intensidad del trabajo de esas 12 horas. De manera que cuando llego a casa, casi siempre, quiero que todos hablen bajo, no escuchar el televisor ni la radio … realmente necesito un descanso porque he tenido un día abrumador, de mucho desgaste mental; pero de mucha satisfacción profesional", declara.

Aunque se formó como ceramista, el Ferrocarril de Las Tunas es testigo de toda su experiencia laboral; esa que comparte con tripulantes, operarios, mecánicos, reparadores de vías, y el personal de las oficinas.

"Cada trabajador ferroviario lleva en su ser este sentido de pertenencia, pues ama lo que hace. La tarea, a pesar de ser intensa y agotadora nos gusta y preferimos que haya muchos trenes porque es más bonito el trabajo. Me gusta hacer lo que hago. He aprendido que lo que uno hace, ha de hacerlo bien y si eres bueno, con más razón".

 

 

 

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