Nancy Herrera Galván

Las Tunas.- Nancy Herrera Galván es una mujer de ciudad, pero su vida está indisolublemente ligada a una zona rural que la recibe seis veces por semana. En el Terraplén Colorado, del municipio de Majibacoa, labora sin descanso y encuentra felicidad en lo que hace.

Ella es una de las naveras de la unidad empresarial de base (UEB) 28 de Septiembre, perteneciente a la Empresa Avícola de la provincia, y sale de su hogar cuando las luces del amanecer aún no han despertado a los gallos. Sin embargo, va feliz.

“Soy criadora de aves y trabajo aquí desde 1992; por tanto, tengo una amplia experiencia en la actividad. Me gusta lo que hago y le pongo mucho amor. Ese es el primer sentimiento que debe tener una navera.

“Cuando una le pone amor y sentido de pertenencia, los resultados son magníficos y eso lo he experimentado por mí misma; si estoy deprimida o tengo algo que no va bien, no logro cumplir mis propósitos. Entonces, tengo que esforzarme más, dar más de mí para lograrlo”.

En el ómnibus que la lleva al encuentro con sus gallinas, el viento y el sonido del vetusto motor no le dan chance al silencio. Tampoco lo encuentra cuando llega a su puesto, porque dos o tres aves son ruidosas, pero más de cinco mil 400…

“El ruido y el mal olor es parte de lo que no se ve, aunque los sentimos. Sin embargo, una se adapta con el paso del tiempo. Te involucras tanto que eso no te molesta. Al inicio llegaba a la casa atormentada, queriendo silencio y tranquilidad y luego me acostumbré”.

Detrás de su bata sanitaria y su gorro, habita una mujer valiente, con muchísimas vivencias, bella en el físico, los pensamientos y en la voluntad de trabajar incansablemente, porque en una granja avícola no solo se alimenta a los animales y se recogen huevos.

“El mal olor va contra nosotras, que nos gusta andar perfumadas y con el pelo oloroso. Pero, ya me ves -ríe mientras habla- mucho pelo envuelto, con queratina y tinte.

“Mi esposo trabaja conmigo en la granja, aunque sus faenas no son a tiempo completo. Vivíamos por aquí, en el campo, pero nos mudamos a la ciudad de Las Tunas, donde reside toda mi familia y la única que estaba fuera era yo.

“Decidí seguir aquí, en la UEB. Es difícil, pero te recompensa. A veces las personas dicen que para qué quieren un diploma o un aplauso. A mí me llenan de orgullo, porque sabes que lo estás haciendo bien y te recuerda el objetivo que tienes en la vida”.

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