Manatí, Las Tunas.- A lo lejos, las pequeñas embarcaciones sobre la inmensidad de los embalses no dan una idea exacta de cuánto hacen. Incluso, parece una actividad muy monótona. Pero a medida que se comprende su responsabilidad social y el riesgo que corren, se valora más a los pescadores.
En la provincia de Las Tunas, cada día es una nueva experiencia para ellos, que van de un lado a otro, como gitanos, porque durante los días de faena en las presas se establecen en campamentos muy humildes, desde los que extrañan a sus familiares y a sus pertenencias materiales.
Es un trabajo duro, para personas muy valientes, y lo saben. Mas, no es una fuerza de trabajo fluctuante, aunque el sol curta su piel durante el día y la frialdad del agua les haga tiritar en las madrugadas de pesca, especialmente cuando laboran con chinchorros.
A una de las brigadas acuícolas del territorio se acercó el equipo de 26, justamente en Gramal, un reservorio del municipio de Manatí que casi llega al final de su vida útil porque la sequía se hizo más fuerte que el espejo de agua y apenas acumula el 18 por ciento de su capacidad total de llenado.
En el lugar se realiza por estos días un bastión de pesca, teniendo en cuenta que la biomasa de peces se encuentra bastante concentrada, y se extrae una cantidad importante de tilapias. Se trata de una especie que no se siembra; pero compite mucho con el alimento de las tencas y otros ciprínidos.
Ángel Hidalgo Torres es el jefe de la brigada de pesca local y con él suman 14 los integrantes de esa gran familia. Como los demás, entra al agua, mueve redes, mira la luna para determinar el momento óptimo y se regocija cuando ve el fruto de su trabajo.
“El nuestro es un colectivo bastante estable que comparte trabajo, alimentos, alegrías y preocupaciones. Llegamos a una presa y hacemos estancia en los alrededores mientras nos esté dando resultados y eso puede ser durante un mes y hasta más.
“El pescador que viaja a su casa lo hace de hoy para mañana, porque está cerca y puede regresar rápido. Aquí tenemos un cocinero que nos prepara desayuno, almuerzo y comida y como la familia que somos, todo lo compartimos por igual, sin ningún tipo de problemas.
“Salimos por la mañana y vamos al muro de la presa a ver si está marcando el pez para tirar el chinchorro. Tenemos en cuenta el movimiento de las lunas y lo hacemos de día, noche, o madrugada. A veces cogemos un gran volumen; pero es como todo, un día para el pescador y otro para el animal.
“Nos movemos hasta donde haga falta, aunque nos afecta el estado de las artes de pesca. Aquí cumplimos las medidas de seguridad y tiramos para adelante con lo que tenemos. Ese es nuestro compromiso y nuestra comida porque salimos bien con el salario. Y regreso al agua, porque cobramos con el pescado en la industria, no en la presa”.
Como esta, hay otras brigadas en la provincia, según Adalberto Leyva Segura, director de Operaciones en la Empresa Pesquera (Pescatun) y un profundo defensor de la acuicultura como opción rápida y económica para garantizar proteína de origen animal a los tuneros.
“Tenemos cuatro brigadas de pesca, para un total de 51 pescadores. Aquí está también la del municipio de Jesús Menéndez y en el mes de marzo se extrajeron unas 96 toneladas de tilapia, las que se beneficiaron y luego se comercializaron en nuestros puntos de venta.
“En el caso de 'Colombia', hoy tenemos la concentración de obreros en la presa Jobabito, que está al 10 por ciento del volumen de agua. De ahí esa brigada se movería a la micropresa El Canario, ubicada en la carretera de 'Amancio' y al seis por ciento. Luego irían a Lavado 5, de Jobabo, que también está casi seca.
“Los pescadores de Majibacoa ahora están operando en la presa Cayojo. Se está haciendo un trabajo con un arreo que consiste en llevar esa biomasa circulante hacia un lugar específico del muro de la prensa, en el que se tira chinchorro y que nos ha dado resultado.
“En los próximos días trataremos de sacar la mayor cantidad de peces, para que no se afecte la supervivencia de esos animales por déficit de oxígeno y la mala calidad de agua. Por tanto, en abril podríamos superar las 100 toneladas de pescado extraídas de los cuerpos de agua”.
Al cerrar el primer trimestre del año, en el territorio tunero la acuicultura sobrecumple los planes previstos y crece en relación con igual período anterior, a pesar de que se trabaja con el 50 por ciento de la flota, por problemas técnicos de las embarcaciones y la insuficiente disponibilidad de combustible.
Se añaden otras situaciones objetivas. Pero lo más importante es que se mantiene la búsqueda y puesta en funcionamiento de nuevos espacios para multiplicar la crianza de peces y, por tanto, cobra un valor extraordinario el centro de alevinaje, ubicado en las inmediaciones de la presa Gramal.
Iris Mendoza Espinosa es la jefa del área de ciprínidos y dedica sus días a la multiplicación de la acuicultura en un proceso que va desde el recibimiento de las larvas procedentes de provincias vecinas hasta que salen alevines de cinco o 10 gramos hacia los embalses del territorio.
“Tenemos 20 estanques en producción, fundamentalmente con colossomas, labeos, carpas y tencas blancas y manchadas. También contamos con otros 19 que están en proceso de reparación para incrementar el programa en los diferentes espejos de agua.
“Para cumplir nuestros propósitos fertilizamos esas áreas con desechos de animales y otros recursos que producen microorganismos. Ahora tenemos un gallinero encima del canal y los residuos de los animales caen al agua. Es una nueva experiencia que ya ha demostrado su efectividad”.
En Gramal y otros embalses tuneros, la actividad continúa y aunque todavía no se satisface la demanda de la población, los pescadores y quienes impulsan la acuicultura en Las Tunas se saben útiles y por ello insisten en que esa actividad es muy provechosa y siempre da buenas “cosechas”.