Fotos: Yodelis  Castro

Las Tunas.- “Estas tierras tuvieron una gran incidencia dentro de las luchas cubanas en el siglo XIX”, así cuenta, orgulloso, Víctor Marrero, historiador de esta ciudad y, por si las dudas, sentencia: “Muchos de los documentos fundadores de la nación cubana se firmaron desde Las Tunas”.

Y entonces, a sabiendas de que la curiosidad llegará al límite tras ese dato, detalla. “Después de la toma de Bayamo, en la cual participa Carlos Manuel de Céspedes, los principales jefes de esa comarca eran perseguidos por el colonialismo español y se ven obligados a trasladarse hacia otras regiones. Entre ellos, el Padre de la Patria, que se instala en un lugar de Las Tunas llamado Ojo de Agua de los Melones, y está en la zona de Jobabo, un poco más adentro de San Antonio.

“Allí, lo acogió un sitio intrincado, de vegetación tupida y que tenía las condiciones necesarias para vivir, porque contaba con un casa de mampostería y tejas con azotea a su frente, un pozo de agua fresca y un amplio espacio donde sembrar en sus predios. En ese paraje radicó la presidencia del Gobierno de la República de Cuba en Armas”.

El historiador asevera que es fácil comprobar esos datos, basta con revisar la extensa obra epistolar de Céspedes para notar que la mayoría de los documentos escritos por él, incluso, algunos de hasta 1873, están firmados desde ese sitio o espacios aledaños, como, por ejemplo, Santa Ana de Cayojo.

Se saben pocos detalles de su estancia por esos predios de Jobabo; sí consta que el lugar fue visitado por los mambises más encumbrados de aquella contienda armada; y nombres como los de Perucho Figueredo, Máximo Gómez e Ignacio Agramonte forman parte de los más significativos.

Quedan, ahora, las ruinas de aquella casa que atesoró un capítulo de nuestra historia; edificación que, asegura Marrero, ha sido propuesta sin éxito varias veces como Monumento Nacional.

Hablamos de un sitio que quizás conozca de los grandes dilemas del hombre ante la historia y ante los suyos; o tal vez los reclamos más intensos de las noches ardientes con su segunda esposa, Ana de Quesada, la veinteañera camagüeyana que lo dejó todo para irse a la manigua junto a él, y darle hijos al hombre mayor que le robó el aliento desde la primera mirada.

Cuentan que la historiadora Hortensia Pichardo llegó a Las Tunas cuando pasaba ya los 80 años y dijo que tenía especialmente dos lugares por conocer; uno, San Miguel del Rompe; el otro, Ojo de Agua de los Melones.

Hasta este último llegó para sentarse en una piedra frente a las ruinas de la morada, sentir el viento batiéndole el rostro y decir, emocionada: “Bendito el aire de este lugar fundador de la nación cubana”.

Fotos: Yodelis Castro

Foto: Yodelis Castro

Foto: Yodelis Castro

Comentarios   

Olivia
# Olivia 02-07-2021 14:06
Lindo relato ojala se acepte la propuesta como Monumento Nacional y asi las nuevas generaciones conozcan más de nuestra historia
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José Guillermo Montero Quesada
# José Guillermo Montero Quesada 02-07-2021 16:12
Esther, excelente trabajo periodístico a la altura de las exigencias de nuestro tiempo. Productos de esta calidad despiertan recuerdos de cuando éramos jóvenes y recorríamos esos parajes, cuando desconocíamos la dimensión de aquellos hechos y el valor patrimonial. Hoy vivifican la necesidad de protegerlo para que las generaciones futuras sepan que por estos lares la voz gloriosa de Céspedes, Vicente García, Francisco Vicente Aguilera y numerosos patriotas de la lucha por la independencia, como representación espectral, revalorizan el tiempo histórico. Los historiadores tuneros se suman a las iniciativas que elevan la memoria histórica desde un periodismo que como el haces se proyecta ilustrador y significativo para acercarnos a tiempos memorables, así la identidad histórica deja de ser una abstracción y se convierte en manifestación notoria de mismidad.
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